![Sombras y unicornios](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/03/22/murak-kziG-U2101894038671SJB-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Completando un círculo presumiblemente zen, el origen de la última novela de Murakami está en el comienzo de la obra de Murakami. Lo explica el autor en el epílogo del libro: durante la pandemia recuperó la idea de un cuento de 1980 que reelaboró después ... en su segunda novela: 'El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas'. Los lectores del japonés recordarán que ese libro transcurre en dos universos y uno de ellos es una ciudad amurallada y fantástica poblada por unicornios y hombres que han sido despojados de su sombra. Ese es el territorio que Murakami reconstruye, amplía y depura en esta novela cuarenta años después.
La ciudad y sus muros inciertos Haruki Murakami. Trad.: Juan Francisco González Sánchez. Editorial: Tusquets. 560 páginas.
Lo hace cambiando la fantasía por la filosofía –el libro es en cierto modo un 'crossover' entre Platón y Miyazaki– y apuntalando en ese sentido trascendente algunos de los grandes asuntos de su literatura. Entre ellos, la relación entre realidad e irrealidad, leve refutación de García Márquez incluida, o la naturaleza del tiempo como mera convención. Reforzando esa sensación de reinterpretación controlada, todo el universo Murakami –adolescentes, fantasmas, gatos, sueños, bosques, Beatles, bibliotecas– es convocado a la novela, se diría que para ser abrillantado por el lado del sentido.
El libro comienza con el innominado protagonista recordando el suceso que ha marcado su vida: a los diecisiete años se enamoró de una chica que desaparecería para siempre tras confesarle su pertenencia a una ciudad amurallada en la que de algún modo habita su verdadero yo. A partir de entonces, su existencia se convierte en la mezcla de aislamiento y estoicismo de tantos personajes de Murakami y, como tantas otras veces, la narración se bifurca en planos paralelos. En su madurez el protagonista consigue viajar a la ciudad amurallada (esta vez los unicornios tienen funciones de mantenimiento y se relaciona la muralla con una pandemia) y reencontrarse con su amada. A partir de ese viaje inicial, la novela construye los mundos existentes: entre ambos universos se da una especie de relación especular que no permite tanto el viaje como el desdoblamiento. Una segunda parte en la que el protagonista se traslada a una pequeña ciudad del interior de Japón donde trabaja como bibliotecario (en la ciudad amurallada lo hace leyendo sueños) es quizá lo mejor de un libro extenso que afronta el reto de que la acción sea mínima y los personajes escasos mientras que el escenario es por momentos desmesurado por el lado ontológico. Sin embargo, ni siquiera esa llamativa pretenciosidad autoimpuesta consigue que a Murakami le deje de funcionar su principal virtud literaria: el encanto absolutamente particular de su escritura.
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