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Tres días después del asesinato de once israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, Israel bombardeó las bases de la OLP en Siria y Líbano, pero este fue solo el preámbulo de la operación 'Cólera de Dios', empresa encubierta con la que el ... gobierno israelí, a través de comandos del Mossad, pretendió eliminar a todos los implicados, directa o indirectamente, en la masacre. El film de Spielberg (con guion de Eric Roth y Tony Kushner, quien firmaría también el de 'Lincoln', la otra gran película del cineasta en los últimos quince años, y responsable de la adaptación de la inminente 'West Side Story') narra el despliegue de uno de estos comandos, explorando bajo el envoltorio del suspense temas del más hondo calado existencial.
El central sea acaso la porosa frontera que separa la justicia y la venganza, y cómo esta termina por imponerse a aquella. Porque ¿cuál habría sido la respuesta justa? No desde luego el terrorismo de Estado, aun en el caso de que numéricamente los eliminados fueran los mismos que los atletas asesinados. Esta es la justicia del Antiguo Testamento (ojo por ojo y diente por diente), que no es justicia en absoluto.
En determinado momento. Avner, el líder del comando (un muy bien elegido Eric Bana), comparte un cigarrillo con un militante de Septiembre Negro, y de la conversación se deriva la paradójica pero esencial identidad de las motivaciones de ambos. Lo cual no quiere decir que las dos posiciones se equiparen moralmente, sino que la violencia, factor central, difumina las circunstancias, las anega y espiraliza (el film concluye con un ilustrativo plano de las Torres Gemelas, que da a entender que ni mucho menos 'Cólera de Dios' finalizó al darle carpetazo).
Esta lucha de contrarios entre lo que gubernamentalmente debe hacer y lo que siente termina –no es el único– por desgarrar a Avner, quien a medida que avanza el film es presa de un sentimiento de culpa y, sobre todo, una paranoia crecientes. Muta así de anteponer el Estado a la familia –«Ahora tu madre es Israel», le dice al comienzo su mujer embarazada– a moverse y plantarse en función de ella. Siendo Spielberg el cineasta nuclear de la familia, la vindicación que hace aquí de ella es más sutil y desgarrada, pero no menos afirmativa, que la habitual en él.
Además del de la familia, el otro gran agente motor de la trama es la figura del padre. Avner ha sido contactado por Golda Meir y hecho líder del comando no por su trabajo como guardaespaldas, como le dice, sino por ser hijo de quien es. El padre, ex Mossad, es una sombra que permea todo el film sin aparecer nunca, y Avner quiere emularlo, superarlo, aun no de forma consciente. Por otro lado, el director del grupo que suministra al comando los nombres de los objetivos árabes, y que vive apartado en la campiña francesa con una copiosa familia, se hace llamar 'Papa' (hasta la barba y los lentos ademanes recuerdan a los de un pope ortodoxo).
Tras una transgresión de las reglas de obtención de información, Avner es llevado ante él, y este le pide en efecto que lo llame Papa, a lo que el soldado se niega: «Ya tengo un padre». Cuando más tarde el hijo de Papa aboga por romper relaciones con el comando, Papa lo reconviene, y decide seguir con él porque respeta a cualquiera que le diga que ya tiene un padre. ¿Y cuál es la canción que suena en el coche en que esperan dos miembros del comando a que detone un artefacto, y que tararea el conductor?: «Papa was a rolling stone». Que es lo que son todos ellos, cantos rodantes sin domicilio, como el padre de Avner.
Desplazamiento que los lleva a Roma, a París, a Atenas… Pero la cinta está muy lejos de ser un film-postal. Las localizaciones están muy presentes, pero como fondo de la acción, nunca se imponen ni distraen de ella, y es una acción manejada con un pulso ajustadísimo, tanto en las escenas más agitadas como en las más reposadas.
En conjunto, 'Munich' combina lo mejor del saber técnico de Spielberg (que es mucho) con un enfoque moral inédito, de una grisura –una riqueza– que lo eleva por encima de otros títulos más célebres y celebrados, como 'El color púrpura' o 'La lista de Schindler'.
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