Maryse Condé. EL NORTE
Un ángulo me basta

Narradoras de raza: Maryse Condé, Rachel Cusk y Emilce Acuña

Las tres autoras coinciden en las librerías con sus últimas obras

Fermín Herrero

Valladolid

Viernes, 24 de febrero 2023, 00:27

Más allá del componente autoficcional en el que suele asentar sus narraciones, la canadiense Rachel Cusk, criada en Los Ángeles y afincada en Londres hasta que hace unos años se mudó a París, siempre me ha impresionado por su instinto narrativo, una cualidad ciertamente difusa pero que se tiene o no se tiene. Me sucedió con el primer libro suyo que leí, 'A contraluz', y con el último, 'Segunda mano', así como con los tres intermedios: 'Tránsito', 'Prestigio' y 'Despojos'.

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El que ahora presenta, como los anteriores, Libros del Asteroide, 'Un trabajo para toda la vida', título muy revelador, muestra la cruda visión, de primera mano, de la maternidad, a modo de crónica personal en directo. Cuando se publicó en Inglaterra a principios de siglo provocó una agria polémica. Fue tachado de sórdido, deprimente y odioso; incluso, según la contraportada, «un famoso columnista llegó a solicitar que los servicios sociales se hicieran cargo de los hijos de la autora», hijas, en su caso. Seguramente este es el motivo que la indujo a añadir una segunda introducción a la que ya llevaba la primera edición, en la que, más que justificar, lo que sería absurdo, comenta las posibles causas de tan desmesurada reacción.

La maternidad, ciertamente, se toma más como tarea que como ventura y desde el punto de vista, casi claustrofóbico, de la madre, con lo que conlleva de cerrazón egocéntrica, pero la crudeza sin paliativos, y en verdad creo que no solo realista sino real, no es óbice para que la autora nos obsequie con su característico humor, más bien esquinado, cuando no negro, para qué engañarnos, sostenido por una ironía sana, en particular cuando se la aplica con saña a sí misma, casi siempre. La escena del grupo de lactantes exploradoras del aséptico extrarradio londinense, un no lugar residencial, no tiene precio. O, por poner otro, entre los muchos hilarantes, el episodio del primer biberón que intenta encasquetarle a su hija para paliar en parte la esclavitud de tenerla pegada al pecho a todas horas: «Va a dárselo su padre, porque nos han recomendado que no sea la propia traidora quien cometa la fechoría, sino un asesino a sueldo».

Como de costumbre, Cusk disecciona a fondo, con el escalpelo de su prosa precisa, afiladísima, los matices ocultos de sensaciones, sentimientos y estados de ánimo, entre el amor máximo y el rechazo absoluto, que van surgiendo a medida que se cumplen las diversas etapas, desde el embarazo, de la crianza inicial, de lo que llama «régimen de clausura», una especie de infierno hiperbólico, confinada en sí misma. A veces se apoya, para apuntalar los temas, en obras clásicas, en paráfrasis que se agradecen, al ser un respiro, como una liberación, también para el lector, del agobiante encierro en el «lodazal doméstico». Acude desde 'Madame Bovary' a 'Anna Karenina', de 'Jane Eyre' a 'Por el camino de Swann', pasando por novelas menos conocidas, pero muy interesantes, de Olivia Manning, Edith Warton, D.H.Lawrence o Frances Hodgson Burnett.

A diferencia de Cusk, la antillana Maryse Condé, otra narradora de mucho fuste, aspirante habitual al Nobel, concibe sus novelas casi como una sinfonía, a la antigua usanza, a la manera decimonónica: narrador omnisciente y minucioso, trama muy bien trabada, lineal con los 'flashbacks' pertinentes, construcción consistente de personajes. Rasgos que caracterizan también su última novela (el original es de 2021) 'El evangelio del Nuevo Mundo', como las cuatro anteriores publicada en hermosa edición y con traductora de lujo, la poeta Martha Asunción Alonso, por Impedimenta.

