El joven Alcántara
yo me pregunto cómo lo haría Alcántara. Cómo se combinan, en proporciones exactas, el análisis lúcido y reposado con la urgencia de la actualidad
ROSA PALO
Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:50
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ROSA PALO
Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:50
Una se pasa la vida lidiando con sus posturas y con sus imposturas, y siempre acaba perdiendo: sigo caminando encorvada y sigo preguntándome qué hago aquí cada vez que me siento delante del ordenador. Vivir con la contradicción de tener que escribir una columna ... de opinión cuando una no sabe qué opina sobre la mayoría de las cosas es vivir sintiéndose una impostora. Pero nunca lo he sentido tanto como el día en el que salió mi primera columna en la contraportada de los periódicos de Vocento. Y, por si eso fuera poco, en el mismo espacio donde escribía Manuel Alcántara. Una ocupación en toda regla. Escribo pensando que, en cualquier momento, le pegan una patada a la puerta y me sacan a rastras.
Intentando disimular el fraude con un cigarrillo en la mano, cada tres días me adentro en un laberinto en el que, la mayoría de las veces, no sé qué camino tomar. Y si en una encrucijada parecida (salvando todas las distancias) Wilder se preguntaba cómo lo haría Lubitsch, yo me pregunto cómo lo haría Alcántara. Cómo se combinan, en proporciones exactas, el análisis lúcido y reposado con la urgencia de la actualidad. Cómo se dominan la cadencia y el ritmo. Cómo se encuentra poesía en lo cotidiano. Y, sobre todo, cómo se hace todo eso sin que, aparentemente, cueste mucho. Porque Alcántara se metía en una espesura de palabras y salía de ella a golpe de Olivetti, sin rasguño alguno; fluyendo, que dicen los modernos. Y porque era tan joven, tan jovencísimo, que escribía para hoy, sin ansia alguna de posteridad («El escritor de periódicos no puede olvidar que escribe en hojas de otoño», decía), ardiendo en cada columna como Hendrix en su guitarra y Joplin en sus canciones, en una suerte de inmolación refulgente de la que resucitaba al día siguiente. Alcántara, en realidad, tuvo veintisiete años toda su vida, la edad eterna que tienen los genios, la edad a la que se es capaz de terminar una columna con la frase «Hace un día como para tener novia formal».
Hace un día como para leer a Alcántara.
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