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Quienes se acercaron a él hallaron un despliegue monumental de saberes. Narciso Alonso Cortés (Valladolid, 1875-1972) enarboló a lo largo de su vida un ... espíritu renacentista que abarcó la historia, la biografía, la literatura, la gramática, la poesía, el teatro, el periodismo y, con especial entusiasmo, la docencia.
Una placa en su caserón de la calle Núñez de Arce recuerda que allí vivió la mayor parte de su existencia, y en un piso de la calle Felipe II le alcanzó la muerte un 19 de mayo de 1972, cuando contaba 97 años. Tuvo asiento de académico en la RAE, fue biógrafo de José Zorrilla y estudioso del Valladolid cervantino y de la Corte de Felipe III, catedrático y director del instituto Zorrilla, investigador insaciable, trasladó su conocimiento a instituciones académicas locales y ofició como entregado cronista de la cultura vallisoletana.
El 11 de marzo se cumplirá el 150 aniversario de su nacimiento, efeméride que ha llevado a varias entidades a elaborar un programa de actos con vistas a actualizar un legado enciclopédico aún pendiente de mayor conocimiento y estimación en el ámbito académico y social. Porque más allá de su nombramiento como hijo ilustre en 1916 y de ser recompensado con la Medalla de Oro de la Ciudad en 1955, su figura y su obra han quedado desleídas en la neblina del tiempo. Como huella pública en Valladolid, el instituto de Secundaria al que da nombre en el barrio de Pajarillos Altos, una escondida calle en La Rubia y un busto en piedra en el jardín romántico de la Casa de Zorrilla. Exiguos testimonios que ejemplifican el 'apagón' en torno a una figura estancada en los márgenes pese al impacto que tuvo como agitador de la identidad cultural de su ciudad y de Castilla.
«Pocos vallisoletanos son, incluso hoy, conscientes de la existencia de un personaje como don Narciso, un intelectual sólido, misceláneo, riguroso e innovador», reconocía el escritor y periodista Tomás Hoyas en un texto de acercamiento a su biografía. A la docencia dedicó el erudito una parte importante de su vida. Durante doce años dirigió el instituto Zorrilla donde formó a generaciones de alumnos. Venerado como 'don Narciso', su docencia fue más allá de sus aulas, extendiéndose a los manuales de gramática castellana, lengua y literatura publicados en casi medio centenar de ediciones, siendo guía de alumnos y profesores de centros educativos en España y en países de Latinoamérica.
«Su 'Gramática elemental de la lengua castellana' o su 'Preceptiva literaria' son ejemplo de una abundantísima bibliografía de manuales de textos que conocieron múltiples reimpresiones que el autor solía gestionar con imprentas locales», expone Paz Altés, responsable del servicio de publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, desde donde se ha mantenido viva la llama de un autor «polígrafo», recuperando y publicando actualizaciones de sus obras.
Académico de número de la Real Academia de Lengua Española nombrado en 1945, lo fue así mismo de la de su ciudad, la de Bellas Artes de la Purísima Concepción. También presidió el Ateneo de Valladolid en un tiempo por cuya tribuna desfilaron la poeta y Premio Nobel Gabriela Mistral, Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán o Blanca de los Ríos como representantes de la primera línea literaria de la épcoa.
Implicado en la fundación de la Sociedad Castellana de Excursiones, la Asociación de Estudios Históricos Castellanos y la 'Revista castellana', Narciso Alonso Cortés promovió el conocimiento de Castilla a través de su patrimonio y su folclore. El impulso del regionalismo fue otra de sus máximas. «Lo primero que debemos exigir a nuestros políticos es que obliguen a conseguir para Castilla», proclamaba el 23 de mayo de 1931. Diez años antes, con motivo del 23 de abril, señalaba que «la derrota de los comuneros produjo inmediatamente, y bien se puede decir que con ello murieron las libertades castellanas, el menoscabo y aún la esclavitud de los municipios, el agotamiento de la vida regional».
Alumno suyo fue Luis López Álvarez, autor del himno 'Los comuneros'. «Fue un intelectual volcado en un proyecto cultural de ciudad, recuperando la historia de Valladolid a través de la literatura, construyendo identidad de ciudad dentro de la castellana y la española; estaría bien no olvidarlo», arguye el historiador de la Universidad de Valladolid Celso Almuiña.
