El Lorca magenta de Ricardo Cavolo

Lunwerg ha encontrado una manera cercana de presentar al público más joven a un Lorca entronizado como clásico en los manuales de literatura que estudian. Cavolo, bregado en la publicidad de marcas juveniles, en libros de la historia de la música, de viajes o incluso sobre su serie favorita, Los Simpson, bucea en las metáforas abisales del poeta.

El cambio más evidente entre ambos poemarios ilustrados es el del color. España, Andalucía, las batas de cola y el mundo del toro son rojos para Cavolo. Nueva York, según el poeta y según el ilustrador, es azul, y cuando convergen las reminiscencias españolas en la estancia americana, domina el magenta. El Saturno de Goya engullendo a su hijo es reinterpretado por Ricardo en dicho tono, por ejemplo.

La ciudad que no duerme, el Harlem negro, la navidad en el Hudson, intercala la riqueza visual con la crisis del poeta. De nuevo Cavolo combina realidad, sueño, delirio, dolor. Las cabezas de sus personajes son manantiales de imágenes, de los demonios que las torturan y las nostalgias que arrasan de lágrimas los ojos de Federico. «Yo muchas veces me he perdido para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas», escribe Lorca y transcribe en su reconocible caja alta el Cavolo amanuense. El poemario fue escrito entre 1929 y 1930, en los nueve meses de periplo de Estados Unidos y Cuba del escritor. Aquel volantazo en su estética le consagró, aunque póstumamente y mantiene su magnetismo.

Fue mucho más que la esposa de un presidente de EE UU. Eleanor Roosevelt, huérfana temprana, fue educada a ambos lados del Atlántico para vivir en salones y bailes. Sin embargo se interesó pronto por los problemas de quienes la rodeaban, las mujeres, la infancia, el racismo, las condiciones laborales. Lo cuentan Anaïs Faner y Marta Ponce en el álbum 'La defensora de la humanidad' (Vegueta).

La crianza de sus hijos y la atención a su marido, Franklin Delano, postrado en una silla de ruedas desde los 39 años por la poliomelitis, no mermó su activismo, al que se sumó la reportera Lorena Kickok, con la que mantuvo una intensa relación. Eleanor colaboró con la Cruz Roja y fue voluntaria en la I Guerra Mundial. Llevó a las niñas de una escuela para gente de color a la Casa Blanca y ayudó a las familias mineras. Truman la nombró presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Clásica de la literatura infantil española, Carme Solé Vendrell dedicó 'Fab, el monstruo amarillo' al creador del universal Elmer, David McKee. Álbum reeditado por Kalandraka recorre los desvelos de Fab provocados por un insidioso dolor de cabeza al que busca razones. Quizá sea haber dormido mucho, comido demasiado o insuficientemente, sufrir por exceso de luz o quién sabe qué. Hasta que un grito de auxilio se rescata de su mismidad. Es su amigo Fib que está en apuros. Raudo acude a ayudarle atrapado entre dos grandes piedras. Una vez liberado, Fab retoma su camino hacia casa liberado de su desasosiego. Vendrell anima al joven lector a mirar fuera, a encontrarse con los otros, a no ensimismarse en sus cuitas. Sus ilustraciones de los noventa aguantan, como un clásico, el paso del tiempo.