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Julia Piera. Antonio Quintero

Julia Piera: viaje hacia el otro, en busca de uno mismo

'Grinda y Mórdomo' es el final de una trilogía «del viaje», compuesta además por 'Puerto Rico digital' (2009) y 'B de Boston' (2019).

Carlos Aganzo

Valladolid

Viernes, 7 de mayo 2021, 07:51

Grinda y Mórdomo. Bien pudiera tratarse de una historia de amor entre dos seres mitológicos. Pero no lo es. O sí. Grinda es una isla escandinava, en el archipiélago de Estocolmo. Y Mórdomo una aldeíta en la Costa da Morte, en Galicia. Dos espacios marinos ... que se saludan, se reconocen y se reverencian, como dice Rilke que sucede con el amor entre dos soledades. Porque en este libro todo lo relacionado con el mar y con sus criaturas, con la costa y con sus intemperies, configura un sugestivo paisaje interior que podría resultar desolado si no fuera por la presencia del otro. Por la oportunidad que brinda el otro como método de indagación de uno mismo. Y también del mundo.

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Desde otro punto de vista, se podría decir también que 'Grinda y Mórdomo', la última entrega literaria de Julia Piera (Madrid, 1970), siendo un libro de poemas es también un libro de viajes. Siempre si entendemos el viaje en su dimensión homérica: exploración, descubrimiento, superación, regreso al fondo del ser. No en vano la autora sitúa los textos con los que compone este libro en el puerto final de una trilogía que llama «del viaje», y que además de 'Grinda y Mórdomo' está compuesta por 'Puerto Rico digital' (2009) y 'B de Boston' (2019).

Por eso, y en todos los sentidos, es éste un libro que se puede y se debe leer de muchas maneras. Siguiendo el cabotaje que la autora nos propone en las diferentes estaciones del itinerario o, de acuerdo con la propia concepción fragmentaria de su estilo, tomando cada poema, o incluso cada astilla de un poema, como pieza individual, única en su presencia y en su referencia. Inaudita en medio del cúmulo de palabras del conjunto del libro. Como los pecios, los residuos o los materiales de aluvión que cada día deja el mar en las costas de la vida (o de la muerte).

Hay, en la poesía de Julia Piera, una ternura insólita. La que surge de la presencia humana en mitad de un paisaje de desolaciones, incógnitas e incertidumbres. Del testimonio del color y de la vida –serpientes rojas, caracoles verdes, lagartos amarillos, pero también azaleas y coronas- frente al frío, la humedad o los residuos de conchas y animales muertos. Manos y ojos y labios que ofrecen certezas frente a la inquietud de las algas, movidas por las corrientes; refugio cuando el alma busca esa razón de amor de la que habla Pedro Salinas. Todo lo que nos salva de la corrosión. Una voz que canta a dos voces: la del yo y la del otro. La del dolor y la del placer. Y una escritura que se fragmenta, en consecuencia, en varias escrituras. La misma insólita ternura que surge también de la iluminación de la palabra en el poema: la luz del faro, el fuego que sujeta la oscuridad, la llama de la lengua… La decantación del poema, al cabo, después del golpe violento de la ola contra la rompiente.

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Grinda y Mórdomo. Julia Piera. Abada Editores 96 páginas. 13 euros

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