Peñafiel, con el castillo al fondo

Pintia, ¿Peñafiel?

Todo parece apuntar – incluida su estratégica ubicación en la meseta superior de la colina que domina el Duero y el Duratón – que aquel núcleo debió ser la Pintia de las Fuentes, la plaza hegemónica del valle

José Valín Alonso

Viernes, 5 de marzo 2021, 07:54

Ya desde el Siglo de Oro venía asumiéndose por las minorías «cultas» la identidad de Valladolid con Pintia, la ciudad vaccea mencionada por Ptolomeo (s. II). Poco puede extrañar, por tanto, que en el s. XIX se bautizara como Diario Pinciano el primer periódico ... de la capital del Pisuerga.

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Más recientemente, a finales del siglo pasado, el grupo de trabajo de la UVA liderado por Carlos Sanz Mínguez -- que con tanto acierto y profesionalidad ha venido desvelando los restos arqueológicos del pago de las Quintanas (Padilla de Duero, Peñafiel) -- propuso, con razonable aproximación, identificar la población aflorada bajo el yacimiento citado con la Pintia ptolemaica.

No obstante, algunos indicios y consideraciones lingüísticas relacionadas con el viejo topónimo, que paso a detallar, permiten algunas precisiones sobre la ubicación del famoso núcleo.

Comenzaré por la más conocida: La relativa a las Pinzas, unos cerros peculiares y de mediana altura pero con pronunciada pendiente que jalonan el valle del Cuco entre Peñafiel y Pesquera de Duero. Ha sido habitual relacionarlos con Pintia, aunque sin más fundamento que su cercanía fonética.

En una latitud algo más alejada, un singular monte gallego de Carnota (Coruña) recibe el singular nombre de O Pindo: Se trata también de una elevación no excesiva pero de notable pendiente. Curiosamente su denominación coincide con la de la cadena del Pindo, cordillera del norte de Grecia conocida desde la Antigüedad en la que el más destacado de sus picos, en Tesalia, estaba consagrado a Apolo y a las Musas.

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No lejos de allí, en la Tróade minorasiática, conocemos por Plinio la existencia de otro monte famoso, el Pindassus, que coincide en su raíz no solo con los anteriores sino con Pindenissus, la plaza fuerte y elevada señalada por Cicerón como uno de los principales bastiones de la Cilicia minorasiática.

Más cerca, en Roma, vuelve a aparecer otra elevación con una denominación que muestra un radical muy próximo a los anteriores: Pincio (< ¿Pinthius?) era una de las siete colinas romanas, la más empinada, cuyo nombre fue origen de conocidos adjetivos y sobrenombres como Pincianus.

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También puede contemplarse la misma raíz, con pequeñas modificaciones fonéticas en el Pentélico—mencionado por Cicerón como un monte griego del Ática—así como en otro conocido como Pentedáctilo, señalado por Plinio en el país de los Trogloditas.

Más al Oeste, en la montañosa Suiza, la antigua ciudad de Vindonissa –actual Windisch—asentada también junto a una prominente colina, evidencia por su paralelismo fonético con la citada Pindenissus una probable identidad toponímica vinculada al radical Pind /Vind. Radical que vuelve a mostrarse en el etnónimo de los Vindelici, el pueblo del Iliricum señalado por Horacio, que se extendía desde los montañosos Balcanes hasta la alpina Baviera, de la que conocemos por Justo Rufino su antiguo apelativo de Vindelicia.

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De vuelta a la Península Ibérica, cabe relacionar con ese conjunto de orónimos y topónimos indoeuropeos otras curiosas denominaciones concordantes en su radical: Por un lado la otra Pintia citada por Ptolomeo en el quebrado confín asturgalaico, muy próxima al famoso Mons Vindius, el empinado monte en el que se refugiaron los astures tras su derrota por los romanos, Y cabe suponer que el mismo radical debió emplearse para designar ciertas elevaciones en el mundo celtibérico, a tenor del nombre de Vindel , pueblecito conquense colindante con Guadalajara, cuyo elemento orográfico más destacado es un prominente cerro , el Pico de La Rocha, que destaca al lado del núcleo.

El conjunto de los términos antiguos y modernos que se acaban de señalar –Pintia, Pinzas, Pentelico, Pincio, Pindo, Pindassus, Pindenissus, Viindonissa, Vindius, Vindelicia y Vindel – relacionados directa o indirectamente con cierto tipo de montes o elevaciones, se muestran construidos sobre una raíz Pent/Pint/Pind/Vind que – con las variantes fonéticas dialectales afectando a las labiales (p/b/v) las dentales (t/d) y las vocales (e/i) – parece haber sido la designación indoeuropea de cierto tipo de montes. ¿Cual sería el sentido antiguo de aquella raíz?

