Ilustración del libro de Ana R. Cañil.

La mirada de los viajeros foráneos

Castilla y León, a los ojos de los escritores extranjeros

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 22 de abril 2022, 00:11

Hasta hace no tanto el prólogo del viaje era la lectura. Los libros, lo que los demás decían del lugar, alimentaba tópicos y prejuicios pero también dejaba un poso de información. De la curiosidad del viajero y el lector nacen recopilaciones tan curiosas como la ... de José García Mercadal que, a mediados de los cincuenta, recopiló los 'Viajes de extranjeros por España y Portugal desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX' y se ha convertido en una joya bibliográfica. Julio César inaugura una serie que cierran Trosky y Simone de Beauvoir casi cinco mil páginas después, según la edición de la Junta de Castilla y León (1999).

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En esa línea, el mismo editor, Agustín García Simón, responsable de un sello abandonado desde que Mañueco preside la comunidad, publicó 'Castilla y León según la visión de los viajeros extranjeros', una lectura asequible e ilustrada con grabados antiguos y fotografías de Santos Cid.

El Duque de Saint-Simon describe Lerma y su arquitectura esperando a «la Corte de España, que marcha con la lentitud de las tortugas». Theophile Gautier sufre el frío burgalés y disfruta de «una de las catedrales más hermosas del mundo, aunque desgraciadamente, como todas las góticas, está empotrada entre una muchedumbre de innobles construcciones». El francés no es lengua que dominen en la fonda por lo que tuvieron «que chapurrear el castellano y desgarrarnos la garganta con la endemoniada letra jota, sonido árabe y gutural que no existe en nuestro idioma». Por su parte George Borrow aprecia que la principal iglesia de Valladolid –«un edificio muy vasto, de granito sin labrar»– está inacabada. «Es una ciudad fabril pero su comercio está en manos de los catalanes, establecidos en número próximo a 300». Edmondo De Amicis llegó entusiasmado a Valladolid: «Sentía simpatía hacia el nombre» y «no podía pensar en sus calles sin que viese pasear por ellas a Góngora, Cervantes, Leonardo de Argensola y demás poetas». Sin embargo en 1872 se encuentra con «una población, que un día fue de cien mil almas, reducida a 20.000. Prestan alguna vida a las calles principales los estudiantes de la Universidad y los viajeros de paso a Madrid». Le dio tiempo a percibir «una notable diferencia entre el acento de aquella gente y el de los catalanes: más limpio y argentino aquí, con gestos más suaves y la expresión más viva». Ycontinúan cientos de apreciaciones de los ilustres peregrinos por las nueve provincias.

Ana R. Cañil acaba de publicar 'Los amantes extranjeros' (Espasa), otro viaje acompañada de textos ajenos. Ya en el prólogo advierte de la elección «aleatoria» de los libros y de la premisa de que «España no formaba parte del 'grand tour'» con el que todo europeo educado del XIX culminaba su formación. En la particular vuelta que da Cañil a España hace dos paradas en Castilla y León, en Segovia y en la Maragatería.

La ciudad del acueducto aparece en 'Presencia de España', de Jan Morris, y en el 'Diario de viaje a España', de Wilhem von Humbolt. La autora se admira de la recuperación de la judería y la recorre acompañada del profesor de inglés de Cándido, Fernando Martorell Oliver. En la Maragatería se detiene a leer a Borrow y a Ford, como todos los ingleses, reconocidos por ser «curiosos impertinentes». Entre los rostros «esencialmente godos» se fijan en el arriero, el que lleva las reatas de mulas. Especialmente famosos son los de San Román, «casi todo el comercio de la mitad de España está en manos de los maragatos». Borrow recorrió España vendiendo biblias y dejó un libro ponderado por Azaña como «no solo verdadero sino revelador».

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