![El mirlo y la metáfora del cautiverio](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202102/26/media/cortadas/NF0JH4Q1-kVFC-U130634548472AyC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Las cosas se han precipitado». El arranque, que pudiera ser el de una novela de ciencia ficción, en realidad es el comienzo de la primera entrada de un diario. Un diario que se abre el jueves 12 de marzo de 2020. El día de la ... estupefacción.
Como si se tratara de algo que sucedió mucho, mucho antes, el autor de 'La metáfora del mirlo' recuerda con exactitud, casi con delectación, lo que había hecho el día anterior al confinamiento: la participación en un acto en el que la sala «presentaba uno de esos llenos que son para recordar»; en el que «después de la mesa redonda hubo saludos, abrazos, besos». Con un pequeño espacio para la reflexión: «Núñez de Arce es uno de esos hombres que en la historia literaria y en la política lo fueron todo durante décadas y hoy es solo un vago recuerdo».
Así se desarrolla todo el libro: entre las vicisitudes de la nueva realidad, la perplejidad ante la magnitud de los hechos y el recurso de la intimidad y la cultura como último refugio. Todo cubierto por ese velo poético que caracteriza siempre la obra de Pedro Ojeda (Valladolid, 1963), autor de innumerables trabajos filológicos y de libros de poemas como 'Esguevas' (2013), 'Echo al fuego los restos del naufragio' (2014) o 'Piel' (2015). La contraposición entre la incredulidad ante lo que sucede –«en las farmacias también han desaparecido algunos fármacos y no se puede encontrar ni mascarillas ni guantes ni gel desinfectante»– y el gozo por el hallazgo de un tiempo valiosísimo, recuperado para la respiración y la escritura.
Y permanentemente, en medio del relato, la voz rotunda de la Naturaleza: «Buscando el sol de marzo, / florecen los ciruelos / por no mudar costumbre. / En soledad contemplo / la vida, que reclama / a la luz sus derechos». Y a su lado la voz de la memoria, compañera inseparable del cautiverio: «Frente a la casa en la que fui niño, praderas de cebada salvaje sobre la que me tendía para ver pasar las nubes del verano». Y el recuento del ser: «Hoy, día del padre, recuerdo al mío. ¿Cómo había vivido esto quien pasó por tantas cosas y las superó para entregarse a la familia?»: casi una declaración generacional. Y la duda: «Cuando pase todo, ¿habremos aprendido?».
La acción de esta pequeña novela en forma de diario se termina el 25 de mayo de 2020. «Hoy hemos entrado en la fase 1 (…) la libertad de movimientos avanza rápidamente (…) sin embargo, no deberíamos confiarnos…». Han sido solo dos meses, pero en este tiempo el escritor, el hombre, se ha transformado. Ya no reconoce el mundo y quizás ni siquiera se reconoce a sí mismo. Anochece y a pesar de las noticias optimistas, la duda se ha convertido en recurrencia: «Quién sabe cómo transcurrirán los próximos meses, incluso si yo mismo pueda enfermar o morir». El final de esta historia la estamos escribiendo todavía. Cada uno a nuestra manera.
La metáfora del mirlo. Pedro Ojeda Escudero. Editorial Eolas Ediciones&Menos Lobos. 188 págs. 15,20 euros
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