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Cuando los jefes te dicen que mandes la columna tempranito, te acuerdas del día en que Manuel Alcántara te dijo, entre trago y trago de Jägermeister mientras tú apurabas la Fanta, que él se ponía a escribirla a las seis de la tarde. Tienes la ... tentación de replicar con el horario de Alcántara, pero te frenas. Pedazo de tarada, que tú no eres Alcántara, aunque algunos días estés okupando su sitio.
La envidia por Alcántara va por la ironía, los juegos de palabras, la retranca y el talento. Por exprimir la pureza de la actualidad y detener el tiempo para hacer poesía. Poeta, periodista, escritor, columnista, cronista… 34 renglones con 60 espacios eran su columna diaria en los periódicos de Vocento. Esa que no salía en las revistas de prensa de las radios de Madrid porque los señoritos no suelen leer periódicos de provincias. Alcántara era un columnista de provincias y el menos provinciano de los escritores.
La redacción donde más a gusto estuvo fue la de 'Marca'. Hizo allí sus crónicas de boxeo entre 1967 y 1978. Esas crónicas de boxeo están recogidas en '15 combates de leyenda' (Libros del K.O., claro). Recopilado por Teodoro León Gross y Agustín Rivera y con un epílogo de Garci, alcantariano de pro. 'Luz de domingo', como una película posterior de Garci, se llamaba la sección de deportes que Alcántara escribía en 'La hoja del lunes'. Su amistad venía de 1973, durante una comida en La Tortuga donde se bebieron al Señor. En 'El Crack Cero' se cita a Alcántara, claro.
De 'Arriba' recordaba que en 1958 despidieron a Gómez de la Serna y él decidió marcharse. «Teníamos un director muy bruto que le dijo a Ramón que escribiese seguido como todo el mundo y él le contestó que escribiría greguerías hasta la muerte».
Manuel Alcántara contaba que aprendió a escribir redactando pies de fotos. Ahí se podía ser más creativo y cruel que con mil palabras. La elipsis. El sobreentendido. La brevedad. Dormía nueve horas, le habría gustado ver amanecer si hubiera ocurrido a otras horas y uno de sus logros fue no tener jefe.
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