Prosas de Paul Verlaine

Saturnales ·

Luis Antonio de Villena

Valladolid

Jueves, 14 de noviembre 2019, 19:08

Por supuesto sabíamos que el grande y misérrimo Paul Verlaine (1844-1896), el amante de Rimbaud, el siempre bohemio y transgresor, el que escribió dos libritos obscenos y anónimos en primera edición 'Mujeres' (1890) y 'Hombres' –título en español– en 1891, que yo traduje ... hace años para Visor en edición bilingüe, sabíamos que ese hombre avejentado con 51 años y lleno de absenta, 'el hada verde', no sólo había publicado los poemas que le hicieronuno de los más influyentes poetas de Europa en su tiempo, sabíamos –digo– que también publicó obras en prosa, siempre cercanas o lo literario o a lo autobiográfico, pero apenas recordábamos su prosa narrativa –poca– que ahora ha traducido la editorial Athenaica de Sevilla, con el título general de 'Amor en fuga', pues los tres relatos y la final y breve pieza dramática –lo menos interesante– tienen en común historias de amantes, más o menos irregulares, que huyen. Nos pregunta el traductor César de Bordons Ortiz, ¿si acaso no hay una constante necesidad de huida atravesando la obra toda de Verlaine? Quizá –digo yo– el entero Simbolismo. Como en los versos antiguos de Mallarmé: «Fuir, lá bas fuir…». Pero ahora en prosa y con sabor a vida de barrios de París, se juntan cuatro piezas en prosa de Verlaine de amantes que escapan. La principal y mejor es 'Louise Leclercq' (de 1886), en la que una chica de clase media, sensata y honesta, huye o tiene una intensa aventura erótica con un golfillo turbulento y hermoso, aunque tras el final con el chico bello, Louise vuelva a sus padres… El relato es seductor y uno adivina la parte homosexual de Verlaine, no sólo al describir sino al ver como inevitable, ese escaparse con un muchacho atractivo. Luego los relatos tratan de una relación matrimonial extraña, en el París que lucha contra los alemanes y que desembocará en el fin de Napoleón III y en la Comuna. 'El poste' (la tercera) es una historia contada por Edgar Allan Poe y la última –lo dije– breve pieza dramática, una infidelidad huyendo, que a la postre no se consuma. Sin duda, este es un Verlaine sabroso y menor. Pero no se conoce nunca bien a un autor, sino se han pisado y seguido, asimismo, estos recovecos.