Afrontar la opera prima de un poeta de contrastada trayectoria no siempre es un ejercicio fácil. Menos aún cuando esta primera incursión literaria, por una razón o por otra, no se había publicado nunca, y aparece ahora con los afeites mínimos que exige toda puesta ... al día, pero con toda la fuerza, la verdad y la frescura con la que entonces se concibió. En el caso de 'Ritual de náufragos', de Luis Ángel Lobato (Medina de Rioseco, 1958), la prueba se pasa con holgura. Y no sólo eso: al lado de la avidez poética de los 23 años se aprecian, en fondo y forma, una gracia y una sabiduría envidiables. El poeta que años más tarde deslumbraría con 'Galería de la fiebre', 'Lámparas' o 'Unos ojos en la travesía' está ya presente.
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Lobato escribió 'Ritual de náufragos' a principios de los ochenta. España vivía en aquel momento una verdadera eclosión poética, con la confluencia de varias generaciones en activo y con infinidad de grupos y tendencias en plenitud creativa. De entre todas aquellas estéticas, Lobato se dejó seducir por una: la que sumaba a los neorrománticos de la «tercera vía» -con Coleridge y Poe como emblemas-, y a los neosurrealistas, herederos de las experiencias irracionalistas del 27. Muy especialmente de Cernuda. Y en la orilla de aquellos ríos levantó su propia voz.
Sin duda el misterio de lo onírico es uno de los grandes atractivos de este 'Ritual de náufragos'. La creación de imágenes y sensaciones fonéticas y semánticas cautivadoras, destinadas a expresar un palpitante mundo de deseos, frustraciones, esperanzas, heridas, evocaciones, sentimientos y presentimientos. La construcción de una inmensa perplejidad al lado de la cual se palpa, sin embargo, una profunda verdad poética. Una carnadura donde el fulgor formal no hace otra cosa que llamar la atención, provocar la entrada hacia el turbulento mundo interior del escritor. Eso, y la fragmentación: «Entré en los grises cenadores y vi caer, como las hojas, trozos de tus labios». Así el alma naufraga y se hace trizas delante de nuestros ojos. Trizas, astillas, pecios…, retazos de vida, de pulsión y de memoria. Un libro, por cierto, que deja un extraño sabor al ser leído en este tiempo, donde el amor vuelve a estar prohibido.
Cuando el poeta se hunde, con él se hunde el mundo. Pero cuando se salva, parece que nos salva a todos. Porque a pesar de las pérdidas, el poeta espera a que pase el diluvio para «que cuadre la geometría del destino». Porque el amor puede vencer en su batalla contra el olvido. Porque entre las sombras y los desabrigos crepusculares hay una voz que se reconoce. Porque todo aquí sucede «cerca de la piel». Palabras inesperadas que chocan entre sí y generan electricidad. Chispazos, escalofríos: «El cíclope abismo de los escalofríos», dicho a la manera de este poeta singular.
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Ritual de náufragos. Luis Ángel Lobato. Edit. Cuatro y el Gato
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