Preludio de la temporada de setas

El pasado fin de semana el 32 Otoño Soriano celebró su maratón musical, una cita para público familiar y una clase magistral del flautista suizo Emmanuel Pahud que hoy vuelve a contar con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. «Es un festival ecléctico, intentamos que haya un poco de todo, música sinfónica, de cámara, antigua, para niños, variedad de géneros y formaciones», explica el también director de la Banda Municipal de Soria. La sede principal es el auditorio del Centro Cultural Palacio de la Audiencia, con aforo para quinientas personas. En el Aula Magna Tirso de Molina se programa la música de cámara con 250 asientos. «Casi todos los conciertos se llenan, pero no son cantidades para hacerlo rentable ya que el precio de las entradas es simbólico».

El festival ha ido creando su público y algunos de «aquellos niños que tocaban para otros niños» se han hecho músicos profesionales, como el caso de Nacho de Nicolás, flauta solista de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

«La OSCyLes la orquesta del festival, está siempre abierta a ayudar y colaborar con nosotros. Desde el anterior gerente, Jesús Herrera, hay muy buena relación y acabamos de conocer a su sucesora», pero matiza, «no siempre fue así. Cuando la Fundación Siglo estuvo en manos de Ciudadanos, intentaron fagocitarnos. Querían poner 'festival internacional de música de Castilla y León' en grande y Otoño Musical Soriano en pequeño. Era muy difícil trabajar con su director». Ofrecieron resistencia numantina para mantener la esencia de su origen y están en la fase de proyecto de la nueva sala de conciertos que contará con la financiación del 70% a cargo de la Junta y el 30%, del Ayuntamiento.

«Tenemos un presupuesto modesto. Este año 350.000 euros para la programación y unos 500.000 para gastos generales. Somos miembros fundadores de la Asociación española de Festivales de Música y tenemos la financiación más ajustada», cuenta su director. Aún así han logrado que paseen junto al Duero solistas como Ivo Pogorelich, Maria Joao Pires, Jordi Savall o Kiti Te Kanawa. «Aprendí de Odón Alonso que había que programar con cariño, tener respeto por el público y tratar bien a los músicos. Intentamos que los que pasan por aquí estén a gusto, prueben el torrezno y el románico, y si vienen en la última semana, quizá llegan a las setas».

Para Aceño «tener o no tener banda distingue a un pueblo de otro. En un sitio donde no había orquesta, ahora hay una joven, la banda acerca el gran repertorio a la gente. Permite coger tablas a músicos y público», ese que sigue llenando el Festival.