Ellie, la esperanza adolescente en 'The last of us'

Poca gente, además, le ha tratado con amor. Así que Ellie se conduce por la vida llevada por los impulsos propios de la edad, varios traumas importantes y una desconfianza infinita. También es consciente de la responsabilidad que supone su especialísima condición, un tesoro que Joel (Pedro Pascal) debe proteger mientras atraviesan, desde Boston y en dirección Oeste, medio país.

El viaje, salteado de seres infectados –e infecciosos– y de grupos violentos de variada condición, constituye la premisa de la adaptación seriada de uno de los videojuegos más célebres de la historia. Una adaptación cuya fidelidad se atribuye en parte a la implicación como productor y guionista de Neil Druckman, director del juego original. Su talento se sumó, por cierto, al de Craig Mazin, creador de la serie y máximo responsable de aquella joya audiovisual que fue 'Chernobyl' (HBO, 2019).

De ahí ha brotado una obra sobresaliente en términos formales y un rotundo éxito de audiencia para la HBO. La lujosa recreación del apocalíptico y caótico universo que se desata en el capítulo de arranque posee atractivos formales que explican una atracción tan masiva. Sin embargo, el relato tiene mucho más. Sobre todo, humanidad.

Una humanidad que coloca a la serie más cerca de 'Estación Once' (HBO, 2021) que de 'The Walking Dead' (AMC, 2010-2022). Parece mentira en un argumento de supervivencia, pero los conflictos más atractivos de 'The Last of Us' son los de relación entre personajes y los internos de cada uno de ellos, especialmente por la paciente construcción de Ellie y de Joel.

Se antoja difícil permanecer distante a sus pasos, los den juntos o por separado. Él, un buscavidas hacendoso y de carácter seco, está condenado a la más absoluta soledad tras los dos capítulos iniciales. Ella, ya se ha dicho, es una descreída a la que no le queda nada. Las pérdidas sufridas por ambos, tanto familiares como románticas, saltean el metraje con precisión quirúrgica y dejan claro que el otro es la única razón de peso para seguir adelante en un mundo desolador.

La química entre dos seres heridos que deben recorrer buena parte de un país donde la ley es frágil y la violencia lo contamina todo es uno de los ingredientes más jugosos de la serie. Bien pensado, 'The Last of Us' tiene algo de western en una temporada audiovisual que ya nos dejó el regalo de 'The English' (BBC/Amazon Prime, 2022), producción que convertía el amor en bálsamo durante los viles tiempos de la conquista del Oeste.

El amor, ay. El amor que brota incluso en tiempos coléricos se ramifica gracias a la habilidad de Druckman y Mazin para sacarle todo el jugo a desvíos que, como el tercer capítulo, se despliegan de forma autónoma mediante otros personajes. Ese episodio se ha convertido en una de las piezas más singulares de los últimos años y encaja como un guante en una propuesta que, de forma general, plantea que la supervivencia física también depende de la afectiva, porque, en el fondo, son la misma cosa cuando de personas se trata.

Ellie lo sabe. O, más bien, termina sabiéndolo cuando comprende que la principal motivación de su aventura junto a Joel no es tanto salvar el mundo como salvarse mutuamente. Algo que Joel tendrá que aceptar también cuando se le planteen dilemas que tienen un calado enorme.

Qué gran pareja hacen. Y qué ganas de volver a verlos juntos en medio del caos.