Putin, una estela de sangre  y corrupción hacia el Kremlin

Su primera edición fue antes de la invasión de Ucrania, así que el periodista gráfico Darryl Cunningham (Yorkshire, U. K., 1960) ha tenido que añadir una introducción a 'La Rusia de Putin' (Astiberri) en las traducciones y reediciones.

La última guerra del mandatario ruso es un peldaño más, tristemente lógico, en una biografía política que deja en su avance una estela de muertos, casos de espionaje, corruptelas empresariales, terrorismo de estado y mordaza mediática. Nacido en un apartamento comunal de Leningrado en 1952, el adolescente que recibía clases de sambo aspiraba a entrar en el KGB. Se graduó en Derecho y asistió a la desintegración de la URSS desde Alemania, donde estaba destinado. El primer escándalo empresarial con el que le relaciona la investigación de Marine Salie es la importación de carne para su ciudad en los noventa, cuando en Rusia había tarjetas de racionamiento. Su trampolín político es el ayuntamiento de San Petersburgo y con Yeltsin salta a Moscú. Muertes de opositores como Litvinenko o Nemtsov, guerrillas en Chechenia y atentados, asesinatos de periodistas como Anna Politkovskaya, Cunningham esboza una estampa poco contestada por sus homólogos occidentales incluso cuando se cometían asesinatos en sus territorios. Entre las voces rusas que denuncian y aún no han sido silenciadas, la de Boris Kasparov: «Los dictadores no se preguntan por qué, sino por qué no. Seguirles el juego o hacer la vista gorda solo ha incentivado que se ensañen».