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Jesús María Palomares, en el Colegio San Pablo. Henar Sastre
Palomares, de la Corte vallisoletana a los movimientos obreros

Palomares, de la Corte vallisoletana a los movimientos obreros

Trabajador infatigable el Catedrático de la UVA desarrolló una amplia bibliografía en siete líneas de trabajo que van desde San Pablo, la Orden de los Dominicos y el Duque de Lerma hasta el ferrocarril

Pilar Calvo Caballero

Sábado, 19 de octubre 2024, 12:13

Dominico e historiador definen los 91 años de Jesús María Palomares (Herrera de Pisuerga, 1931) y vallisoletano por vecindad. Tras licenciarse en la Facultad de Teología de San Esteban de Salamanca, en Valladolid se licenció en Historia, fue profesor (1965) y se doctoró (1969). Pasó a Santiago de Compostela, donde fue Secretario General, Catedrático (1979) y Decano (1980-1982), y volvió en 1982 como Catedrático. Dirigió el Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América (1982-1984) y asumió responsabilidades al servicio de la Universidad: Secretario General (1984-1996), vocal del Consejo Social (1985-1996) y de la Comisión de Garantías (1999-2004); Consejero (2000) y Vicepresidente del Consejo Escolar de Castilla y León desde 2001 y nacionales (Asesor de Convalidaciones del Consejo de Rectores, 1976-1977; Vocal del Patronato del Museo Nacional de Escultura (1997-2008) y Director del Gabinete del Secretario de Estado de Universidades, 1996-1997). Una trayectoria premiada con la Medalla de Oro de la Universidad de Valladolid (1997) y Premio de su Consejo Social 2001, académico de San Quirce (1992) y de la Real Academia de la Historia (1995).

Los centros de interés de su investigación variaron según las tendencias historiográficas, liderados con proyectos, congresos y publicaciones, pero siete persisten en el tiempo y cifran su mayor aportación. El primero desde 1962, eje de su tesis doctoral en torno al convento de San Pablo, que fructificó en 'San Pablo Monumental' (1962), 'El Convento de San Pablo' (1970, reeditado en 2023) y el 'Patronato del Duque de Lerma sobre el convento' (1970). Hasta 2021 prosiguió su estudio, del Colegio de San Gregorio, los dominicos en Galicia y los franceses emigrados.

Suma otros tres en los años setenta. Participó del interés por la prensa, escuela en el Departamento vallisoletano, contribuyendo entre 1972-1983 con publicaciones sobre la literatura josefina en las imprentas vallisoletanas e hispanoamericanas (1500-1900), la prensa gallega y sus libros 'Imprenta e impresores de Valladolid en el siglo XVIII' (1974) y 'Rasgos nacionalcatólicos. La revista Reinaré en España, 1934-1970' (2017). Entre 1975-1986, la beneficencia: 'El Hospicio de Pobres y la Real Casa de la Misericordia', 1724-1847 (1975) y el de Santiago. Entre 1985-2004, 'Castilla y León: su regionalismo' (1900-1936) y la región desde 1923 hasta su autonomía y Estatuto.

A las tres 'p' (pobres, presos y prostitutas), la potente historia social suma el mundo obrero en los ochenta. En este quinto se adentra (1984-1996) en coautoría de monografías sobre las 'Comisiones de Reformas Sociales y la condición obrera en El Ferrol, Valladolid y La Coruña (1984-1986)'; en solitario, 'El Socialismo en Castilla: partido y sindicato en Valladolid durante el primer tercio del siglo XX' (1988), los 'Círculos Católicos ferrolanos, la conflictividad (Santiago, Segovia, Barruelo de Santullán y Palencia) y el Instituto de Reformas Sociales'.

El sexto desde los noventa, la historia política con eje en Valladolid. De Felipe III (1978) y Valladolid, 1900-1931' (1981) a La Dictadura de Primo de Rivera (1993), II República, (1996), Guerra Civil (2001) y El primer Franquismo (2002), la política municipal, 'Diócesis, ferrocarril, fiestas y conmemoraciones. Palencia desde el 98 y la Guerra Civil' (2002) y dirige la 'Historia Contemporánea de Burgos'.

El séptimo marca las dos primeras décadas del siglo XXI, la educación: retoma su estudio de la Universidad; el sistema educativo del XX, el movimiento estudiantil de los sesenta y las tres monografías de los colegios mayores vallisoletanos.

En suma, una trayectoria trenzada por sólidas líneas de investigación, replicadas por medio centenar de tesis y tesinas dirigidas, y receptiva a toda solicitud de divulgación histórica, sirva 'Un siglo en la vida de la ciudad desde el escaparate de Ambrosio Rodríguez, 1898-1998', o su magisterio en el cambio de nombres de las calles por la memoria histórica.

Distintas generaciones de estudiantes y compañeros compartimos sus enseñanzas; la puerta de su despacho siempre estaba abierta y sus consejos daban en diana. Lecciones profesionales y de vida, en tándem con Teófanes Egido. Ambos velaron por hacer convivencia en el departamento, nos acompañaron en nuestras alegrías y desgracias familiares, y nos regalaron su humor, que tuvieron y mucho, sobre todo cuando salía el affaire de la mili en las Chafarinas. No quiero distraerme en mis recuerdos, agradecida con su ejemplo y magisterio, sin señalar otro rasgo de su semblanza. El de trabajador infatigable. Catedrático Emérito Vitalicio desde 2002, hizo honor a su nombramiento. A diario, temprano y hasta media mañana reclamado por sus funciones en San Pablo, podíamos encontrarlo en su despacho de la Facultad, del que solo le apartó el covid. Siguió acudiendo al archivo y publicando pese a su progresiva pérdida de visión. Ni se jubiló de historiador ni de dominico. En San Pablo, con impecable hábito blanco, le pudimos hallar todas las mañanas desde las 12:30 y otras tantas tardes hasta casi sus últimos días. Fue un dominico comprometido, un universitario cabal y un maestro para tantas generaciones.

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