Andrés Trapiello. Efe

Pongamos que hablo de Madrid

Sería un error simplificar diciendo que en el libro sobre Madrid que ha escrito Andrés Trapiello resulta imprescindible todo lo que solo podría haber escrito Andrés Trapiello

josé luis garcía martín

Viernes, 13 de noviembre 2020, 08:09

Sería un error simplificar diciendo que en el libro sobre Madrid que ha escrito Andrés Trapiello resulta imprescindible todo lo que solo podría haber escrito Andrés Trapiello y sobra todo lo que podría haber escrito cualquier aplicado cronista de Madrid, como Federico Carlos Sainz de ... Robles, o cualquier anónimo redactor de la Wikipedia.

Publicidad

No todo lo que solo podría haber escrito resulta imprescindible. Disuenan unas opiniones políticas ya bien conocidas por formar parte del argumentario de cierta derecha más o menos extrema: hubo tres golpes de Estado contra la Republica, uno de ellos encabezado por Indalecio Prieto; el gobierno «alentó manifestaciones multitudinarias de neto carácter ideológico que lanzaron la epidemia a proporciones exponenciales»; un poeta novísimo y catalán habló del «cielo fascista de Madrid», pero «no se le leyó jamás nada, negro sobre blanco, de los lazos amarillos, lo cual a estas alturas, no pasa ya ni del castaño oscuro».

La obra

Madrid. Andrés Trapiello. Destino. Barcelona, 2020

No se trata de que discordemos o no de tales consideraciones, sino de que distraen, nos sacan del libro y nos llevan a una chillona tertulia. Una rigurosa labor de edición las habría eliminado, lo mismo que las no escasas jeremiadas sobre el maltrato a que sometió cierta prensa cultural a su obra literaria: que si un reseñista echó de menos a Koldo Michelena en Las armas y las letras, que si un tal Juan Palomo (un humorístico pseudónimo colectivo) dijo no esperar mucho de una de sus novelas a punto de aparecer, que si le ningunearon en la prensa por editar en Trieste a escritores que no estaban de moda.

Sobran muchas cosas menores en este Madrid, pero los lectores de Andrés Trapiello saben que no sería Andrés Trapiello si no pusiera tanto o más empeño en sus perecederas opiniones políticas y en sus caprichos tipográficos (ha pasado de sustituir «a» y «o» como marca de género por una estrellita a escribir las palabras de otro idioma tal como suenan: estrimin, gosdivín) que en lo que sabe hacer mejor que nadie.

Publicidad

«El día en que decidí venir a Madrid fue el más importante de mi vida», comienza el volumen, dando inicio a un conmovedor relato autobiográfico, con mucho de novela picaresca, que figurará sin duda entre las obras más conmovedoras de Andrés Trapiello cuando se decida a publicarlo adecuadamente. Ahora aparece troceado sin que se entiendan muy bien los motivos para ello. O se entienden demasiado bien: se trata de una argucia para ir dando los datos eruditos que resultan imprescindibles en un libro de encargo sobre Madrid. La primera interrupción está hecha con cierta gracia y copia el modelo cervantino de dejar a los combatientes con las espadas en alto. Tras una discusión familiar, abandona Trapiello a los diecisiete años su casa en León para dirigirse a Madrid. Cuando interrumpe de pronto la narración para un largo pegote erudito sobre el origen del nombre de Madrid, escribe: «El expreso de La Coruña puede esperar. Tenemos tiempo».

Si la primera interrupción tiene cierta gracia y parece un recurso literario, las siguientes ya se ven como un truco para mezclar cosas que no casan demasiado bien. Sobran todas esas interrupciones de cronista municipal o habrían encontrado su sitio en la parte final, entre los «Retales madrileños» –«Madrid y la historia», «Madrid y sus reyes», «Madrid y la arquitectura»--, algunos de los cuales, por cierto, repiten lo que ya se ha dicho antes, y en ocasiones más de una vez, como que Mesonero Romanos se dedicaba a especular con solares del centro de Madrid.

Publicidad

«La novela de un joven pobre», llamémosla así, las andanzas de un joven ambicioso servidor de muchos amos, los azares que le llevan al triunfo literario (el encargo de una biografía sobre Cervantes o la promesa de un premio para un libro sobre los escritores y la guerra civil), es una de las piezas maestras que contiene ese libro, aunque incomprensiblemente desmembrada.

Hay otras, por supuesto, y tienen que ver con Madrid, pero no con el remoto Madrid de moros y cristianos o de los milagros de San Isidro (erudiciones al alcance de cualquier aplicado jornalero de la pluma), sino con el Madrid vivido, el que ya es para Trapiello carne de su carne y sangre de su sangre: espléndida la descripción de la calle conde de Xiquena, en la que vive desde hace cuarenta años, de la cercana plaza de París, de los rincones galdosianos, del Museo Romántico… No defraudará este volumen a los muchos admiradores de Andrés Trapiello, a quienes le consideran uno de los escritores fundamentales de nuestro tiempo –soy uno de ellos--, pero sin duda pondrá a prueba su paciencia, como ha puesto la mía.

Publicidad

Cuando Trapiello parece que lo ha dicho todo sobre Madrid --entremezclando recreación autobiográfica, acarreo erudito y, hacia el final, desahogos personales quizá no demasiado pertinentes--, se da cuenta de que le ha quedado fuera mucho material y añade una serie de capitulillos de muy desigual interés. Lo mejor son las selecciones personales que añade al final de algunos de ellos: sus diez edificios preferidos, los mejores libros sobre Madrid, los museos, los parques y jardines… Quizá en estos apéndices debería haberse limitado a los recuentos personales, siempre con alguna ocurrencia original, con algún punto de vista inédito, y haber hecho más caso de lo que él mismo afirma en «Madrid y la arquitectura»: «La Wikipedia da cuenta de su historia y de sus arquitectos, así como de todo lo que he citado aquí, por lo que le ahorro al lector más pormenor».

No siempre nos lo ahorra, aunque también le gustan las elipsis. Divagando sobre restaurantes se refiere a «la memorable noche en que Cayetana concertó una cena con Savater, Isabel Preysler, Mirian, nosotros dos y Vargas Llosa, con el que el había contraído una de esas deudas que no se saldan con nada».

Publicidad

No nos dice cuál es esa deuda, pero si se trata de la que se menciona en el epílogo (donde se añaden más apuntes «que no cabían en otra parte»), el prólogo a su traducción del Quijote, pues tampoco parece que fuera para tanto.

Para Trapiello, al contrario que para Mies Van der Rohe, menos no es más, sino que más es más, mucho más. Entre esos «retales» de la segunda parte incluye un «breve repertorio madrileño», una especie de glosario que podría haber dado para un libro al estilo de otro de los suyos, El arca de las palabras. Y por si no fuera suficiente, como si quisiera caricaturizarse a sí mismo, al final copia todos los nombres de personas que viven o han pasado por Madrid y que figuran en sus agendas telefónicas: unos cuantos cientos.

Noticia Patrocinada

Pero quizá todos estos reparos se deban a un error de lectura por mi parte: Madrid es un libro de regalo, un espléndido regalo para estas fechas, y los libros de regalo no se leen de la primera a la última página, como he hecho yo, basta con picotear acá y allá y admirar las ilustraciones, variadas y bien seleccionadas, y que cuentan con precisos y a menudo muy literarios pies de foto del autor del volumen.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad