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Los tres libros recomendados de esta semana. El Norte
Un laberinto literario y una punzante historia sobre la violencia administrativa ante el maltrato
Los libros de la semana

Un laberinto literario y una punzante historia sobre la violencia administrativa ante el maltrato

Los tres libros recomendados de la semana incluyen una fábula poética, un artefacto juguetón y una novela reveladora sobre las víctimas machistas

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 15 de marzo 2025, 10:29

Los tres libros de esta semana son diferentes en sus asuntos y ambiciones. Las propuestas lectora de estas tres novedades van desde el compromiso frente al maltrato hasta un artefacto juguetón que propone al lector convertirse en orfebre de la novela mientras la va leyendo.

'Por voluntad propia', Mathilde Forget

«El cuerpo es un lugar del que nunca te vas. Puedo irme de una ciudad, de un país, dejar a una persona, o alejarme al menos. Pero cuando el acontecimiento ocurre en el cuerpo, en su interior, en el fondo de las tripas, estás condenado a vivir en él» (109)

  • 'Por voluntad propia'. Mathilde Forget.

  • Tránsito. 112 páginas. 16,95 euros.

Y entonces ahí está ella, frente al agente de policía que le toma declaración. Ha ido a comisaría con un profundo sentimiento de culpabilidad. «Soy culpable de que el delito exista porque yo lo he revelado» (101). Y esa sensación de que es responsable de algo se acentúa por las preguntas que le hacen durante el interrogatorio. «El comandante no repite nunca exactamente lo que digo, siempre modifica la frase un poco, como sugiriendo lo que quería decir yo en el fondo» (32). El policía le lanza preguntas como dardos, le inquiere por cuestiones ajenas a lo que anoche sucedió, le pone contra las cuerdas para minimizar o ridiculizar su testimonio. «Nadie le preguntó a Ulises qué llevaba puesto cuando Calipso lo secuestró» (75). Nadie intentó entonces convertir a la víctima en culpable. Pero a veces esto ocurre. «No será para tanto, se lo habrá buscado, a saber lo que ella hizo antes para provocar una reacción así».

Mathilde Forget ha escrito una novela corta, directa y punzante sobre la violencia administrativa frente a las denuncias por malos tratos y violación. El libro incide en cómo determinados comportamientos y reacciones solo sirven para revictimizar a las víctimas, para hacerlas sentirse culpables, para conseguir que se cuestionen lo que sufrieron y se pregunten si algo tuvieron que ver. Lo que ocurrió aquella noche que la víctima ha ido a comisaría a denunciar se conoce poco a poco, a partir de recuerdos, testimonios e interrogatorios, de la implicación de policías, abogados y asistentes sociales, de una cadena que debe investigar para desvelar la verdad, pero nunca haciéndolo a costa de minar la dignidad de quienes sufren. 'Por voluntad propia' es una novela magnífica sobre las violencias y el compromiso social que debemos tener ante las víctimas y nuestra responsabilidad ante los culpables.

'Cruces', Alex Landragin

«El final de la juventud siempre nos coge desprevenidos» (227)

  • 'Cruces'. Alex Landragin.

  • Duomo. 400 páginas. 34,90 euros.

Un artesano de París recibió hace meses el curioso encargo de una famosa baronesa. Debía encuadernar (con materiales de lujo) unas cuartillas que contenían tres historias sucesivas. Un cuento que parecía escrito por Baudelaire. Un relato sobre la huida de Walter Benjamin ante el avance nazi por Europa. Una trama de fantasía sobre la transmigración de almas. El problema es que, pasado el tiempo, la baronesa no fue a recoger el libro y el encuadernador se encontró con un volumen que, además, tenía unos extraños números que parecían servir como guía de lectura. Uno podía leer el volumen del tirón, como si esas tres historias fueran independientes. O bien podía guiarse por los números de la baronesa (que indican por qué página seguir) y leerlo todo como si fuera una única novela de capítulos entrelazados.

Este es el juego que propone Alex Landragin en 'Cruces', un artefacto que invita a leer tres relatos separados (como los recibió el encuadernador) o una única y laberíntica historia (como propone la guía de la baronesa). Yo he elegido esta segunda opción. El resultado es un batiburrillo que desconcierta y descoloca al lector, que poco a poco va uniendo piezas hasta armar el resultado final. Como en todo laberinto, existe el riesgo de perderse, de no tener la seguridad de si el camino tomado es el correcto, de despistarse, desorientarse y no saber muy bien dónde estás. Es el riesgo de esta historia descompensada, donde hay capítulos muy interesantes (ese toque de misterio de la parte de Benjamin) y otros que, tal vez por su carácter fantástico, enredan la historia final.

