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Jordi Soler, escritor
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Jordi Soler, escritor
«Mi prosa es tropical, enredada como la selva»Ha hecho el viaje de vuelta de sus ancestros, republicanos catalanes exiliados en México. Jordi Soler (Veracruz, 1963) vive en Barcelona y publica sus libros ... a la vez a ambos lados del Atlántico. Entre relatos y ensayos ha firmado 14 novelas, la última 'En el reino del toro sagrado' (Alfaguara).
–Algunas de sus novelas transcurren en el cafetal de La Portuguesa. ¿Cómo vive su prosa en la selva, en los pueblos?
–Mi forma de escribir es tropical, barroca, enrevesada y enredada. Su argumento respira en la selva en la que nací, no soy escritor de esquemas sino que empiezo con una línea y todo crece orgánicamente como la naturaleza a mi alrededor cuando era niño. Estoy contaminado, intoxicado por esa infancia y mi prosa, intoxicada por la selva, todo el tiempo aunque no escriba sobre la selva tiendo a la hiperreproducción de las palabras como la de la plantas. Por otra, creo que cuando usamos este patrón en las novelas, asentado en la naturaleza salvaje, estamos rescatando elementos de los que venimos que nos pueden servir para vivir en el siglo XXI. La lectura de mis novelas en una ciudad como Barcelona, Madrid o Valladolid, puede procurar al lector un viaje hacia el origen del que todos venimos, de esa selva arquetípica. Esto tiene que ver con cualquier escritor que escriba en el escenario rural.Esta tocando origen de nuestra especie, venimos de ahí.
–'En el reino del toro sagrado' traslada un mito griego a Veracruz. ¿Mezcla bien la mitología griega con la mexicana?
–Tiene que ver con mis lecturas de juventud que tenían como uno de los ejes la mitología griega. Me parece que hay un acerbo de sabiduría que podemos aplicar en cualquier momento de la humanidad. En el siglo XXI hay problemas cotidianos, de los ciudadanos normales que ya resolvieron los que inventaron los mitos griegos, sobre todo relativos a relaciones sentimentales, amorosas, familiares, todo está ya sentenciado. Cuando empecé a pensar en esta novela, en el toro saliendo del agua, esa es una imagen que he robado del mito de Pasíafe, el toro frente a Creta que ve Minos. Pensé en trasladar el mito griego a la sierra de Veracruz, al contexto mexicano, en cruzar la mitología griega con la mexicana, no es una idea original mía ya lo hicieron Alfonso Reyes y Carlos Fuentes.
–Los abismos es un pueblo perdido en el tiempo donde sitúa a sus arquetipos: la bella Artemisa, el villano Teodorico, el heterodoxo Wenceslao.
–México va a dos velocidades, el mundo rural sigue regido por usos y costumbres del XVII. Como cuando había encomiendas y encomenderos, ahí nací y crecí, esa es mi perspectiva. En la jerarquización social, en Artemisa, la mujer bella que seduce y electrifica a todos, hay poco de ficción. Nací en un contexto idéntico al de Los Abismos, que es un trasunto de mi pueblo. Allí nos conocían como los españoles, nosotros nos integrábamos en esa realidad. Mi hermano y yo jugábamos con los hijos de los trabajadores del cafetal que hablaban en náhuatl y totonaco y nosotros, catalán para llevar la contraria. La lengua vehicular era el español. Había una familia italiana que no se mezclaba con el entorno, vivían como si estuvieran en Florencia. Hablaban en italiano y dos de las hijas eran rubias, personajes insólitos en esa selva, parecían dos lirios u orquídeas entre la maleza. Ahí está el origen de mi personaje. Esa chica rubia europea que de pronto se ve viviendo en un lugar que no le tocaba. Esas chicas tenían que haber crecido en Florencia y Artemisa, en Grecia, pero por el azar de la migración, al igual que mis azares, acaban en la selva, igual que yo. Artemisa es la rubia ante la que se arrodilla todo el pueblo, es una especie de diosa y aprovecha ese poder como muchas mujeres que llegan a sitios insólitos por su belleza. Es grave decir esto es el sigloXXI pero soy novelista no conductor de noticias.
–Esa belleza se rebela como una carga al final.
–Sí, es un peso que le cuesta la vida. La belleza tiene dos caras. Toda ventaja lleva implícita la capacidad de hundirte.
–¿Cómo han influido los idiomas locales en su voz?
–Claro que me ha sumado, ha hecho más florida mi obra, creo que también me ha dado cierto estereofonía. Siempre que escribo estoy pensado en sonidos que tendrían las palabras en las lenguas que conozco. Escribo en español pero hay un bajo continuo que va resonando en lo que escribo como en una pieza de jazz, del que no puedes librar. Eso me han dejado las lenguas con las que he crecido.
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