En su vertiente más política, se distinguió por su apoyo a Miguel de Unamuno cuando en 1924 fue desterrado a Fuerteventura, presidió la Agrupación al Servicio de la República, mostró su apoyo a la república de 1931, sintiéndose después defraudado ante el devenir de la segunda etapa. «Fue un adelantado de la cultura castellana –asevera Almuiña–, un intelectual regeneracionista con la mentalidad de la Institución Libre de Enseñanza y comprometido con su tierra».
Durante la Guerra Civil sufrió amenazas de muerte, y fue depurado siendo suspendido de empleo y sueldo por su pertenencia al Partido Radical Albista de Lerroux y su afinidad con la Liga de los Derechos Humanos. Tras un recurso de alzada, se consiguió que le restituyeran todos sus cargos. Uno de sus diez hijos fue asesinado por los republicanos en Paracuellos del Jarama.
La de principal estudioso y divulgador de la obra de José Zorrilla es otra faceta que le reportó notoriedad. 'Zorrilla, su vida y sus obras' fue una de sus publicaciones cumbre en su abundante catálogo. Alonso Cortés se convirtió en el principal valedor para que la Casa Museo del autor de 'El Tenorio' siga en pie, convenciendo en 1917 a las autoridades de la época de la necesidad de adquirirla. Igualmente trascendental fue su intervención en la pervivencia de la Casa de Cervantes, de la que fue fundador y director. Tan decisivo fue su clamor contra el abandono ruinoso del inmueble en 1909 como su mediación con el marqués de la Vega Inclán, mecenas vallisoletano, pionero e impulsor de los paradores en España, y del hispanista Huttintong para comprar a través de una fundación las edificaciones del Rastro donde en la actualidad se asienta la casa museo.
Una fotografía en la que aparece el rey Alfonso XIII saliendo de la Casa de Cervantes, y a sus espaldas el marqués de la Vega Inclán junto a Alonso Cortés, ilustraría para la posteridad el quehacer del erudito como muñidor de la recuperación de un edificio que personifica en la ciudad el halo cervantino que tanto influjo tuvo en él. Como descubridor de documentos del autor del 'Quijote' en el rastreo de archivos, valiosas aportaciones históricas que nutrirían algunas de sus obras como 'Cervantes en Valladolid' o 'Casos cervantinos que tocan a Valladolid'.
Su inclinación a profundizar en el conocimiento y revelación de lo más cercano le llevaría también a reconstruir el ambiente de la Corte de Felipe III en la capital del Pisuerga, donde se darían cita Cervantes, Quevedo, Lope de Vega o Hernando de Acuña, investigaciones que detallaría en 'Noticias de una corte literaria' en 1906. También sobre el ambiente cortesano que impregnó la urbe cuando la realeza ocupó la capital del Pisuerga, narraciones que el portugués Tomás Pinheiro da Veiga plasmó en su 'Fastiginia' y Alonso Cortés tradujo.
Pero si hay una obra monumental en su producción es su 'Miscelánea vallisoletana', siete tomos publicados entre 1912 y 1944, un compendio de hechos históricos y sus personajes, desde los autos de fe a estancias y vicisitudes de Lope de Rueda o Fray Luis de León en la ciudad. Valiosas por su manejo documental son sus biografías sobre Espronceda, el poeta gongorino Juan de Tassis enterrado en Valladolid; de Hernando de Acuña, general vallisoletano y poeta del 'dolce stil nuovo'; de Martínez Villergas, vate local de la sátira política, o de Vidal Aza, figura del teatro cómico.
Como convencido defensor de la lengua castellana, mostraba su preocupación por la progresiva pérdida de integridad del idioma en una entrevista realizada por Fernando Altés en El Norte de Castilla –el diario de cuya plantilla formó parte– en 1966, cuando contaba 91 años: «Pierde pureza todos los días pero no porque se hable mal, sino por la adopción cada vez mayor de neologismos tremendamente absurdos». Frugal y modesto en sus hábitos cotidianos, en la misma conversación confesaba su sorpresa por estar vivo todavía. «Me encuentro de veras bien, me levanto pronto, y leo, releo, este placer estupendo de la relectura... y como ha visto, también escribo algunas cosas».
