Reflexiones en puntas
Roberto Rodríguez recorre sus ídolos de la tauromaquia y reclama la consideración de esta como un arte
Roberto Rodríguez
Valladolid
Viernes, 14 de junio 2019, 07:23
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Roberto Rodríguez
Valladolid
Viernes, 14 de junio 2019, 07:23
Un servidor se pregunta, un poco por preguntar y otro poco por si con el paso lento y medido de la divagación saca un artículo más o menos aparente, si la fiesta de los toros o nacional –y escribo esto, nacional, con alguna duda y ... con clara intención de molestar–, debería considerársela un arte, no como proclaman engorrosos tratados y sí como entiende el común de los mortales. Un servidor, que es aficionado a la fiesta de los toros –olvidemos lo de nacional, que una cosa es ser un poco vacilón y otra hacer de la obstinación santo y seña–, piensa que si la impresión producida por una manifestación humana es la piedra de toque que nos lleva a afirmar que esto sí es arte y aquello otro no, cree que no es descabellado conceptuarla como un Arte –así, con una mayúscula inicial contundente y altanera– porque pocos artistas –ay, ya se me vio la patita– le han emocionado más que, por ejemplo, Curro Romero o Rafael de Paula; Antoñete, Manolo Vázquez o su sobrino Pepe Luis; y ya que hablamos de familiares, el mismo hijo del gran Julio Aparicio que responde a su mismo nombre. Conste en acta que el sexteto lo cogí a vuelapluma de la memoria que guarda lo que con mis propios ojos vi.
Sé, claro que lo sé, que muchos objetarán que qué arte puede haber si una de las características fundamentales de la tauromaquia es la muerte de un animal. Sobre esto, por requetehablado, no diré nada; bueno, sí que diré algo, y es que más que muerte, que lo es, es sacrificio; matiz que ustedes, preclaros lectores, sabrán distinguir. Ahora bien –dejemos de lado el mencionado sacrificio–, si nadie niega que la danza es un arte, por qué no podríamos considerar como tal a la fiesta de los toros. He de reconocer que es una comparación, la del ballet y el toreo que, cuando se alude, no me agrada, pues da a la tauromaquia un toque de frivolidad ajeno a su naturaleza; dicho lo cual, la importancia del gesto corporal así como la fugacidad de la acción son comunes a ambas expresiones.
Sea como fuere, muchos otorgan, otorgamos, la categoría de Arte –ole con esa inicial– al toreo, más aún si, por lo que tengo entendido, se han añadido a los movimientos que conforman el prestigioso grupo –amén de, por supuesto, el cine–, el fotográfico y el que cultiva la novela gráfica –vulgo, los tebeos–. Y de aquí a mañana, por estas que son cruces, se sumarán el de la gastronomía y el del diseño –desde vestidos que nadie viste al mobiliario más incómodo y variopinto–.Y ya que la puerta está abierta de par en par, colemos disimuladamente al toreo en una reunión de tanto fuste.
–¡Eh, eh, oiga! ¿A usted quién le ha invitado?
Antes de que lo echen, que lo echarán, porque ni los que tendrían que defenderlo lo defienden, pidamos al vigilante de lo políticamente correcto que se ponga en el lugar de quienes tomamos la tauromaquia como un arte –en minúscula ahora en señal de humildad–; y desde ese sitio, en el que se hallará rodeado de gente de toda clase y condición, pregúntese qué disciplina –por favor, métase un segundo en nuestro pellejo– ha sido fuente de inspiración para la obra de autores de otros negociados –por ejemplo, como la danza fue para Degas–, y resolverá que pocas, por no decir ninguna, ha sido argumento creativo como el toreo. A ver qué otro arte tiene una nómina de genios tan profusa como la que conforman a quienes la tauromaquia animó a firmar una de sus obras. Vengan unos cuantos relacionados al buen tuntún y sin echar mano de Google: Picasso, Ramón Gómez de la Serna, Blasco Ibáñez, Zuloaga, Camilo José Cela, Gutiérrez-Solana, Chaves Nogales, Bizet, Ladislao Vajda, García Lorca o Manuel Machado.
–Todo eso me parece muy bien, pero váyase por donde ha venido. No sé quiénes son esos y aún menos me importa.
–Ya mismito. Aunque no estaría de más que se quedara con sus nombres. Visto lo que pasó con Goya, quizá usted, vigilante de lo políticamente correcto, cite a alguno de estos, pasado mañana, como un antitaurino furibundo y radical.
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