Malcom McDowell es Alex DeLarge. warner bros

A propósito de la proyección de 'La naranja mecánica' en Seminci

Aquel 1975 fue para la ciudad de Valladolid un tiempo de protestas y movilizaciones laborales, tanto de los trabajadores de Fasa-Renault como de los obreros de la construcción así como los de otras empresas, con encierros en los tajos y huelgas desde los primeros meses del año

Jesús Ojeda Guerrero

Viernes, 14 de mayo 2021, 10:40

Haciendo memoria, tras conocer que el equipo directivo de la sexagésima sexta edición de la Seminci está diseñando diversos actos para recordar su primer estreno en España, mis recuerdos se trasladan a 1975. Ese año fue para la ciudad de Valladolid un tiempo de protestas ... y movilizaciones laborales, tanto de los trabajadores de Fasa-Renault como de los obreros de la construcción así como los de otras empresas, con encierros en los tajos y huelgas desde los primeros meses del año. Por su parte los estudiantes de la Universidad, tras conocer la condena a varios años de cárcel a un grupo de ellos por pertenencia al PCE, y conocido 'el accidente' en las dependencias policiales con lesiones graves y la condena de más de cuatro años para estudiante de Filosofía y Letras José Luís Cancho, el 4 de febrero comenzaron a 'ocupar' diversas Facultades. La respuesta del Ministerio de Educación fue cerrar la Universidad hasta el curso siguiente, iniciándose la experiencia de la 'Universidad paralela'.

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El cine al igual que otras artes escénicas se debatía entre la apertura y la férrea censura franquista. Y en el caso de los festivales de cine era necesario, analizado desde hoy, el uso del ingenio con suerte diversa para sortear los obstáculos de proyectar algunas de las películas seleccionadas. Hacía cuatro años que se había estrenado «La naranja mecánica» en EE UU con la calificación inicial como película X, aunque unos recortes mínimos de 30 segundos harían que fuese catalogada como R. Pero la verdadera polémica vendría con el estreno en Inglaterra en 1972, por su contenido violento y la repercusión que tuvo en el público. Algunas crónicas periodísticas y sentencias judiciales asociaron la visión de la película con una serie de actos violentos que se cometieron en aquellas fechas. En consecuencia el propio director norteamericano Stanley Kubrick exigió a la productora que la retirara de las salas, y la Warner Bros procedió a hacerlo. La autocensura impuesta duró hasta un año posterior a su muerte en 1999. Las razones que él mismo expuso en el documental «Stanley Kubrick: una vida en imágenes» (Warner Bros, 2001) hacían referencia a las amenazas de muerte recibidas por él y su familia; su viuda e hijas, depositarias de su legado, levantaron el veto en el 2000.

La película se rodó enteramente en Inglaterra, en localizaciones cuya arquitectura fueran idóneas para recrear un aire futurista combinado con edificios cargados de hormigón para impregnar las tomas de ámbitos rígidos y desolados, en contraposición a los interiores cargados de colores y luces excéntricas. Era la adaptación cinematográfica de la novela homónima del escritor inglés Anthony Burgess, publicada en 1962, de cuya versión nunca estuvo satisfecho, incluso calificó él mismo la novela, un tiempo después, de «fárrago repugnante» en uno de los poemas inéditos hallados entre los libros de su biblioteca.

El guion construido por Kubrick sobre la edición norteamericana, había llegado a sus manos por medio del guionista Terry Southern, el que había escrito «¿Teléfono rojo? Volamos hacía Moscú». En él se relata las aventuras de un delincuente juvenil, Alex Delarge y de su camarilla de amigos, Pete, Georgie y Dim, a quienes denomina drugosy, combinando en sus conversaciones en nadsat, una jerga adolescente ficticia, mezcla de inglés y ruso principalmente, con algunas palabras en caló, y el rimado en cockney, lenguaje coloquial popular de los habitantes del East End de Londres. Ambientada en una Inglaterra del futuro en el año 1995, lo que se puede definir como una distopía satírica sobre la realidad de 1965. La película va narrando el día a día de un líder , cuyas aficiones se concentran en escuchar la música de Beethoven, el practicar sexo y ejercitar la extrema violencia. A pesar de su andadura polémica fue nominada a los Oscar, en cuatro de sus categorías, incluyendo el de mejor película, aunque no recibiera ningún galardón.

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El director del festival de Valladolid en aquel año de 1975 era Carmelo Romero. En una entrevista con el periodista César Combarros para el libro conmemorativo de los 50 años de Seminci comentó que él pudo ver por primera vez «La naranja mecánica» cuando se estrenó en Montreal en 1972, y le «supuso todo un impacto». Por supuesto estaba prohibida su proyección en España, no obstante la Dirección General de Cinematografía y la Warner Española «montaron una operación para estrenarla en Valladolid, a ver qué pasaba».. Hubo negociaciones a dos bandas, por un lado con la Junta de Censura y por otro con el propio Kubrick. La censura testaba la exhibición de películas 'problemáticas' en Festivales de cine en España, observando la reacción del público para posteriormente autorizar o no su distribución. En la anterior edición de Seminci tuvo lugar el experimento con «Jesucristo Superstar», con el beneplácito del propio Vaticano. La proyección de «La naranja mecánica» coincidirá también con la publicación en el B.O.E., unas semanas antes, de las nuevas normas de calificación cinematográfica, con las que quedaban derogadas las de 1963. Lo cierto fue que desde Madrid se aceptó el estreno en la Seminci, pero con Kubrick no hubo forma de que diera el vº bº, ordenando a la Warner que no se mandase ninguna copia a Valladolid.

