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La poesía verdadera
Como teórico, como crítico de la poesía de su tiempo, Sánchez Rosillo tiene poco que decir
José Luis García Martín
Sábado, 13 de mayo 2023, 00:37
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José Luis García Martín
Sábado, 13 de mayo 2023, 00:37
Pocos poetas tan fieles a sí mismos -para bien y para mal- como Eloy Sánchez Rosillo. Ya en 1980, en la antología 'Las voces y los ecos', exponía las mismas ideas que encontramos reiteradas en 'El sueño cumplido': «Solo existe una tradición poética, que es ... la de la poesía verdadera. La voz de los poetas es siempre la misma, aunque las modas o la metodología académica intenten demostrar lo contrario. Tales ingenuidades no afectan para nada a esta tradición única de la poesía, del mismo modo que no pueden afectar al crecimiento de un árbol, a los sabores del amor o a la presencia elemental de un cuerpo desnudo. El ruiseñor cantaba de igual forma en la época de Safo, en la de Catulo, en la de Garcilaso, en la de Keats y Hölderlin y en la nuestra. Et tout le reste est literatura». Sí, todo lo demás es literatura, como lo es, mejor o peor, cualquier poema -tan distinto de una época a otra, de un autor a otro- al canto del ruiseñor.
Esa misma concepción ahistórica de la poesía se mantiene a lo largo de todos los escritos reunidos en 'El sueño cumplido', redactados a lo largo de los últimos veinte años. Se trata de unos «Garabatos de poética», conferencia sobre su vida y obra pronunciada en la Fundación Juan March; varios poemas propios comentados; una selección de los poemas que tienen por tema a la propia poesía, y diversas entrevistas de muy desigual extensión e interés. Más de una vez expresa Sánchez Rosillo su rechazo del género «poética», de las reflexiones del autor sobre su propia obra, pero pocos autores se habrán ocupado con tanta insistencia de aclarar lo que entienden por «verdadera poesía» (la de Homero, el poema más citado en estas páginas, la de Emily Dickinson, la suya propia) y de rechazar otras concepciones de la poesía.
'El sueño cumplido' Eloy Sánchez Rosillo
€ditorial: Tusquets. Barcelona, 2023
El poeta, afirma, no es «un relojero, es decir, alguien que va montando las piezas de un artilugio verbal». Pero serían esos poetas los preferidos por los críticos, ya que resulta más fácil «analizar una cosa falsa, construida, porque entonces pueden explicar cómo está hecha, cómo están puestos los distintos tornillos, las distintas piezas, y los propósitos del que montó el artefacto».
Eloy Sánchez Rosillo, cuando reflexiona sobre poesía, gusta de la tautología y la caricatura. Tautología: la «poesía verdadera» es la «poesía auténtica», la que escriben los grandes poetas de todas las épocas. Caricatura: «Producen cierta pena esos poetas de ahora que se vanaglorian de ser estrictamente urbanos y que solo conocen las calles de su ciudad. No saben lo que es un árbol».
Sería interesante que Sánchez Rosillo mencionara a alguno de esos poetas que solo conocen las calles de su ciudad, pero se cuida mucho de citar -ni para bien ni para mal- a ninguno de sus coetáneos. En algunas de las entrevistas, se alude en la pregunta a sus compañeros de generación, pero él responde siempre sin dar nombre y con generalidades.
A menudo incurre en contradicciones. «Con frecuencia mis poemas tienen origen en hechos de mi propia vida -que son los que me caen más a mano-, pero en el proceso de creación del poema es preciso que el material autobiográfico se universalice y se independice de uno mismo», escriben muy sensatamente. No tarda en decir muy otra cosa: «En mis poemas hablo de mis asuntos, claro, de los que yo siento, no de los que le interesan al farmacéutico de mi barrio o a un perito agrícola de Lituania, e intento expresarlos con mi propia voz».
Como teórico, como crítico de la poesía de su tiempo, Sánchez Rosillo tiene poco que decir. No es un estudioso del tema y ni siquiera se considera un escritor. Es solo un poeta, pero un poeta muy consciente de lo que ha querido hacer y de lo que ha hecho. A veces, en sus entrevistas, nos parece escuchar a alguno de los denostados autores de la llamada «parapoesía», de la poesía que gracias a las redes sociales y a los recitales ha alcanzado una difusión hasta ahora desconocida: «Muchos poetas españoles no escriben en español, sino en chino. Cuando el lector bienintencionado abre un libro de poemas y ve que en sus páginas no entiende nada, o que se entiende, pero que el conjunto es decorado vacío, lleno de relumbrones culturalistas de purpurina, lo cierra y no lo compra. Por eso la poesía tiene hoy escasos lectores». Habría que citar, a propósito del Sánchez Rosillo de 'El sueño cumplido', una vez más a Hölderlin: «El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona».
La evolución poética de Sánchez Rosillo ha ido en la dirección de un cada vez mayor despojamiento formal. El lenguaje -todavía algo convencionalmente literario en su primer libro- se ha ido volviendo más y más coloquial, los temas culturalistas, tan de su generación, casi llegan a desaparecer y la variedad métrica -nunca excesiva- se reduce a una combinación de alejandrinos, endecasílabos y heptasílabos sin rima: «Me parece esta una forma métrica muy dúctil, que por su naturalidad casi no se hace notar, sin rimbombancias rítmicas ni énfasis prosódicos cuando el encabalgamiento y algún otro oportuno recurso llegan a ser parte de ella».
El enfoque y el tono ha cambiado desde sus primeros libros, de carácter fundamentalmente elegíaco, hasta los publicados a partir de 'La certeza' (2005), en los que predomina lo celebrativo, el continuo asombro ante el milagro de la realidad. Paradójicamente, esta segunda etapa, que parece debería reducirse a unos pocos poemas esenciales, es la más fecunda del poeta, con frecuencia convertido en un aplicado epígono de sí mismo. Función del crítico, del estudioso, es analizar los mecanismos que convierten en poesía lo que podía haberse quedado en una banalidad. Sánchez Rosillo no lo hace en 'El sueño cumplido', pero ofrece a cambio sugerentes apuntes autobiográficos, a la vez que expresa la intención de que las palabras del poema «se hagan transparencia y claridad, / igual que un charco de agua tras la lluvia, / cuando por fin se aquieta: / agua que en su cristal contiene el cielo / y a la que acuden a beber los pájaros».
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