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De entrada, siguiendo igualmente las pautas clásicas, se presenta el espacio en el que va a transcurrir preferentemente la historia, que luego se diversifica en numerosos lugares: la isla La Martinica, un departamento de ultramar, el territorio predilecto de la autora, natural del archipiélago de Guadalupe. Y comparece el protagonista, recién parido por Maya que, con el padre en paradero desconocido, no tiene más remedio que abandonarlo en una cabaña. Un nacimiento como el del portal de Belén, pero en chungo: los tres Reyes Magos, por caso, son otros tantos borrachines pendencieros. El bebé recibe el nombre de Pascal (mucho más tarde se bromea con 'Pensamientos', el genial libro del filósofo, cuando un devoto discípulo de esta particular reencarnación del Mesías publica el libro 'Los aforismos de Pascal') y luego el alias de «Cardamomo», por la especia, y desde sus orígenes es un 'loser' nato, del bando genuino de los perdedores.

Con el armazón bíblico explícito ya desde el título, Condé, dueña como decíamos de un mundo narrativo sólido, nos ofrece otro de sus novelones, trepidante, de lectura absorbente, que tiene dentro, además, una narración iniciática, otra de aventuras viajeras, e incluso de anticipación, siempre con un sesgo socio-político trufado de criollismo y mestizaje, guiado en su conjunto por una intriga pseudo-policiaca. Todo ello con remansos líricos en algunos pasajes y con el toque de exotismo étnico y cultural (hinduistas iluminados, rastafaris, mondongos, harapientos de favelas) marca de la casa, aderezado por amoríos y affaires de Pascal, sus problemas con las mujeres; denuncia inclusive del mal, imposible de extirpar del corazón humano, del racismo y el tráfico de personas, rebeliones, masacres… ¿Quién da más sin recurrir a truquillos e inanidades bestselleristas?

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Los tres libros comentados. EL NORTE

Emilce Acuña es una escritora argentina que desconocía por completo. Según la solapa del libro, ejerce como maestra en un lugar remoto de su país, en concreto en Doyle, Partido de San Pedro, de donde procederá seguramente el paisaje pampero, neblinoso, de la portada, más idóneo imposible, fotografiado por la propia autora. Esta circunstancia me ha hecho recordar a uno de los, a mi juicio, grandes poetas actuales en español, casi desconocido también por estos lares, y por aquéllos, me temo, Alejandro Bekes, residente en Concordia. He llegado a la novela de Acuña 'Tordos' por que contaba con el aval del premio Ciudad de Salamanca fallado el pasado otoño, a tenor de algunos de los últimos galardonados, igualmente gozosos descubrimientos para mí, una garantía absoluta de buen hacer y calidad narrativos.

Me imagino que el espacio en que transcurren los hechos, al cabo protagonista último de 'Tordos', un poblado de provincias con su consecuente comunidad social cerrada, será un trasunto del sitio donde la novelista trabaja como docente. Sea o no así, no cabe duda de que conoce bien el percal de estos lugares «donde todos saben tu nombre», con lo que eso conlleva. La tranquilidad rural («acá nunca había pasado nada») la rompe de entrada la desaparición y asesinato de una adolescente, cuyo caso debe resolver Agustín Fonseca, un policía forastero, que huyó de la capital y es, a su vez, narrador principal en primera persona periférica, otro de los aciertos de la novela. Metido a detective por la coyuntura, advierte ya en el arranque del argumento, desde un rinconcillo de su casa con vistas a la «inmensa llanura», abrumadora y opresiva: «Tal vez escribo la historia de este pueblo como una despedida».

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La prosa de Acuña es tersa y eficaz, está dotada de una plasticidad de índole cinematográfica notable y de una sencillez muy bien conseguida, salpicada por añadidura de hermosos argentinismos: 'boludez', 'pasto', 'quilombos', 'linyera', 'a los tumbos', 'así nomás'… Más allá del suspense para descubrir al culpable, de la duda de si se resolverá el misterio o quedará para siempre prendido de la memoria popular como una maldición sobrenatural que de cuando en cuando se cierne sobre todo poblacho, interesa desmenuzar el infalible dicho «pueblo chico, infierno grande», amasado por chismes, habladurías, envidias y rencores, aún peor para las mujeres, claro, según constata con crudeza la madre de la víctima.

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