Novelista, periodista, poeta, Marta del Riego (La Bañeza, León) posee sin lugar a dudas un lenguaje propio, una voz singular. Un acento que interpela al lector y le remueve en sus fibras íntimas cada vez que se acerca a su escritura. Así ha sucedido, sobre todo, con sus tres novelas aparecidas hasta la fecha: 'Sendero de frío y amor' (2013), 'Mi nombre es Sena' (2016) y 'Pájaro del noroeste' (2020). Y así sucede también, tal vez con una fuerza superior, en su libro de poemas 'Flores de sangre sobre la hierba', publicado por Eolas.
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La belleza y el deseo, con su hermano de leche, el dolor, ocupan de principio a fin este libro, pleno de nervio y sensibilidad. Un libro que pone sobre el papel las ansias, las inquietudes, las perplejidades, las sublimaciones de un espíritu desbordado y montaraz. Casi el diario poético de un hada de sustancia antigua y lengua contemporánea, que vive su memoria en un mundo inquietante y, seguramente, al borde de la extinción.
«Ya sabes que la belleza hace posible el sexo. / La belleza hace el sexo sexo», dice Anne Carson en el frontispicio del libro. Y con esta hoja de ruta la protagonista de 'Flores de sangre sobre la hierba' nos habla del amor y del sexo, nos habla de la pura vida inventando un lenguaje que tiene tanto que ver con las pulsiones del cuerpo como con las inquisiciones del alma; con la fuerza de la Naturaleza como con el ímpetu indomable del espíritu humano. Un mundo de campos de maíz, ovejas, «vacas y jatos y percherones de crines largas» donde todo lo intenso, lo verdaderamente definidor, sucede siempre lejos, «bien lejos del fuego del hogar». Un universo en el que se diluyen definitivamente las fronteras entre la voluptuosidad y la urgencia, entre el dolor y el placer como dos caras de una misma moneda.
Arañazos, quemaduras, cicatrices, «pequeñas heridas que tardan en curar» para hablar de esa guerra sin cuartel que es el deseo. Un espacio en el que el cuerpo se confunde con el mundo: un mundo de belleza oscura, que adolece de todo aquello que no sea la primacía absoluta de la sed de belleza. Una guerra de sangre donde el amor se siente, se mira, se toca, pero sobre todo se huele. Un campo de batalla de maleza mojada, donde se confunden la carne, los fluidos, la tierra, la leche agria, la herrumbre, el humo y el líquido amniótico.
Una insólita teoría del amor, la que Marta del Riego desgrana en este libro. Amor como pulso enajenado, como sed de vida frente a la oscura, secreta y permanente presencia de la muerte. Amor bronco que chasquea como bosque seco. «Dientes de zorro sobre nuca de tórtola». Gotas de sangre, al fin, en la afirmación de una existencia de mujer sobre la tierra húmeda del tiempo.
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