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Sin espacio suficiente para extenderme aquí sobre la cuestión, cabe apuntar algunas de las razones que justifican su equivalencia con el sentido de «empinado, pendiente», desde el que pasaría a ser empleado –con los sufijos oportunos – como denominación habitual de un tipo de elevaciones empinadas así como de las poblaciones adyacentes a las mismas.

Baste señalar aquí las siguientes.

--En primer lugar, la constatación de la silueta marcadamente cónica o conoidal con empinadas laderas de no pocos de los cerros y picos cuyo nombre aparece construido sobre aquella raíz. Así se evidencia en el Pindo , las Pinzas o en Ubiña, la peña más destacada del antiguo Vindius astur, del que procede probablemente por evolución fonética romance. –En segundo lugar, la consideración sobre la incierta etimología –al decir de Corominas – de la palabra «empinar» y su precedente castellano, «pinar». Curiosamente Aebischer, sabio filólogo de Friburgo, relacionó (1928) ciertas voces con parecida apariencia y sentido, como pinus en el bajo latín de Cataluña, con una anterior Pindus que supuso de origen céltico, de la que procederían por asimilación del grupo consonántico nd como nn. Asimilación ya mostrada con anterioridad por Menendez Pidal. –Por último y como confirmación del supuesto fonético anterior, la pervivencia de pindio, arcaico adjetivo asturiano con el sentido de «empinado», viene a convalidar las consideraciones anteriores.

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Todas ellas conducen a suponer que bajo el nombre alto medieval de Peñafiel, Pinna fidelis, subyace un antiguo Pinda acorde con lo postulado por Aebischer y M. Pidal, que contendría la marca semántica de «empinada, elevación muy pendiente» y que habría sufrido la infección vinculada a su homófona latina, pinna, «almena», de la que procede el romance «peña» con su acepción de «risco, peñasco».

Si acercamos ahora la mirada a la silueta del prominente cerro sobre el que se asienta el castillo, se evidencia el característico perfil conoidal de los montes con fuerte pendiente que se denominaron en la Antigüedad como Pint /Pind/Vind y resulta difícil soslayar la presumible existencia de una población adyacente al cerro (o un castro asentado sobre el mismo, anterior a la actual fortaleza) que habría recibido el nombre antiguo de *Pint(ia) con evolución posterior a*Pind(ia) >*Pinda >*Pinna, de acuerdo con lo aportado hasta aquí.

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Todo parece apuntar – incluida su estratégica ubicación en la meseta superior de la colina que domina el Duero y el Duratón – que aquel núcleo debió ser la Pintia de las Fuentes, la plaza hegemónica del valle.

Por otra parte, la referencia que en el Itinerario de Antonino (S,III) se hace de una mansio o estación situada al otro lado del río y mencionada como Pintiam –es decir *Ad Pintiam, «hacia Pintia»— vendría a señalar la comunicación directa de dicha estación con el gran núcleo cercano con el que debió estar conectado, lo que indicaría la existencia de un puente primitivo, o al menos un vado que interconectase ambas orillas. Infraestructura que debió ser el precedente del puente actual que cruza el Duero por Peñafiel.

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Para finalizar, dos consideraciones complementarias.

Una vinculada a la apariencia fonética de la Pintia prerromana --construida sobre el radical Pint-- comparada con otros términos como Vindius, Vindel o Vindonissa, formulados sobre su equivalente Vind que presenta las oclusivas p y t sonorizadas como v y d. Conociendo que el celta sonorizaba las oclusivas pero no lo hacía la lengua vaccea que parece haber conservado la p inicial como el lusitano, todo apunta a que el antiguo núcleo del que se viene tratando correspondía a una fundación vaccea precéltica vinculada a los asentamientos arcaicos de aquella etnia .

La otra vendría a plantear algún matiz sobre la adecuada denominación del yacimiento excavado por Sanz Mínguez y el equipo excavador de la UVA que, en mi opinión, habría de nombrarse como Pintiae Quintana. Fórmula que, atendiendo al sentido latino del último término –que designaba el pago en que se ubica—vendría a ser equivalente al de «Mercado de Pintia».

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Propuesta voluntarista y ecléctica, si se quiere, pero que vendría a conciliar la más que probable dependencia del poblado ¿mercantil? de Las Quintanas respecto de la Pintia genuina y originaria que, a mi modo de ver habría de situarse aneja a la empinada colina donde hoy se asienta el Castillo de Peñafiel.

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