El pintor italiano Agostino Brunias retrató el mundo colonial desde el Caribe del XVIII

Literatura con raíces

Oliver, Condé y Dangarembga, tres escritoras apegadas a su tierra

Fermín Herrero

Sábado, 15 de marzo 2025, 13:53

Hoy traemos a nuestra invitación mensual a la lectura a tres escritoras formidables, procedentes además de lugares y tradiciones culturales por completo heterogéneas y alejadas ... entre sí. Mary Oliver, natural de Maple Heights, Ohio, fue una de las poetas pioneras y más destacadas del 'nature writing', ahora tan en boga, y es una de mis debilidades como lector. También, como veremos más adelante, brilló en su faceta ensayística. La antillana, de Guadalupe, Maryse Condé, fallecida en el sur de Francia el año pasado, premio Nobel Alternativo en su día, ha aparecido igualmente por estas páginas con novelas anteriores. Sin embargo, Tsitsi Dangarembga, originaria de Rodesia del Sur, actual Zimbabue, la única viva de las tres, tiene sesenta y cinco años, es un descubrimiento reciente, estamos ante una artista polifacética y errante, pues ha estudiado cine en Berlín, psicología en Harare y medicina en Cambridge.

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Mujer y negra

  • Tsitsi Dangarambga. Plankton Press, 136 páginas, 17 euros.

A Oliver, «hermana del perro soñador que sólo tiene pensamientos insignificantes, y del árbol verde que quizá no piense en nada, así como de Rumi y san Francisco de Asís», que vivió la mayor parte de su vida en Provincetown, «en un extremo del puerto del último pueblo de Cape Cod», pegada, «a unos tres metros del agua», al mar para ella paradisiaco, «caldero de verdes y azules cambiantes», me la imagino de niña, absorta, en su choza de ramas y hojas, en Ohio, o, de mayor, en Massachusetts, paseando con sus perros sueltos por la playa, a prima mañana, barruntando los peces o escrutando conchas y demás pecios, cuanto regurgita en la arena la marea. O bien, como decían sus amistades, «plantada entre los matojos, garabateando en su cuaderno». Todas las citas entrecomilladas pertenecen a 'Vita Longa' (Errata naturae), libro misceláneo, a medio camino entre el ensayo y la poesía, con forma en general narrativa.

El tercer apartado del libro está consagrado a los trascendentalistas Nathaniel Hawthorne y Ralph Waldo Emerson. De éste, «brillante y enigmático», repasa la inclinación moral de su vida y el estilo y sentido de sus sugerentes cavilaciones, de su «elocuencia natural, fecunda, madura, colmada de semillas y de posibilidades».

'Vita longa'

  • Mary Oliver. Errata naturae. 224 páginas. 29,50 euros.

De su vecino en Concord, también Massachusetts, en Nueva Inglaterra, el «meditabundo» Hawthorne, comenta los esbozos y cuentos de 'Musgo de una vieja casa parroquial' y la lúgubre novela, todo un clásico, 'La casa de los siete tejados', una muestra de su fijación por «el mal y sus secuaces», siempre en pugna con la virtud. Rematan el volumen tres raciones de 'Lenguadinas', fragmentos de una a cuatro líneas que ya aparecían en 'Horas de invierno' o en 'La escritura indómita', algunos al modo aforístico y muchos protagonizados por animalillos, como en varios poemas, incluso entre los de prosa, prendados, al paso de las estaciones, preferentemente de amanecida, a una trucha, un caracol, una araña, un castor, un ciervo o una culebra encontrada en el sótano y liberada en el jardín. Y a diversos pájaros y más pájaros, marinos y de tierra adentro. Oliver fue muy pajarera, andariega, piadosa con todas las criaturas, poeta a tiempo completo.

