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Fotograma de la serie. EL NORTE
Personajes en serie

'La maravillosa señora Maisel': la reina de la comedia

«La serie, todo color y aparente ligereza, es como una pastelería que administra con milagrosa proporción las dosis de azúcar»

michi huerta

Valladolid

Viernes, 8 de abril 2022, 00:59

La comedia es una cosa seria. Quien la practica se expone, un suponer, al guantazo de un matón impelido por el amor y por no sé qué diablo. Da igual que lleven la voz cantante sobre los escenarios: los bufones siempre han tenido una profesión de riesgo. Y a veces el precio que pagan tiene un fuerte calado personal, como le sucede a la maravillosa Midge (Rachel Brosnahan) de la producción de Prime Video.

Conviene, sin embargo, despejar equívocos desde el principio: no conozco lugar más confortable en los vastos parajes de la serialidad reciente que 'La maravillosa Sra. Maisel'. Los conflictos de su protagonista, una cómica divorciada en el Nueva York de los años cincuenta y sesenta, se siguen con gozo. La serie, todo color y aparente ligereza, es como una pastelería que administra con milagrosa proporción las dosis de azúcar.

De hecho, resulta admirable la vitalidad con la que Midge busca su lugar en un mundo profesional tan masculino y en el ambiente doméstico de su familia judía de clase acomodada, excéntrica y tirando a conservadora. Porque, para hacernos una idea, su propia madre le espeta en la tercera temporada que, para ella, «la comedia y la prostitución son exactamente lo mismo». Casi nada.

Así que la señora Maisel hace malabares para equilibrar su condición de cómica nocturna, hija incomprendida, madre en apuros, ex de un marido al que le atan demasiados lazos y clienta de una ruda representante pletórica de flaquezas. Eso sí, la protagonista soporta el enorme peso de su existencia gracias a un arsenal de vestidos de tonos pastel, sofisticados sombreros y sonrisas encantadoras.

Tampoco anda huérfana de ingenio, ágil y afilado. Se nota a la legua que su creadora, la guionista y directora Amy Sherman-Palladino, bebe de la filmografía más nostálgica de Woody Allen –con 'Días de radio' ('Radio Days', 1987) a la cabeza– pero girando la tuerca de ciertas premisas, pues el protagonismo recae aquí sobre una mujer coqueta y atractiva sujeta a unas raíces bastante más cultivadas.

Supongo que Allen, referente de un humor judío y punzante, se sentiría fascinado por la inolvidable puesta en escena de la discusión que mantienen –primer capítulo de la cuarta temporada– buena parte de los personajes, encerrados en sus respectivos vagones de la noria del parque de atracciones de Long Island. La secuencia es un prodigio de comedia del más alto nivel y sirve para que los habitantes de la ficción adquieran la información necesaria que detone la nueva tanda de episodios mientras el seguidor de la serie refresca su memoria sobre la anterior.

Esos minutos sobresalen gloriosos en la oferta serial de los últimos meses. El ritmo, la planificación, la dirección de actores… todo funciona con una precisión asombrosa mientras se paladean diálogos tan brillantes como el del suegro de Midge cuando le grita a su nuera: «¡600 metros de altura… no es buena idea decirle a un judío que le han timado!». A lo que ella replica: «¿Y es una buena altura para un católico?».

'La maravillosa Sra. Maisel' brilla en lo coral y en la vitalidad con la que rememora una época y un lugar. Lo hace también en la hondura con la que crece esa mujer audaz que clama venganza durante un monólogo en el primer y estilizado plano de arranque de la, a día de hoy, última temporada. Midge viene de un despido cruel «por hacer solo unos cuantos chistes» sobre una estrella negra de la canción en el Apollo, mítico teatro de Harlem. E irá, tras disfrutar su libertad como artista en un local de estriptis donde se gana la vida como maestra de ceremonias, a la posibilidad de actuar en el Carnegie Hall.

Allí acaba mirando de frente a sus fantasmas, parecidos a los de tantos otros cómicos, esos seres que soportan la soledad de quien se expone en público y juega al límite de las palabras para que otros rían. Esos seres que a veces pagan los excesos de quienes olvidan que la civilización consiste en aceptar que siempre es preferible un mal chiste a un buen bofetón.

Por qué ver la serie: Porque todos sus elementos expresivos se confabulan para instalar al espectador en un lugar mejor.

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