Las manos de una persona migrante ilustran la portada del libro. A. BIANCHI-REUTERS
Al pie de la letra

José Luis Morales: cosas de poca importancia

«El poeta no hace otra cosa que señalar el modo en el que el dolor ajeno se han convertido en objeto de consumo para el hombre contemporáneo»

Carlos Aganzo

Valladolid

Viernes, 25 de marzo 2022, 00:47

El gran Pepe Hierro, del que ahora celebramos el centenario de su nacimiento, clasificaba sus poemas en dos tipos: las alucinaciones y los reportajes. En los primeros se imponía el encendimiento del yo poético, la capacidad, a través del poema, de penetrar en el misterio. ... En los segundos, sin embargo, primaba la posición del poeta como observador, como fedatario lírico del mundo. Esa condición que Ryszard Kapuscinski otorgaba a la poesía, por encima del periodismo, para constituirse en «testimonio digno de fe».

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Es en este territorio, el de la «crónica de sucesos», los «reportajes» o los «fotopoemas», en el que se mueve precisamente 'Los otros', de José Luis Morales (Fernán Caballero, Ciudad Real, 1955), el poemario ganador del último premio de poesía León Felipe. Un nuevo título que suma a otros libros que jalonan su trayectoria como 'Por las deshabitadas arboledas', 'Par(entes)is', 'El viento entre las ruinas', 'El aroma del tacto' o 'Gracias por su visita'.

«Que sea / verdad aunque le duela / al corazón», dice José Luis Morales en el poema inicial. Y añade: «Y escribe de los otros». Y es sobre esos otros, en un universo de alambradas, manchas de sangre, escolleras o zapatos abandonados sobre los que el poeta va deslizando su mirada. «Estás allí. Lo ves. Lo apuntas», dice, tratando de desdramatizar, de quitarle al dolor toda relevancia. Y en este distanciamiento, en este ejercicio profundo de 'objetividad', el poeta no hace otra cosa que señalar el modo en el que el dolor ajeno se han convertido en objeto de consumo para el hombre contemporáneo.

El infierno de los otros, que pueden ser migrantes o niños soldado, pero también adolescentes que no terminan de encontrar su lugar en la vida, o jóvenes que elaboran un currículum, cargado de conquistas universitarias, que no les va a llevar a ninguna parte, o parejas que se aman sin sabiendo que el amor y el destino caminan por espacios diferentes. Todo desde la presunta frialdad del objetivo… y sin embargo, con una profunda vibración interior.

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«Ya da lo mismo, da lo mismo», escribe Morales. «Menudencias sin eco», apunta, desde su posición de observador en el centro de un mundo alienado e impío. «Cosas de poca importancia», que diría León Felipe. Pero no es verdad. La fuerza del poema reportaje devuelve al espectador, al 'voyeur' de ese deslumbrante espectáculo que es la otredad del mundo, su verdadera condición humana. Con temblor intestino. Con conmoción interior. Esa misma conmoción que desemboca, al final del libro, cuando el poeta abre su visión a los paisajes: el río de la vida, la memoria del agua… Al final, ese gran enemigo que nos transforma, nos degrada y nos destruye, acaso nunca del todo, y al que llamamos tiempo.

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