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Plankton Press es una joven y bien orientada editorial malagueña «sin rumbo, que pica», apuesta por sacar a la luz literatura de los márgenes, caso de 'Mujer y negra', tres ensayos de Dangarembga que son, en primer lugar, un elogio de la escritura como «refugio y una forma de resistencia y sanación», al decir de la prologuista Desirée Bela-Lobedde. La base del libro es autobiográfica, procede de su «experiencia encarnada», desde su difícil niñez desplazada, con una familia blanca de acogida en Kent, Inglaterra, hasta su madurez en el Zimbabue poscolonial, autocrático, «elitista y militarizado», bajo un «patriarcado brutal». La peripecia íntima de la autora se entrelaza y refleja en la historia traumática de su país, de tal modo que lo personal se ensambla con lo colectivo, en definitiva, con lo político. A través de su palabra vibrante entendemos a fondo lo que significa ser mujer en territorio africano, con la misoginia, la opresión y el abuso campando a sus anchas, y ser negra en el europeo, donde todo son trabas profesionales, empezando por el mundillo libresco y cinematográfico. Y la necesidad de autoliberación de las mujeres del sur global, que ignora el feminismo avanzado de Occidente, continuador de actitudes paternalistas e infantilizadoras.

Dangarembga, feminista militante, se declara de entrada «refugiada existencial», ya desde su nacimiento en una misión del distrito de Murewa, a hora y media de Harare, antes Salisbury. Desgrana diacrónicamente la historia de su pueblo de manera amena y pedagógica, remontándose al tráfico de esclavos hacia América como clave de la postración del continente. Estamos ante una adelantada contra la obediencia, la sumisión y la invisibilización de la mujer, pero también contra el imperialismo colonizador, contra su «guillotina», que convirtió las manifestaciones artísticas en artesanía; los idiomas que no consiguió extirpar, en dialectos; la espiritualidad, en mera superstición. Se muestra partidaria decidida de la descolonización real y del «desmantelamiento de la supremacía blanca», ya que «el racismo antinegro sigue vivo y coleando» en todas partes.

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'Victoire'

  • Maryse Condé. Impedimenta, 264 páginas. 23,95 euros.

Si la activista rodesiana defiende a ultranza la negritud sudafricana, Condé hizo lo propio, pues vivió en Senegal, Ghana y Guinea, y además con la caribeña de sus orígenes y ancestros, en buena parte de su obra y también en 'Victoire', original de 2006, como las seis novelas publicadas con anterioridad por Impedimenta, traducida por la poeta Martha Asunción Alonso, un lujo. Condé, narradora de casta y mucho fuste, raigal como pocas, de una prosa portentosa, denuncia igualmente, gracias a sus narraciones «los estragos del colonialismo y el caos poscolonial». La novela, que la autora llama «reconstrucción», se subtitula 'La madre de mi madre', y está dedicada a sus «tres hijas y dos nietas», en la línea de continuidad femenina familiar.

En razón de la cita inicial de Bernard Pingaud («es indiferente si recuerdo o invento, si tomo prestado o imagino») y de lo anterior, cabe inferir que ha recreado la fascinante vida de su abuela materna y, de paso, la de su madre y algo de su padre y hermanos, partiendo de la realidad documentada, pero añadiéndole una buena dosis de ficción. Menudo personaje Victoire Élodie Quidal, a la que no conoció, salvo a través de una foto: extrañamente blancucha, como un zombi, cocinera criolla, «una chef de primera», en el ocaso del siglo XIX en su isla natal, Guadalupe, enclave cuya vida social y alrededores, por aquel entonces «un crisol heterogéneo de razas» se describe de modo maravilloso, hasta la Primera Guerra Mundial y la llegada del turismo. Ahí está la protagonista, de niña, mordisqueando mazorcas de maíz; durmiendo, tras escaparse de su 'kabann', la casa-choza, sobre la tumba de su madre, muerta durante su parto con catorce añitos; lavándose, de adolescente su melena negra aleonada en una jofaina; ya mujer, haciendo fajos de caña en la plantación, «debatiéndose entre la vida y la muerte» tras dar a luz a la madre de Condé...Una evocación biográfica, y de toda una época, prodigiosa.

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