Secciones
Servicios
Destacamos
Después de nueve películas en 17 años, Tarantino se ha convertido en eso tan raro que es un director estrella, sucesor de Hitchcock, no solo por la fama, sino por los riesgos formales que toma, a menudo con éxito de público y crítica. Hay algunas ... pautas que lo caracterizan desde su primera película, 'Reservoir Dogs' (1992). El modo de tratar el tiempo es quizá lo más identificable. El prólogo en el que los matones desayunan es una de sus piezas que más lo señalan. Las conversaciones entre los personajes se alargan de una manera que nunca se ha visto en Hollywood, además parece que solo hablan de trivialidades, pero hay algo detrás que no solo mantiene el interés del espectador, fascina por todo lo que trasluce esa discusión sobre si hay que dejar propina o no a la camarera. Esos juegos van a mucho más en la que ya es una obra maestra, 'Pulp Fiction' (1994). Los engarces entre tres tramas independientes y el anillo que une el principio y final del filme funcionan de manera incontestable. Esos riesgos los toman autores de vanguardia y los admiran cinéfilos con carnet. Tarantino consigue que su pieza sea un éxito popular, la magia del cine que se produjo con Chaplin, Buster Keaton, John Ford… los más grandes.
La representación de la violencia es de lo que más se ha hablado desde el primer momento. Podría ser la condensación de algo que le importa mucho al director, el homenaje al cine B, el que no tiene ínfulas artísticas, que solo pretende distraer con materiales de deshecho. Una traducción de Pulp Fiction podría ser novela de quiosco, esos libritos que se alquilaban por casi nada en los años 50 y 60, antes de que la televisión lo inundara todo y fagocitara el mundo de lo vulgar. Hay dos modos que a Tarantino le apasionan, el spaghetti western y las películas orientales de espadas voladoras, en ambos hay una buena dosis de barbarie. En 'Kill Bill' (2003, 2004), en sus dos partes, hay sables que cortan cabezas de un tajo por doquier, saltos inverosímiles y furia y paciencia oriental a raudales. La originalidad la pone el personaje central, una rubia americana joven (Uma Thurman) que venga los ataques sufridos con particular pericia. Pero también hay una influencia del cine de vanguardia, Godard como referente esencial. Sus películas se dividen en capítulos, su productora se llama A Band Apart, casi como el filme del suizo: 'Bande à part'.
¿Podría ser Tarantino un director feminista? Lo parece a veces. En 'Jackie Brown' (1997), la heroína es una azafata de mediana edad, de tez oscura, de vuelos de bajo coste que tiene que enfrentarse a enormes retos sin salir de su mundo de clase baja, a la que le cuesta llegar a fin de mes. 'Death Proof' (2007) muestra a un grupo de amigas veinteañeras dispuestas a romper todos los esquemas preconcebidos en cuanto a feminidad. Consiguen doblegar a un malote muy de película a base de hacer sus machadas mejor que él. En cambio, en su última entrega, 'Érase una vez en Hollywood' (2019), las mujeres son menos que secundarias. Margot Robbie, interpretando a Sharon Tate, no es más que una estrella de cine en ciernes bastante estúpida; la esposa italiana que trae el héroe a la vuelta de su aventura europea se conforma con gritar cuando la atacan. Solo la hippy jovencita hace de cebo con alguna gracia para un mundo de paz, amor, drogas, basura y asesinatos. Si solo hubiera filmado esta película, el director podría ser tildado de machista sin reparos.
Sus héroes masculinos son tipos duros, de una pieza, un poco de tebeo. Les da una cierta profundidad su humor y la distancia que mantienen con lo que hacen. Donde mejor se ven estas características es en 'Pulp Fiction', los dos matones –a menudo sus machotes van de dos en dos– tienen conversaciones de altura antes de realizar un trabajo, como dos empleados cualquiera, que suele consistir en dejar un espacio lleno de restos de carne, sangre, sesos y vísceras, después de unos disparos a otros tipos, aún más lamentables. La violencia atrae tanto como espanta, según Bataille, y Tarantino la representa con singular eficacia. Estos héroes a menudo están fuera de la ley, y solo pueden ser considerados personajes positivos por la manifiesta simpatía que les profesa el director. Los malos a veces están cargados de enjundia, sin dejar de estar al otro lado. Uno de los valores de 'Malditos bastardos' (2009) es el personaje interpretado por Christoph Waltz, un nazi sin fisuras, inteligente, capaz de analizar los sentimientos de su interlocutor, al que siempre termina por vencer con su encanto, su paciencia, su astucia y su determinación. Ya ocurría en 'Kill Bill', donde David Carradine, el famoso Kun fu de la TV de los 70, ejemplo de sabiduría zen, es más malo que la tiña, sin perder su gesto tranquilo y sus maneras pausadas. El nazi se convierte en libertador de esclavos en 'Django desencadenado' (2012). Estos juegos entre el bien y el mal son característicos. En su penúltima entrega, 'Los odiosos ocho' (2015), los personajes son todos a cual peor, incluida la chica, Jennifer Jason Leigh, que se defiende como gato panza arriba entre la manada de malvados. La gracia del filme está otra vez en el tratamiento del tiempo, ahora jugando con el punto de vista, quizá de manera demasiado alambicada para un espectador medio.
Las referencias al saber popular, a la historia, las utiliza Tarantino como sombra de lo que propone. El ejemplo más reciente, y eficaz, es el asesinato de Sharon Tate en agosto de 1969, en 'Érase una vez en Hollywood'. Todo el entramado narrativo se cierne sobre el suceso que el espectador conoce. De hecho, la película lo evita. Eso le da una densidad al relato que propone muy superior a la que tendría lo que acontece en el filme en otras circunstancias. ¿Qué habría pasado si…?
El cine, su historia, sus posibilidades, es otro de los temas que fascinan al director. En 'Malditos bastardos' le da tanta fuerza a lo que concierne al llamado séptimo arte, que pone en escena un atentado exitoso contra Hitler, en París, en una sala, en el estreno de una película nazi. La heroína que se impone a los planes del ejército aliado, que cuenta con críticos y actrices en sus filas, es una joven judía (Mélanie Laurent) que prende fuego a sus películas de nitrato con el alto estado alemán encerrado dentro de la sala. En su última entrega, 'Érase una vez en Hollywood', pone en escena los entresijos detrás del glamour. Esos dos amigos, de clase media y baja, nunca discuten su lugar en la sociedad de la meca del cine, se enfrentan a sus mediocres carreras profesionales casi siempre con entereza. El obrero, como corresponde, le saca las castañas del fuego al pequeño burgués.
Tarantino escribe y coproduce sus películas. No le importa dar carnaza al espectador en el cóctel que ofrece, (nunca sexo o relaciones sentimentales) pero asume riesgos formales fuertes. Dice que solo le queda una película por dirigir.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.