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Lecturas veraniegas. IKER AYESTARAN
Lectura de verano
Cara B. Una crónica de ficción sobre el mundo editorial

Lectura de verano

DAVID BARREIRO

Viernes, 1 de julio 2022, 00:11

Desde que trabajo en el mundillo literario, mis amigos ya no me piden consejos amorosos o mis recetas secretas con Thermomix. Ya no les interesa qué opino de esa relación tóxica como la ricina o cómo consigo mi mágica textura en el salmorejo con tan solo apretar un botón, sino que lo que quieren de mí es saber qué tienen que leer antes de que el mundo se derrumbe. Es como si de pronto mi opinión determinara la calidad de los libros, de manera que las novelas que recomiendo se hubieran vuelto incuestionables por el mero hecho de trabajar en una editorial. No me molesto en recordarles que mi empleo se limita a contestar correos electrónicos y garantizar las existencias de café y les recomiendo los libros que a mí me han gustado, aunque los haya leído años atrás mientras era reponedora en la frutería de mi barrio.

Las peticiones aumentan con la llegada del verano, cuando la gente tiene la sensación de que la maleta no está hecha hasta que mete en ella dos libros gruesos que les hace pensar que las vacaciones no van nunca a terminar porque, como bien es sabido, un libro no leído es un mundo por hacer. Siempre me ha resultado extraña, no obstante, esa necesidad de lecturas estivales, cuando para mí leer es, sobre todo, intimidad y arrope mientras el verano ha de ser todo lo contrario, vida al aire libre y contacto (con las debidas precauciones) con los demás.

Y, sin embargo, lo hago. Y siempre hago la misma recomendación. Leed lo mismo que en invierno, otoño o primavera. No existen los libros para el verano, como no existen los libros para el autobús o para después de comer. Existen libros para los lectores y lectores para los libros y poco más, queridos amigos, se puede añadir.

Después de tan sesuda reflexión me retiro el pelo de la cara, sonrío y me coloco las gafas de pasta sobre el puente de la nariz. Y entonces mis amigos me dicen que muy bien, pero que quieren su libro para el verano, que si no quiero ayudarles que lo diga abiertamente, que en eso consiste, demonios, la amistad. Y yo cedo, porque odio las discusiones y porque mi falta de juicio no va a vencer nunca su tozudez. Y entonces les recomiendo mi novela veraniega, una novela sencilla, pero nada simple, y fina, apenas un cuento largo, que decepciona a mis lectores en cuanto la ven (ávidos de tochos que bajo la sombrilla apenas puedan sujetar) y los encandila cuando llegan (sin quererlo) al final. Porque no hay, o yo no he conocido, novela en la que se hayan explicado mejor los veranos de la infancia, esos veranos en los que todo podía suceder y, de hecho, sucedía. Se titula 'Helena o el mar del verano' (Acantilado), la escribió hace setenta años Julián Ayesta y es uno de esos libros en los que me gustaría quedarme a vivir.

Firmado: B.

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