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Esperanza Ortega
Sábado, 23 de marzo 2024, 00:23
«Donde habite el olvido/ allí estará mi tumba», decía Bécquer en una de sus 'Rimas', pero sus versos bien podrían haberse aplicado a Margarita Ferreras (Alcañices 1900-Palencia 1964), una de las poetas más injustamente olvidadas de nuestra historia reciente. Pocos incluyen su nombre ... entre las escritoras de la Generación de la República, que en la actualidad están siendo rescatadas por la crítica y los lectores. Y es que su vida azarosa se sumió en un agujero negro tras la Guerra Civil. Él último que dejó constancia de haberla visto fue M. Altolaguirre, editor de su único libro, 'Pez en la tierra' en 1932. Altolaguirre se la encontró en Valencia en 1937, nerviosísima, con un pasaje para marcharse de España. Y allí se perdía su pista, hasta que se encontró una tumba en el cementerio de Palencia en donde figuraba su nombre y el año de su muerte: 1964. ¿Dónde, cómo, con quién vivió Ferreras sus últimos 25 años? Muy poco sabemos.
La personalidad de M. Ferreras poco tiene en común con el modelo de joven intelectual, amiga fraterna de los poetas del 27. No, ella no fue aceptada como una más en aquellos ambientes, porque no era una más. Si bien pertenecía a una buena familia -hija de un interventor de hacienda y sobrina del político y periodista José Ferreras, corresponsal de El Norte de Castilla, a los 18 años entabló una relación con el famoso libertino Álvaro de Retana, autor de novelas eróticas y letrista de cuplés.
Fue Retana quien le animó a que desarrollara su vocación de cantante, actriz y bailarina. Años más tarde, ya es amante nada menos que de un grande de España, Fernando de Baviera, primo del rey. Pero lo sorprendente es que, en aquel ambiente de vida «entretenida», Margarita Ferreras escribió poemas a un tiempo eróticos y místicos, de una profundidad y delicadeza que hacen enmudecer a los lectores actuales. El título de su libro, 'Pez en la tierra', ilustra su situación en el mundo, apartada del medio que necesita para ser ella misma, aunque en una acasión manifestara con ironía que el título aludía a la forma de moverse el cuerpo femenino mientras hace el amor. No, no era una muchacha inocente Margarita Ferreras, aunque tampoco encontremos en ella ni un atisbo de vulgaridad. Benjamín Jarnés insiste en el prólogo que escribió para su libro: «Su erotismo nunca puede ser trivial, menos fangoso, porque apunta a las estrellas; es un erotismo cósmico, sus jadeos son los mismos del corazón de la tierra».
Quizá se refería a versos como estos: «Revoloteas/ como una mariposa,/ con un alfiler grande/ atravesando el cuerpo./ ¡En el arranque de la nuca/ el agua fría del deseo!». Aunque también encontramos otros que quieren seguir la senda de Juan R. Jiménez: «Ni argolla ni dogal/ quiero ser en amor./ Prefiero seguir/ la lección de la rosa./ Si una mano me hiere/ le daré el aroma.»
Pero un comportamiento como el suyo le apartaba incluso de las llamadas 'sinsombreo', así que no es raro que no la acogieran de buen grado en el Lyceum Club o en la Residencia de señoritas, donde, a pesar de todo, llegó a leer sus versos. Margarita era un caso aparte, demasiado extravagante para su época ¿Y dónde terminaban las artistas de vida extravagante? Pues terminaban en el manicomio. Si no, vean la vida de tantas, desde Camille Claudel, pasando por Eleonora Carrington o Alejandra Pizarnik. Americanas como Sylvia Plath, italianas como Amellia Rosselli neozelandesas como Janet Frame o incluso vallisoletanas como Angelita Santos, todas fueron sometidas a tratamientos psiquiátricos.
Y no es que no tuvieran su punto de desequilibrio mental, pero imaginen dónde hubiera parado Dalí, por ejemplo, si hubiera sido mujer. Margarita pasó por ese calvario ya antes de la Guerra, cuando fue recluida por su madre en una clínica mental. Desde allí escribía a Unamuno: «Llevo dos días tirada en la cama y sin poder dormir, fatigadísima y con mucha angustia, como si me apretaran el corazón fuerte, fuerte». Y desde el manicomio de Palencia fue trasladada a la tumba en la que hoy descansa. Desde entonces, su voz parece fundirse con la de Safo de Lesbos, cuando dice de sí misma: «Muerta yacerás, sin recuerdo ninguno de ti, porque no participas de las rosas, invisible, incluso en el Infierno». Pero la poesía verdadera es de un material muy resistente, que persiste incluso donde habita el olvido, y hoy vemos como la mejor Margarita Ferreras nos habla de nuevo, sin duda porque, como decía Benjamín Jarnés en el prólogo que la dedicó: «La legítima obra poética es siempre un reo que se defiende callando».
1. 'Pez en el agua' fue reeditado en 2016 en la colección Torremozas, con introducción, edición y notas de Fran Garcerá, con datos sobre su vida y documentos de un gran interés.
2. Posteriormente, su tumba fue encontrada en el Cementerio Pan y Guindas de Palencia por la profesora Lola Fidalgo. Hasta allí había sido trasladada desde el manicomio de San Luis. Lola Fidalgo, con el Círculo Literario Margarita Ferreras de Alcañices, ha organizado varios homenajes. El 14 de marzo la Universidad Popular hizo una ofrenda floral con lectura de poemas en el cementerio de Palencia y en la Fundación Díaz Caneja Esperanza Ortega impartió una conferencia sobre la vida y la obra de Margarita Ferreras.
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