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José Luis Fernández de Lamadrid
Valladolid
Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:49
Mi amigo Augusto es barcelonés, como yo, comulgando ambos también en nuestro amor a España y en el hondo sentido militar que también compartimos. Augusto ha podido desarrollar en Afganistán, Siria, Líbano, Malí formando parte de las tropas allí destinadas esta devoción, compartiendo peligros ... e incomodidades con los soldados de España allí destinados, inmortalizando a sus compañeros de viaje y dejando huella artística perdurable de las acciones militares y humanitarias que honran a nuestro ejército.
El mundo intelectual de Augusto se nutre de tales vivencias y su fascinante inspiración galopa, como los corceles de sus mejores cuadros, en los campos de batalla de la historia de España que conoce e intuye como pocos.
Y la mejor prueba de todo ello es la contemplación de su obra, que se glosa de forma muy acertada en 'El pintor de Batallas' (Ediciones Escultura Histórica).
Personalmente siento una profunda delectación cuando observo en la representación pictórica de Augusto a Cervantes rodeado de llamas y herido, blandiendo espada y meditabundo en el bajel que era su morada en Lepanto. Y como no, me admira la composición del 'Milagro de Empel' que sirve de portada al libro.
El genio de Augusto, su trabajo, se convierte en pura estética, cuidadísimo detalle e impecable adecuación histórica en su magnífico 'Por España y por el Rey', o en 'El precio de la victoria'.
Pero donde grandes artistas se han detenido, Ferrer-Dalmau avanza y en la acción de las batallas, en el movimiento que recoge los instantes sublimes de la entrega heroica del soldado; la composición pictórica de este artista se encumbra y alcanza cotas inexploradas. Véase si no 'La División Azul, al asalto en el frente del Voljov', o la tremenda carga del 'Santiago y Cierra España', o el impresionante 'Donde muere mi caballo, muero yo'.
Y también esa dinámica creativa se muestra en espectaculares lienzos como en el 'Cuarto de Húsares', 'Tiradores de la Guardia Real', 'Farnesio a la carga', o 'La carga de Zumalacárregui'.
Ferrer-Dalmau ama los caballos, yo creo que nadie en la historia de la pintura ha pintado los caballos como lo hace mi amigo Augusto. El mundo, durante siglos, ha vivido a la velocidad del caballo, ese noble animal ha hecho progresar a la ecúmene en sus lomos. Su estampa es una constante en el fantástico laborar de ese monstruo prolífico que es Ferrer Dalmau. Sus noches están llenas de caballos. Conoce como nadie su anatomía, sus movimientos, sus aquietamientos y sus excitaciones. El jinete como excusa y complemento del hermoso bruto. Así en el comienzo del galope en 'La Degollá', elevado el corcel al protagonismo de 'La batalla de San Marcial' y el centro de 'La carga del Alcántara'.
Pintor profundamente mediterráneo, ya desde sus comienzos, se extasía con el puerto de Barcelona y con los barcos veleros, que tanto ama. Él y sus óleos navegan en la historia de España, que mucho ha ayudado a conocer y a veces a rescatar con sus cuadros. Bellísimos sus 'El Glorioso'y sobrecogedor 'El último combate'.
Nuevas aventuras esperan a Augusto, que dentro de pocas fechas viajará a Iraq para con su arte dejar huella de las hazañas de nuestros soldados en aquel país asiático. Nuevos retos y experiencias que sin duda contribuirán a que su constante capacidad para emocionarse con lo que ve, se vea reflejada en su arte y nos deleite una vez más con sus trazos pincelados.
Este gran patriota, catalán de rancio abolengo, estudioso de la historia militar, artista laureado, distinguido personaje de internacional reconocimiento, tiene una bandera que es marinera y que yo, erizados los cabellos, contemplo con orgullo y sobrecogida emoción en su cuadro, que es más suyo que ninguno 'Mi Bandera'.
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