Sin embargo el ingenio y la treta se dieron a la vez. Warner Española envió a Ángel Corvi, responsable de la productora, como comisionado para hablar personalmente con Kubrick e intentar convencerle. Se podía intuir algunos de los motivos de su negativa, en los medios de comunicación extranjeros todavía resonaba la vinculación religiosa que el certamen había tenido en sus orígenes, y de ahí pudiera darse una lógica reacción en contra de su película; el que Valladolid como ciudad no tuviera la relevancia de Madrid o Barcelona... Lo que era conocido es que controlaba hasta al más mínimo detalle de sus películas, y dónde debían proyectarse y cómo. Sin embargo parece ser que el delegado de Warner España le explicó a Kubrick que no se iba a proyectar en un festival de cine, sino en la Universidad dentro de un ciclo de «arte y ensayo», y como garantía estaba lo escrito en la carta que el mismo director del festival le hizo llegar. Con estas actuaciones se logró la autorización de Kubrick.

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Pero el camino de la película hacia Valladolid no iba a ser tan sencillo. La productora y dueña de los derechos de distribución, la Warner España, pidió la devolución de la cinta con la intención, al parecer, de enviar una copia de mejor calidad; aunque lo que transcendió a los medios era que no venía subtitulada. La cinta se devolvió y la espera de la nueva copia no estuvo exenta de nervios y desesperanza. La película, por fin, se estrenó en el cine Coca, al haber sufrido un incendio el Cine Avenida, que había sido hasta entonces el tradicional de las galas del certamen. Fue la tercera película más vista de las que se proyectaron en 1975. Durante un tiempo estuvo en cartel en cines de «arte y ensayo» subtitulada. Se volvería a proyectar con doblaje en castellano en 1978, habiendo intervenido el propio Kubrick en el mismo, era así de especial, para elegir a los que debían doblar a los personajes y confiando la dirección a Carlos Saura con la traducción de Vicente Molina Foix; y en salas comerciales desde marzo de 1980.

Seminci en su edición vigésima, del 20 al 27 de abril, incluía el estreno de «Primera plana» de Billy Wilder, «Loca evasión» de un desconocido Steven Spielberg, la presencia de Robert Bresson para presentar una retrospectiva de su producción cinematográfica, y un ciclo completo del nuevo cine alemán. La edición fue inaugurada con «Secretos de un matrimonio» de Ingmar Bergman. La primera sesión de la proyección de la «La naranja mecánica» como experimento tuvo lugar en el desaparecido cine Coca un 24 de abril, un día después de los primeros intentos por recordar a los Comuneros en la población de Villalar. El aforo de la sala estaba completo de invitados y de semanistas con su abono. Los problemas surgieron en su reposición al día siguiente en el cine Carrión, una parte de las entradas 'se habían repartido' previamente, y hubo que volver a poner a la venta una nueva remesa, anulando las anteriores, y con un máximo de dos por persona. El nuevo taquillaje en su venta supuso un ejercicio de organización y de respuesta responsable del público, según lo recuerda la que fue secretaria general de Seminci, María Calleja, en entrevista con César Combarros: «La gente hizo cola durante más de 24 horas y se organizó muy bien, por turnos, ya que habíamos acordado vender solamente dos entradas por persona (…). Había una cola espectacular rodeando toda la manzana, de gente, que venía de todas partes y había pasado la noche anterior en plena calle, con sacos de dormir».

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Durante unos años el que escribe había colaborado como delegado del festival en las salas donde se proyectaban las películas a concurso y los ciclos sobre directores. En esa edición del certamen fui testigo en el cine Carrión de cómo transcurrieron algunos de los acontecimientos. En aquella proyección se pudo comprobar la enorme expectativa que había generado la película. Previamente había entrado una unidad antidisturbios de la policía nacional como medida disuasoria ante un potencial altercado. De hecho uno de los acomodadores que cortaba las entradas y el que relata, que le acompañaba para identificar a los acreditados, debido a la presión de la gente sobre la puerta del hall, el cristal de la misma se rompió, sufrieron el impacto del mismo. Habían trascurrido unos cincuenta minutos de proyección y un comisario de policía se interesó por localizar al director de Seminci de forma urgente. Un tiempo después, ya terminada la sesión transcendió que se había producido un aviso de que iba a estallar una bomba durante la proyección, pero que desde la dirección del festival no se autorizó parar la película. Era frecuente en esos tiempos en Valladolid el que se acudiese a este tipo de amenazas ante determinados acontecimientos. Finalmente, para alivio de todos, resultó ser un falso aviso. El propio director Carmelo Romero valoró, unos años más tarde, que él no dudaría en tomarse en serio dichas amenazas si de nuevo se viera en ese dilema de ética de situación.

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