Una visitante observa una de las obras de Hernández Pijuan. C. Espeso

La pintura arada de Hernández Pijuan toma el Patio Herreriano

El museo inaugura 'Llaurats', una retrospectiva con más de 60 obras del último tercio del pintor catalán comisariada por Javier Hontoria y Nico Munuera

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 19 de octubre 2024, 12:12

En vez de sacar el caballete al campo, Joan Hernández Pijuan metía el paisaje en el estudio. A cubierto, buscaba un color, una grafía y lo llevaba al lienzo a base de capas y capas de densa pintura que hendía al modo en que el ... arado rotura el campo. Por eso 'Llaurats'(Labradas) es el título de la exposición producida por el Patio Herreriano y comisariada por Javier Hontoria y Nico Munuera. La Colección de Arte Contemporáneo que custodia el museo tiene dos obras del artista barcelonés que murió en 2005. Su familia ha confiado en el centro vallisoletano y en dos comisarios que frisaban la treintena cuando Pijuan muere. Quería una mirada que refrescara la lectura del académico, que le dé a conocer a los jóvenes y satisfaga la nostalgia de los más veteranos.

Publicidad

«No es una antológica, es una exposición tesis», explica su hijo Joan Hernández Maluquer, quien está al frente del legado del pintor. Más de medio centenar de obras procedentes de colecciones públicas (MACBA, Reina Sofía, Diputación de Granada, Academia de San Fernando...), de entidades privadas (Sabadell, Caixa...), y de la propia familia, pueden verse en las salas 3, 4 y 5 del Museo.

Varias obras del artista en una de las salas. C. Espeso

La tesis se desarrolla en torno a la idea de la pintura como forma de conocimiento y el montaje de las obras para potenciar ese descubrimiento. «Nos hemos centrado en el último tercio de su carrera y hemos trabajado a partir del cuadro 'Señales 2', una especie de índice de todo lo que desarrolla en las obras seleccionadas», explica Hontoria. «No es una exposición cronológica, nuestra lectura se centra en su pintura esencial, despojada, en la que impera la línea, la repetición y la cremosidad del óleo, que desarrolla entre 1988 y 2005». Entre los cuadros de las paredes, en el centro de la sala se exponen los dibujos y grabados de Pijuan.

Montaje de una de las obras. Rodrigo Jiménez

«Mi padre se definía como pintor, no como artista. La mayor parte de su obra son óleos», cuenta Joan hijo. Llegó a dedicarse a la pintura en exclusiva tras varios oficios, «porque tener hijos y ser pintor era raro». En los setenta logró ser representado por galerías relevantes como Soledad Lorenzo en Madrid y Joan Prats, en Barcelona.

Publicidad

La tesis se desarrolla en torno a la idea de la pintura como forma de conocimiento y el montaje de las obras para potenciar ese descubrimiento

Nico Munuera (Lorca, 1974) se encontró con Pijuan en un curso en Blanca (Murcia). «Me apunté porque quería conocerlo, era finales de los noventa. Pero entonces yo había dejado de pintar por desánimo. Sin embargo con él me dieron ganas de ser pintor de nuevo al ver a una persona tan normal, ni estrambótico, ni egocéntrico, ni maleducado. De tan normal llamaba la atención por la calle», recuerda Munuera quien tiempo después Pijuan invitó a exponer con él en un ciclo llamado Relevo.

Habla de su amigo en presente, quizá porque su obra le trae al aquí y al ahora. «Veo que su legado influye en pintores de entre 25 y 30 años de hoy.Eso no pasa con otros. Se le tiene mucho respeto», dice Munuera.

Publicidad

Damaris Pan, ante uno de sus lienzos. C. Espeso

Las piernas de Damaris Pan

v. m. n.

Damaris Pan vuelve al Patio Herreriano esta vez con sala propia. Participó en 'Turno de réplica' (2021) exposición en la que los artistas emergentes convivían con figuras consagradas. Ella compartió espacio con Palazuelo, Maria Luis Fernández y Oteiza. El Patio Herreriano, en su labor de brindar oportunidades a artistas por los que apuesta, propuso hace un año a la vizcaina esta muestra que hoy es realidad. Cuadros de gran formato alternan con dibujos y esculturas conviven en la Sala 8 bajo el título 'OALDDILALV', un juego con las letras que componen Valladolid transformadas en nombre de rey.

