La novela sin final de Almudena Grandes o cómo terminar la obra cuando muere su autor
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Los creadores dejan obras inconclusas que otros completan, versionan y reciclan, y a veces rehacen y distorsionanreportaje ·
Los creadores dejan obras inconclusas que otros completan, versionan y reciclan, y a veces rehacen y distorsionanluisa idoate
Viernes, 14 de octubre 2022, 00:27
'Todo va a mejorar'. Así se titula el libro póstumo de Almudena Grandes (1960-2021) que se ha publicado esta misma semana Lo tenía muy avanzado. Estructurado por completo en un cuaderno, como solía hacer. No es algo frecuente. Los creadores suelen dejar obras ... inconclusas sin instrucciones. La muerte causa muchos abandonos, al igual que la economía, la política, el desinterés, las tendencias y vanguardias, y las crisis personales y artísticas. Lo inacabado es a veces la marca del autor, su indicador creativo; y la prueba de que no desea o logra continuar un trabajo. Motivos aparte, esas incipientes piezas pueden permanecer sin terminar, inspirar obras nuevas y reconvertirse en series, sagas y 'best sellers'. ¿Es lícito concluir lo que el artista no pudo o no quiso terminar? ¿Es legal completarlo si pidió destruirlo? ¿Cuánto añadido soporta una autoría: el 30%, el 50%, el 80%..? ¿En qué momento debemos eliminar la firma original? Para algunos lo importante es que el resultado funcione; otros rechazan rentabilizar las obras póstumas a cualquier precio.
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El valor de lo finito evoluciona con el tiempo. En el Renacimiento, los trabajos pasan de mano en mano. Giulio Romano termina 'La transfiguración' de Rafael Sanzio (1520); Tiziano remata 'La Venus dormida' de Giorgione (1510); y Miguel Ángel abandonaba sus creaciones «por temor a que pudiera parecer menos que perfecto», dice Vasari. «La obra está acabada cuando el artista quiera que lo esté», proclama Rembrandt. La ortodoxia del siglo XIX tacha lo pulido de excelencia y lo abocetado de negligencia; y arremete contra la transgresora 'Olympia' de Manet (1863), icono de las vanguardias opuestas a la imitación. Las encabezan los impresionistas, que otorgan al esbozo estatus de obra completa.
La literatura inacabada tienta a continuarla. Charles Dickens muere en 1870, sin dar directrices sobre su novela por entregas 'El misterio de Edwin Drood'. La completa Thomas P. James en 1873: dice que se la dicta el fantasma del escritor. Su amigo espiritista Arthur Conan Doyle la da por buena, y los expertos la desacreditan por la abundancia de americanismos. Un siglo después, Rupert Holmes la adapta para el cine en el musical 'Drood' (1985), donde el público elige por votación al asesino que Dickens se llevó a la tumba.
Está «muy mal», «con fiebres», escribe. Jane Austen muere en julio de 1817. Deja 12 capítulos de la novela 'Sanditon'. Intenta culminarlos su sobrina Anne Austen Lefroy, alrededor de 1845-55, pero desiste y olvida en el cajón su manuscrito. James Borg lo compra en una subasta en Sotheby's Parke Bernet en 1977; y Mary Gaither Marshall lo recupera y publica en 1983, en una edición limitada de 500 ejemplares de Chiron Press (Nueva York). Le lleva medio siglo de delantera en el mercado la recreación de Alice Cobbett 'Somehow Lengthened' (1932), que incorpora al original tramas y protagonistas. En mayo de 2022, Cosmo TV estrenó la segunda temporada de 'Sanditon', la adaptación para la pequeña pantalla de la historia que Austen apenas comenzó y amenaza en convertirse en saga.
Muchos relatos póstumos se publican contra la voluntad del autor. Virgilio (70 aC) pide destruir su inconclusa 'Eneida', pero el emperador Augusto, que la encargó, ordena difundirla. Frank Kafka (1883-1924) no acaba 'El desaparecido' (conocida durante mucho tiempo como 'América'), 'El proceso' y 'El castillo' porque no le gustan; los leemos porque su amigo Max Brod traiciona su mandato de quemarlos a su muerte. Vladimir Nabokov pide hacer lo mismo con 'El original de Laura', que sus herederos editan y los críticos consideran pobre. La historia se repite con 'El jardín del Edén' y 'Al romper el alba', de Ernest Hemingway.