En ese baúl de letras y voracidad de conocimiento hubo también cabida para la poesía. Estrenó 'La mártir' en 1895, Francisco Pino se refirió a él como «poeta de la tierra» y como «poeta de Castilla» le definió Antonio Machado en un poema a él dedicado. «En tu árbol viejo anida un canto adolescente / del ruiseñor de antaño la dulce melodía./ Poeta, que declaras arrugas en tu frente, / tu musa es la más noble: se llama Todavía», reza una de las estrofas.
Al elogio de su poesía se sumaría Gerardo Diego en su libro 'Briznas' (1907) reconociéndole «la plenitud de su talento de entera armonía con los gustos de un modernismo templado (...) y alguna vez elevándose a una interpretación que podríamos llamar simbolista del paisaje y de la vida». Extensible fue también la admiración que expresó el vate a su labor como crítico de arte y literatura, calificando su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción como «el mejor texto de la historia de la crítica de arte y literaria desde el romanticismo hasta los últimos ismos en vísperas de la Primera Guerra Mundial». Seducido por las tablas, se aficionó desde joven a las representaciones, y con el tiempo, a investigar los orígenes de la dramaturgia local. Como autor estrenó la comedia dramática 'Amaranto' en el Teatro Esañol de Madrid en 1920, con la que cosecharía éxito en funciones en diferentes provincias. También publicó 'El teatro en Valladolid en el siglo XIX'.
Uno de los proyectos del programa conmemorativo a lo largo de este año incluye la representación de 'Amaranto' el próximo verano en el jardín de la Casa de Zorilla a cargo de la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid. «Es una obra que contiene parte de su ideario regionalista castellano; Alonso Cortés era muy moderno», remarca Pedro Ojeda, coordinador del programa Valladolid Letraherido e involucrado en la organización de los actos del 150 aniversario de su nacimiento, en la que participan el Ayuntamiento, la familia Alonso Cortés, la Casa de Zorrilla, el Archivo Municipal, la Casa de Cervantes, la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, el Ateneo, el Instituto Zorrilla y Amigos del Teatro.
«Alonso Cortés no es alguien del pasado, decimonónico, era radicalmente moderno, con una mentalidad avanzada y vocación de entrega a la ciudad, un regenarionista», aprecia Pedro Ojeda, persuadido de que la imagen de erudito – «que es lo que fue»– le encasilló en exceso, arrinconándolo como materia de estudio exclusiva de especialistas.
Un homenaje en la Feria del Libro, conferencias y debates sobre su herencia intelectual, una ofrenda floral el 11 de marzo en el Panteón de Ilustres donde está enterrado, una placa de homenaje en el busto colocado en la Casa de Zorrilla serán algunos de los actos que en los próximos meses recordarán el hacer en torno a la cultura más próxima de una figura que ha permanecido solapada. «Corresponde a la ciudad devolver a las grandes personalidades lo que fueron y dieron a la ciudad. Y Alonso Cortés fue una de ellas», concluye Ojeda.
Intelectualidad aparte, fue pionero del ciclismo local en los años finales del siglo XIX. En 1895 se creó en Burgos la Unión Velocipédica Nacional, de la que fue vicepresidente. Participó en carreras y colaboró en publicaciones como 'Valladolid Ciclista' y 'Veloz Sport'.Aunque también utilizó la bicicleta para dar rienda suelta a su vocación investigadora: a ella se subió visitando pueblos de Burgos y Palencia en pos de canciones tradicionales y romances, folclore castellano. Con todo ello publicó en 1906 'Romances populares de Castilla' o los 'Pliegos de villancicos de los siglos XVII, XVIII y XIX', como recordaba su nieta Victorina Alonso Cortés en 'Valllisoletanos. Semblanzas biográficas'.
En 2018, con motivo del bicentenario del nacimiento de José Zorrilla, el Archivo Municipal recibió el fondo documental de Alonso Cortés integrado por más de 15.000 títulos, completando donaciones que había realizado él mismo a lo largo de los años aportando a la Casa de Zorrilla documentos, primeras ediciones de sus obras, periódicos e impresos desde el siglo XVI hasta el XX. «A lo largo de su vida recopiló miles de libros y documentos, le interesaba todo, tocó todo», recuerda su bisnieta Mariola Alonso Cortés. «No era muy hablador, pero sí muy escritor. A los hijos que vivían fuera de Valladolid, los escribía casi a diario».
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