La lección infinita de los abuelos

El escritor leonés evoca la historia de Riaño a través de una de las familias desterradas. El abuelo de Julio, nombre también del protagonista, le reprende cada vez que deja un grifo abierto porque «se gasta agua». Cuando ni el cambio climático ni la sostenibilidad estaban en el vocabulario de los pueblos sí existía la convivencia con la escasez, la prevención ante las desgracias por venir, el temor a seguir perdiendo. Ellos perdieron su pueblo, anegado por el pantano, su oficio pasando de labriegos a pastores y luego del campo a la ciudad arrastrados por unas circunstancias no elegidas.

Todo eso se lo va contando a su nieto, mientras le recoge del colegio, en un entorno ajeno, donde nadie le reconoce ni él conoce a nadie, donde parece vivir ensimismado en sus recuerdos. Los demás creen que está perdiendo la memoria cuando, en realidad, de lo que carece es de un asidero al presente, de un interés por lo que le rodea. Tan solo siente cerca al niño, al que transmitirá su última voluntad, guardada desde hace mucho en una caja, al fondo del armario.

Julio Llamazares, que se dio a conocer con 'La lluvia amarilla', la historia del último habitante de un pueblo en el Pirineo aragonés, narra con la ayuda precisamente de un oscense, Antonio Santos. El ilustrador, un habitual del sello Nórdica, ilumina con sus grabados el cuento del leonés, con su característica mancha negra muy marcada.

Libro para grandes y pequeños, con distinta carga de profundidad en cada caso, vuelve la mirada del lector hacia la relación intergeneracional con la nostalgia por un mundo rural ya periclitado.

Ana Alonso fue bióloga antes que escritora y ha desempolvado recuerdos y saberes para armar su última novela juvenil, 'Yo quería entender el universo' (Anaya). Envía a Emma, la protagonista, a pasar unos días con su abuela a Boñar, en las montañas leonesas. Allí la joven, que atiende sus compromisos como 'influencer' en las redes, descubrirá las cartas entre su madre, estudiante de biología, y otro joven, Emilio, durante el año de beca Erasmus que la primera disfrutó en Escocia.

Las cartas componen el fresco de la juventud de su madre, de cómo vivía en Escocia, con quién se relacionaba, cómo se dirige a su amigo llamado a ser algo más, qué referentes tenían. Ambos hablan de ciencia también, desde la teoría de la gravedad, a la astrofísica, de Atapuerca a la meteorología. A Emma se le despertará de nuevo la curiosidad científica, objetivo último de la novela. Cierra la misma un glosario de los conceptos manejados.

Grace Hopper, desarrolladora de COBOL, Steve Jobs, padre de Apple, la actriz Hedy Lamarr o el oceanógrafo Jacques Cousteau dieron muestras de su especial pasta desde pequeños. En algunos casos su vida siguió por la senda apuntada, en otros no. 'Niños innovadores' echa un vistazo a sus infancias a la luz de lo inventado en su madurez.

Dividos en cuatro campos, el primero abarca a los innovadores 'tecnológicos' como Bill Gates, geniecillo infantil que pedía que no le interrumpieran porque estaba pensado. Los cielos, mares y espacio exterior cuentan el primer viaje trasatlántico de Cousteau y la ambición de conquistar Marte de Elon Musk. Hedy Lamarr antes que estrella de Hollywood fue inventora de un semáforo ejorado y de una señal de salto de frecuencia para proteger el trayecto de los torpedos de EEUU. Turing, Salk, Montessori o Disney son otros ejemplos.