«Trabajo con la materia, no con ideas. La experiencia de la materia me lleva al tema, en ese proceso una intución pasa a ser realidad. En este caso, las piernas, el boxeador, la predominancia de colores cálidos como el naranja y el rojo», explica la profesora de la Universidad del País Vasco. «Me muevo en dicotomías, la geometría y lo espontáneo, naif, ingenuo, entre el dibujo fácil y otro mucho más medido, calculado, entre lo gestual y lo contenido, lo expresivo y lo minimal».

Una decena de lienzos pueblan las paredes en torno al centro en el que Pan ha experimentado con las tres dimensiones. Sus primeras esculturas obedecen a la necesidad de verticalidad. «De esa búsqueda salió la columna», además de otras piezas en materiales tan variados como madera, poliuretano, escayola, arcilla y papel encolado, entre otros.

Los dibujos sobre papel al óleo dejan entrever su modo de trabajo en el estudio, «los personajillos que le acompañan». Compagina la creación con la docencia desde hace diez años. «Lo disfruto, hay gente que no le gusta, que lo hace para vivir. Yo disfruto mucho viendo los inicios, no hay fórmulas, no hay nada que enseñar, solo intento ayudar a que se desarrollen como artistas».

'Llaurats' está transida «por la idea de los signos, de la escritura primitiva, como la de los petroglifos, una suerte de preescritura abstracta que se acerca a lo conceptual y alcanza cotas poéticas sin llegar a entender. Es algo muy vinculado a la tierra, a lo ancestral», cuenta Nico. «Son signos humildes, sencillos parecen iguales apenas les diferencia un matiz. Es la belleza en el gesto mínimo que te traslada a otra manera de estar y conocer. Es el suyo un lenguaje muy personal. muy básico, repetitivo como un mantra». Como copias de un alumno castigado, se suceden los mismos patrones en la mayor parte de sus cuadros, círculos, topos, lineas quebradas, líneas onduladas. Parecen bicolores, sin embargo una mirada más cercana revela otras «vibraciones», apunta Joan, quien considera los cuadros «monolocores, era hombre de un solo color y de una pintura muy meditada». Pero los bordes del lienzo delatan una paleta más amplia, como si debajo de esa superficie pintada, a veces casi esculpida como discretos bajorrelieves, hubiera otros tonos, otros cuadros. Buena parte de sus lienzos suceden dentro de un marco que Pijuan pintaba, delimitando doblemente la superficie.

Uno de los lienzos de Hernández Pijuan. Rodrigo Jiménez

«Trabajaba con capas y capas de pintura, de tal manera que detrás de cada cuadro que vemos hay otros tres o cuatro. El que vemos es el resultado de su búsqueda, tras varios intentos. Quiere ponernos ante el proceso creativo», cuenta Munuera.

Publicidad

La Sala 3 recibe al visitante con las obras granadinas. Pijuan estaba fascinado por los motivos geométricos de La Alhambra y a partir de ellos concibe una serie dedicada a la figura y el fondo, luz y opacidad. Una estancia al fondo, a modo de capilla, ha sido pintada de gris para colgar las obras blancas en torno al fulgor de la luz.

En la Sala 4 cuelgan los óleos que dan nombre a la exposición, 'Llaurats' así como 'Signos 2', el cuadro que publicita y presenta la muestra. Obras de menos tamaño funcionan como apuntes, como ejercicio de exploración para las de mayor envergadura.

Publicidad

Un visitante observa una de las obras del artista catalán. R. Jiménez

La Sala 5 alberga los lienzos de mayor tamaño que son una buena representación de los diferentes prestadores que tiene la muestra. Frente a la entrada, al fondo, el cuadro de la Colección Arte Contemporáneo. Todas ellas se agrupan bajo la idea que expresó el pintor de 'un lugar conocido', que lo mismo sirve para sugerir un espacio seguro, cómodo, que su cualidad de perimetrado, limitado, dominado.

Hernández Pijuan fue maestro de pintores, primero en una academia, después en la Facultad de Bellas Artes, de Barcelona. «Cambió el plan de estudios. En vez de poner un bodegón o una escultura y que todos los alumnos la copiaran, él pedía que cada uno desarrollara sus temas. Dio muchas conferencias y seminarios», recuerda su hijo. Tímido y generoso, así le define Munuera para quien fue un maestro «del que aprendías sin que te diera ninguna lección, bastaba con estar con él, con hablar».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad