La emocionante banalidad del mal
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Gabriel Montoya 'Baby' / 'Nos vemos en otra vida' (disney+, 2024)Secciones
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Gabriel Montoya 'Baby' / 'Nos vemos en otra vida' (disney+, 2024)Ao 2004. Gabriel Montoya, un quinceañero sin oficio ni beneficio, mata las horas diciendo tonterías y compartiendo porros con los colegas. Vive con su madre y hermanas en una zona deprimida de Avilés y de vez en cuando visita a su padre en la cárcel. ... Tiene un ojo caído, juega a la videoconsola y no hay trabajo que le dure dos días. Como tantos otros chavales de barrios grises, en los primeros años de su biografía Gabriel no tiene más maestra que la calle.
Gabriel Montoya, 'Baby', fue el primer condenado por el atentado yihadista más grave perpetrado en suelo europeo. Entre el polen marroquí de un canuto fumado en Asturias y la dinamita que segó en Madrid casi doscientas vidas durante la mañana del 11 de marzo de 2004 se mueve 'Nos vemos en otra vida', la miniserie de Disney+ que cuenta la historia de 'Baby'. La suya y la de José Emilio Suárez Trashorras, un minero retirado que se cruzó en su camino para enredarlo en una espiral de consecuencias letales.
Los dos lideran 'Nos vemos en otra vida', la gran revelación serial española en lo que va de año gracias a su capacidad para moverse a ras de suelo, en el vuelo bajo de lo concreto. Los hermanos Sánchez-Cabezudo adaptan el libro publicado por Planeta en el año 2016, un largo reportaje escrito por el periodista Manuel Jabois a partir del sumario del juicio del 11-M y de las entrevistas que logró a hacerle a Gabriel después de varias negativas.
Una de las principales virtudes de la adaptación consiste en trasladar al lenguaje audiovisual el estilo seco, directo y descriptivo que Jabois imprime a su obra. Los Sánchez-Cabezudo –y los guionistas que colaboran con ellos, especialmente los también hermanos Pablo y Daniel Ramón– dramatizan los hechos sin aditivos pero con depurado sentido de la emoción y aprovechan el poder del suspense hitchcockiano, que aquí consiste en que el espectador conoce de sobra las consecuencias trágicas de los sucesos -bastante mundanos en su mayoría- que tejen el relato.
Todo gira alrededor de ese núcleo, el maldito 11-M, que nunca llega a verse en pantalla pero que siempre está en la cabeza de quien mira y escucha. Solo así puede entenderse la emoción en estado de puro de una escena como la del supermercado en el que los terroristas compran los macutos, mochilas y pilas que emplearían en su atroz ataque. El pasaje resume la apuesta estética de los creadores, que resuelven la situación con una sola y larguísima toma mientras los productos desfilan uno a uno por la cinta de la caja.
No hay énfasis en la miniserie, sino una mirada distanciada y observadora. Eso sí, el uso de varios tiempos en la narración ayuda a elevar la ambición moral del dispositivo. Lo que en el libro de Jabois se ramifica en varias direcciones y personajes en la miniserie se ancla a la figura de un 'Baby' con varias edades: el niño que acompaña a un padre maltratador y delincuente en varias de sus andanzas, el adolescente que se mete en el lío que cambiaría su vida y el joven que intenta reconstruirse y que termina confesándose a un insistente periodista.
Su punto de vista es esencial y guía buena parte de la representación, especialmente mediante la 'voice-over' compuesta por los actores Roberto Gutiérrez y Quim Àvila. Las palabras que brotan de sus bocas se corresponden, por un lado, con el testimonio durante el proceso penal y, por otro, con las revelaciones hechas en los encuentros con Jabois, impregnando al conjunto de una dimensión más rica y al personaje de unas aristas más complejas.
Con todo, 'Baby' no sería un protagonista tan memorable sin la figura de 'el Minero', un villano fascinante, un engatusador de carne y hueso y carisma irresistible. Su presencia, cargada de verdad interpretativa por el actor Pol López, es tan atrayente que los Sánchez-Cabezudo se olvidan en un momento dado de sus andanzas para entregarle como contrapeso un capítulo a las víctimas vivas del 11-M. La concesión sirve para que sus palabras durante el macrojuicio permitan entender el daño que causó el virtuosismo de Trashorras para esa banalidad que a menudo explica la naturaleza profunda del terror.
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