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Sin palabras
En su excelente largometraje de animación 'Robot Dreams', Pablo Berger prescinde de diálogos y voces narrativas
Juan Bas
Sábado, 24 de febrero 2024, 00:27
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Juan Bas
Sábado, 24 de febrero 2024, 00:27
Siempre me pareció chocante en tebeos, y era frecuente en el humor gráfico en periódicos, cuando el chiste era mudo que al pie de la ... viñeta pusiera «SIN PALABRAS», como si no resultara evidente y fuese necesaria la advertencia al estilo de un letrero de 'RECIÉN PINTADO'.
De las ocho artes, incluido el cómic, el único que necesita de modo imprescindible de la palabra, del lenguaje escrito para ser, para poder realizarse, es la literatura. La danza es ajena; la arquitectura y la escultura también. Lo mismo la pintura, salvo en casos como incluir en el cuadro una hoja de periódico, como hizo Juan Gris, o pintar páginas o cubiertas de libros en las que puede leerse lo que pone ('La reproducción prohibida', Magritte). De la música decía Borges que le parecía un arte misterioso que se forja y articula por un código de comunicación con el oyente que es irracional, pura emoción, y que tiene poco que ver con las demás expresiones artísticas. Naturalmente, cuando la música es canción o un aria de ópera también precisa de la palabra. El séptimo arte, desde el cine sonoro, es una unión de imagen (fotografía, que en algunas clasificaciones se considera un noveno arte), palabra y música. Pero incluso en la etapa muda se incluían fotogramas con rótulos explicativos y diálogos; a veces se abusaba de su abundancia y cortaban la acción. Cómic y palabra (el bocadillo con el que la viñeta dibujada ha de compartir el espacio) son por lo general así mismo inseparables.
El cine mudo llegó en su apogeo narrativo visual a la maestría. La interrumpió la invención del sonido, cuando todo se supeditó al diálogo y a los aparatosos micrófonos ocultos. Como demostraron las obras maestras del cine mudo, una película o un cómic pueden jugar a prescindir del diálogo y la voz en 'off' (su aproximado equivalente en un cómic sería el friso de texto) sin que por ello renuncien a contar una historia. Es lo que ha hecho Pablo Berger en su largometraje de animación 'Robot Dreams'. Y lo ha hecho muy bien. Hay mucho trabajo y una gran calidad dentro y detrás de una película tan ambiciosa y conseguida. Además del favor del público en las salas (Pablo invita a que se vaya al cine a ver su película, ya que no ha querido por ahora que esté en plataformas), ha recibido el Goya a mejor película de animación y el de mejor guion adaptado, lo cual subraya que su manera de relatar sin palabras ha sido un acierto. En los prestigiosos Premios de Animación Annie acaba de ser distinguido con el de trabajo independiente. Y compite en los Oscar por largo de animación; ojalá se lo lleve.
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Reconozco que me costó decidirme a ver la película. La animación no es lo que más me atrae y el que fuera muda me disuadía un poco. Por fortuna no hice caso a mis prejuicios. 'Robot Dreams' es muy buena. Es imaginativa, tierna sin caer en la cursilería ni el sentimentalismo, ingeniosa y una estupenda historia sobre el valor de tener un amigo como antídoto de la soledad. Y le va muy bien a lo que cuenta y cómo lo cuenta que sea sin palabras. Con diálogos habría sido otra cosa, quizá menos destacable. Berger adapta la novela gráfica de Sara Varon en la que Dog (todos los personajes son animales con comportamiento humano) vive solo en su apartamento del Nueva York de los ochenta. Compra un robot de compañía y se lo envían. Es gracioso que tenga que montarlo, como si fuese un mueble de Ikea. Y ya con su nuevo compañero, vive otra vida de modestas aventuras y también sufre desventuras hasta desembocar en el optimista, inteligente y energético final, que constituye un canto a la lealtad.
En una película muda moderna cobra una enorme importancia la banda sonora, tanto los sonidos y ruidos ambientales como la música. Dice Pablo Berger que se plantearon a qué sonaba Nueva York en términos musicales. Y estuvieron de acuerdo en que a 'jazz'. Ese planteamiento se ha traducido en un excelente trabajo de composición debido a Alfonso de Vilallonga, que juega también con solos de piano o los rítmicos pespuntes del claqué.
Una conocida canción pop de la época sirve para que los personajes bailen en plan discotequero y transmite la alegría de vivir que late tras el desenlace, a modo de epílogo. Rascal (el otro solitario) y Dog danzan con sus parejas de baile, los dos robots llenos de emociones y de bondad, al son de la pegadiza 'September', de Earth, Wind & Fire. Vayan a ver 'Robot Dreams', no lo lamentarán.
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