En esta última vertiente están sobre todo las historias de los cruces. Existe una curiosa ley que dice que si miras a los ojos de otra persona, podrás «sentir la agitación en el alma, ser transportado al cuerpo de otro y quedarse ahí hasta el momento del cruce de vuelta» (190). Personas que pueden meterse en el cuerpo de otras personas. Siento que este cruce de personas y de historias es una excusa utilizada por el autor para contar la verdadera esencia de esta historia: la vida no se acaba en el mundo real. En realidad (y es curioso utilizar esta expresión: en realidad) nuestras vidas son la suma no solo de lo que nos sucede, sino también de lo que soñamos, imaginamos, recordamos. La ficción, lo imaginado, de vez en cuando nos mira a los ojos y también se mete en nuestros cuerpos. Se desdibujan las fronteras entre lo vivido y lo imaginado. «La línea que separa la realidad de la ficción es borrosa» (126). Y todo eso ayuda a enriquecer lo que somos.

'El pañuelo de la hija de Pipino', Rosmarie Waldrop

«El cuerpo es una herida» (203).

  • 'El pañuelo de la hija de Pipino'. Rosmarie Waldrop.

  • Periférica. 272 páginas. 20,50 euros.

Dice la leyenda que la hija de Pipino el Breve arrojó un pañuelo desde una ventana de su castillo y que donde ese trozo de tela cayó se fundó Kitzingen, la ciudad alemana donde nació la narradora de esta novela. El episodio es relevante por dos razones. La primera es porque nos habla de la fragilidad del destino: cómo un simple pañuelo puede marcar el futuro de una comunidad entera. La segunda es que de esa mujer apenas nos ha llegado ese episodio. No sabemos nada más de ella. Ni siquiera su nombre. Y eso es crucial en esta novela que nos habla sobre los misterios del pasado, los secretos familiares y cómo un determinado rasgo puede condicionar toda la personalidad de una persona. Para lo bueno, pero también para lo malo.

Lucy es hija de Frederika, una mujer que apenas dos meses después de su boda (en julio de 1926) mantuvo una aventura con el mejor amigo de su esposo. La desafección entre la pareja se explica de forma sutil y fantástica cuando, con un guiño al pasado militar del marido y su precocidad sexual, dice que lo único que le importaba era «disparar, vaciar el cañón». Así que Frederika comienza a salir con Franz, un tipo «judío, pero majo» que «apreciaba la música y había estado en París» (57), lo que le otorgaba un encanto que ella era incapaz de encontrar en su marido. No solo mantienen una relación, sino que incluso Franz parece ser el padre de las gemelas que Frederika tuvo después de Lucy.

Con una escritura fragmentada en breves capítulos, con las cartas de Lucy a una de sus hermanas pequeñas como hilo conductor, el libro explora las trampas del pasado y de la memoria. Porque quedarse con solo un recuerdo de una persona supone olvidarse de todo lo demás... y eso puede ser tremendamente injusto. Esto, cuenta Waldrop en la página 199, sirve también para las narraciones y las novelas. En ocasiones, poner el foco en una parte de la historia puede dejar ocultos episodios son muy importantes para comprenderla en su totalidad. Por ejemplo, ¿qué pasó con Franz? ¿Qué fue de ese hombre con el que estuvo liado mamá? La novela coge vuelo cuando, avanzado el tiempo, el partido nazi se hace fuerte en Alemania, los judíos son perseguidos y eso impacta de lleno en la vida de Franz, que ve cómo toda su personalidad queda reducida a un solo rasgo: es judío. Esta relación entre identidad, herencia y memoria está en esta novela que no regala una lectura sencilla, pero sí sabrosa en muchas frases y reflexiones. Me gusta esta, por ejemplo: «Solo existimos en el destello que pasa entre dos seres, no aferrándonos a nosotros mismos». O «El pasado es un impostor. Obedece a nuestra expectativas» (180). O «fuera del relato, todas las frases son posibles» (212).

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