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La literatura confía en que estar frente a un pelotón de fusilamiento agiliza la mente. Sabíamos que en tal situación el coronel Aureliano Buendía recordó la tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo. Y ahora sabemos que lo que ... hace el joven cónsul belga en el Congo Patrick Nothomb es sumergirse «en el núcleo duro del presente» y tener frente a sí sus 28 años de vida. Así comienza 'Primera sangre' –nada que ver con el clásico de David Morrell–, la breve novela en la que Amelie Nothomb reconstruye la vida de su padre. Más concretamente, la parte de la vida de su padre en la que aún no era su padre. Primero, su temprana orfandad y una infancia dividida entre el rigor del abuelo materno y la excentricidad salvaje del abuelo paterno: un aristócrata dueño de un castillo ruinoso en el que no es infrecuente que los niños de la familia se mueran de hambre. Después, una juventud más o menos literaria, el enamoramiento con la hermosa Daniele, la madre de la autora, y el comienzo de una carrera diplomática que lo lleva al Congo, país que acaba de lograr su independencia.

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  • PRIMERA SANGRE AMÉLIE NOTHOMB. Traducción:Sergi Pàmies. Anagrama. 147 páginas. 19 euros.

En 1964, trabajando como cónsul en Stanleyville, Patrick Nothomb fue uno de los 1.500 rehenes apresados por las milicias rebeldes del este del país. Transformado en negociador durante un penoso cautiverio que duró meses, el diplomático esquivó mientras pudo el fusilamiento en gran medida por puro malentendido: los rebeldes le veían hablando con su líder y eso les hacía pensar que el líder preferiría fusilarlo personalmente.

Esa suerte de humor negro y liviano domina una novela brevísima que tiene algo de concatenación de anécdotas familiares que van adquiriendo con los años una textura esencial y legendaria. La narración se cierra con el joven prisionero haciendo una apelación al nacimiento de una posible tercera hija, o sea, al nacimiento de Amelie Nothomb. De ese modo se cierra el círculo biográfico. La autora ha explicado que empezó con esta novela tras la muerte de su padre al comienzo del confinamiento y que su intención era escribir el libro que su padre nunca escribió. Lo hace de un modo muy peculiar: utilizando a su progenitor como narrador en primera persona, pero transformándolo en uno de sus personajes. Además de algunos secundarios vivamente extravagantes, eso es lo más llamativo del texto: la conversión de Patrick Nothomb en una criatura estilizada en la que todo es vicisitud y muy poco es conflicto. La literatura de la autora belga funciona así. Es radicalmente ensimismada. Esta novela cuenta la historia del padre y lo hace cediéndole la voz y el protagonismo, pero en la portada aparece como siempre Amélie Nothomb, esta vez posando extática entre algunas bayonetas.

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