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Varios lectores en una pasada edición de San Jordi. EFE
Un San Jordi zarandeado
Otras latitudes

Un San Jordi zarandeado

todo hijo de vecino se siente obligado a regalar una rosa (la parte más amable de la festividad) y a comprar un libro (la más onerosa, pero asimismo inexcusable)

Eduardo Moga

Valladolid

Viernes, 3 de junio 2022, 00:10

El pasado 23 de abril, Sant Jordi, me pilló en la calle. Como buen anfitrión (soy pocas cosas ya, pero esta todavía), había salido a enseñarle la ciudad a una amiga venida del extranjero. Pero se me había olvidado cómo se pone todo en un ... día como ese. Además, por cortesía de la pandemia, llevábamos dos años sin un Día de Sant Jordi como Dios manda en Barcelona, con casetas por doquier, puestos de flores en todas las esquinas y, sobre todo, muchedumbres infinitas en calles, plazas y avenidas. Y la gente tenía ganas de volver al jolgorio habitual: había hambre de multitud, y no solo por parte de los libreros.

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