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«Si otros retomaran Tintín, lo harían quizás mejor, quizás peor, pero una cosa es segura: lo harían de otra manera, y entonces ¡ya no sería Tintín!» Su creador, Hergé, muere en 1983. Pide a su mujer, Fanny, defender el personaje sin concesiones. Por eso la Fundación Hergé imprime inacabado su último cómic: 'Tintín y el Arte-Alfa' (1986). No valida las versiones de Yves Rodier, de 1986 y 1991; ni la entrega online 'Breaking free', de 1989, de Jack Daniels; ni 'Tintín en el Nuevo Mundo' (1993), de Frederic Tuten. Sí permite a 'Le Monde' celebrar el 70 cumpleaños del personaje con 'Objetivo mundo' (1999), de Didier Savard, protagonizado por un periodista del rotativo apodado Tintín. Y, a pesar de las querellas judiciales, no evita la venta en internet del viaje de turismo sexual de 'Tintín en Tailandia' (1999), reivindicado por Bud E. Weyser.
Nieto y albacea de Agatha Christie, Mathew Prichard pacta con la editorial Harper Collins resucitar a Hércules Poirot con 'Los crímenes del monograma' (2014), de Sophie Hannah. «Su idea para la trama era tan adictiva y su pasión por el trabajo de mi abuela fue tan fuerte que tuvimos la certeza de que había llegado el momento de escribir una nueva novela». Aunque no airea los trapos sucios de la alta sociedad victoriana ni transcurre en lujosos hoteles, barcos y trenes, tiene el ritmo y tono de la autora, dicen los editores. Si aparece Poirot en escena, la historia sigue siendo de Agatha Christie, rebaten los admiradores de la escritora.
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Arrastra años de obras y polémicas. Gaudí comienza la Sagrada Familia de Barcelona en 1883. Muere en 1926. La continúa su discípulo Domènec Sugrañes, según documentos y maquetas que se queman en la Guerra Civil. «No se puede continuar porque no existen planos; todo lo que se haga son improvisaciones», protesta una carta en 'La Vanguardia' el 9 de enero de 1965. La firman Le Corbusier, Camilo José Cela, Jaime Gil de Biedma, Joan Brossa, Antoni Tapias, Joan Miró, Salvador Espriu… «Sin él, la obra queda falseada y disminuida», dicen. Y preguntan: «¿Un edificio se puede terminar sin el arquitecto que lo concibió?» Hoy muchos cuestionan cuánto hay de Gaudí en el templo que atrasa de nuevo su inauguración, porque se costea con las entradas de los visitantes, caídos en picado por la covid. «Lo fundamental para la construcción se mantuvo y los sucesores se solaparon entre sí, transmitiendo la visión genuina del creador», defiende Jordi Faulí i Oller, actual director del trabajo. «Estamos construyendo un proyecto interpretado».
La misma controversia se plantea en la música. A la Sinfonía número 8 de Schubert la llaman 'Inacabada' (1822). Unos señalan que la abandona por la sífilis y otros, por componer la 'Fantasía del viajero'. En 1928, Frank Merrik gana el concurso mundial de la Columbia Records para finalizarla en el centenario del compositor. Los intentos por concluirla se suceden: Brian Newbould (1983), Anton Sohonov (2007), Robin Halloway (2011), Anthony Goldstone (2015). Lucas Cantor la remata en 2019 con un algoritmo de Huawei. El revuelo es inmediato. Unos lo ven artísticamente superfluo. Los más beligerantes le achacan falta de calidad, emoción, estilo y todo lo que pueda recordar a Schubert. ¿Realmente hace falta tocarla? ¿No está bien así?, plantean.
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En septiembre de 2021, la orquesta Nexus dirigida por Guillaume Berney interpreta en Lausana (Suiza) 'Beethoven ANN. 10.1', compuesta por inteligencia artificial sobre unos presuntos fragmentos de su décima sinfonía. El violonchelista Florian Colombo impulsa el proyecto que 'enseña' a la Red Neuronal Artificial (ANN, por sus siglas en inglés) a completar en unas horas la melodía. «Lo importante no es el resultado, sino el proceso», dijo Berney. ¿Hay algo de Beethoven en ello?
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