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Copio a modo de aliento lo que al respecto dijo Azorín: «Desconfiad de las bibliotecas ordenadas». Particularmente, envidio al amigo al que le pides prestado un libro, para no comprarlo o perder el tiempo en buscarlo y al final no encontrarlo en tu «ordenado almacén ... de libros», y cuando has resuelto la consulta y se lo devuelves te comenta despistadamente: «Me preguntaba qué libro es el que faltaba en el hueco vacío de la estantería». Todo esto viene a cuento por culpa de quedarme en casa a modo de vida monástica o ermitaña y sobrevenirme la idea de ordenar, digamos recolocar el desorden de los libros. Empiezo revisando los colocados en la mesilla, y entre dicho manojo de letras impresas y editadas, una vez situados algunos de ellos en los lugares que les corresponden, si no hubieren sido éstos ya colonizados por otro volúmenes, me quedo con un par de ellos, y los dejo donde los tenía «abandonados», por el interés que levanta su lectura. Son dos libros de poesía, es lo bueno que tiene la lírica, la puedes repasar en cualquier momento.
Mientras reordeno lo descolocado, eureka, en una posición horizontal sobre otros libros de diferentes autores y materias, aparece, Gracias y desgracias del Ojo del C… por don Francisco de Quevedo y Villegas. Administración de la Biblioteca Humorística, Sevilla, 1901. De mi propia caligrafía, comprado en la Feria del Antiguo de Madrid en 1988. No perdí tiempo e ingresé en sus páginas en las que encuentro estas odoríferas, irónicas, sarcásticas y humorísticas palabras dirigidas: «A D.ª Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas. Escribiólas Juan Lamas el del camisón cagado, (D. Francisco de Quevedo y Villegas)». Sobran preámbulos y anécdotas para incentivar su lectura. Acompaña a esta edición otro oloroso ensayo, Defensa del pedo, este traducido del latín por Don Manuel Mati, decano que fue de la insigne Colegial iglesia de la ciudad de Alicante, quien inicia su andanada con un respetuoso: «Señores pedorreros». Lo que continúa merece ser leído y saboreado. No podemos cerrar esta jocosa y bien parida defensa del ojete sin referirnos a: Descripción de Seis Clases de Pedos o seis razones para conservar la salud. «Los admirables efectos de un pedo brutal, almibarado ó tímido». Todo sonido y perfume.
Regodeada la lectura con otros efluvios repaso Antología de la poesía parnasiana. Edición bilingüe de Miguel Ángel Feria, Cátedra colección Letras Universales. Antes de inaugurar la relectura, me viene a la memoria Rubén Darío, renovador con el Modernismo, de clara influencia parnasiana, de la anquilosada literatura hispana, y muy particularmente del poema, dedicado a un miembro de esta escuadra, hablo de Leconte de Lisle. «Tu verso está nutrido con savia de la tierra», proclama en su libro Azul la admiración por el que quizá sea el más genuino representante del movimiento francés. Revisando el índice encuentro a un visitante de la ciudad de Valladolid, Théophile Gautier quien en su libro Viaje a España (1998, Cátedra), en la ciudad del Pisuerga le gustó la plaza de san Pablo, entre otras razones, porque su tamaño le permitía utilizar el daguerrotipo, un precursor de la fotografía, aparte de los reconocimientos de nuestra doncella ciudad, a cualquier lector le viene a la memoria la dedicatoria que Baudelaire le hizo en la edición de La flores del mal: «Al poeta impecable. Perfecto mago de las letras francesa. A mi muy querido y muy venerado maestro y amigo Théophile Gautier con los sentimientos de la más profunda humildad dedico estas flores enfermizas». Poco más podemos decir al respecto, salvo leer al decano de los parnasianos. Encontrar en la nómina un nombre en castellano, cubano de nacimiento y padre español, José-Maria de Heredia nos acerca a la poesía, aun escrita en francés, de quien fue discípulo de Lisle. Con el epígrafe de Los conquistadores, recitamos «de Palos de Moguer, nautas y capitanes / ebrios de un sueño heroico y brutal embarcaban». Evocador de sus ancestros. Libro que sin duda nos acerca a entender un poco mejor a estos poetas franceses de finales del XIX con algo en común, el Arte por el Arte.
La poesía clásica y concretamente la que a continuación reseño, Antología erótica griega. Edición bilingüe de José Luis Calvo Martínez. Cátedra Letra Universales. En estas páginas nos acercamos a los mitos de nuestra cultura, que el contemporáneo siglo XXI todavía mantiene vigentes. El compilador de este florilegio se limita, pese a existir abundante prosa afrodisiaca, a la poesía en el sentido estricto de la palabra, la que canta el amor perdido o lamenta el amor no conseguido, todo evidentemente con el condimento inseparable del erotismo. Pese al desabrido Eros que también «Enloquece las almas de los dioses y hasta la mar se adentra.» (Eurípides), encontramos modestos gestos de hidalguía, «Me besó una muchacha ya de tarde con sus húmedos labios / era néctar su beso, pues su néctar exhalaba», canta un anónimo heleno enamorado. La introducción previa a los poemas nos acerca, nos sitúa de alguna manera en las costumbres sensuales de la antigua Grecia, en realidad nada diferentes de las nuestras. Atractiva y seductora poesía.
En este orden caótico de libros, ¿para qué guardar tantos?
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