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La vallisoletana Raquel Delgado ha escrito 'Ser de fuera', un libro de relatos convertido en una de las propuestas literarias de la semana, junto a una historia ambientada en un salón de manicura y un novelón que recuerda un sórdido episodio en la historia de EE UU en el siglo XX: la construcción de campos de internamiento para encerrar a ciudadanos con raíces japonesas.
«Ver a mi padre reírse mucho con algo siempre me da ganas de llorar» (138)
Ser de fuera. Raquel Delgado
Sexto piso. 152 páginas. 16,90 euros.
Es muy fácil en la vida 'ser de fuera', sentir que no encajas, que no formas del todo parte del grupo (amigos, familia, compañeros de trabajo), que el lugar del que te marchaste no sigue igual cuando vuelves, que las personas que dejaste atrás cambiaron para no ser las mismas. O que quien cambiaste fuiste tú. 'Ser de fuera' es una colección de relatos en los que la vallisoletana Raquel Delgado (que, como dice la solapa del libro, también se marchó) explora esa sensación incierta del no sentirse cómoda en un lugar que parece nuevo pero que fue hogar, indaga en cómo el tiempo nos moldea y lo que fuimos no es lo que somos.
Una de las piezas más destacadas de este ovillo literario es 'Despedida', un relato en el que Alicia se reencuentra con varias amigas de la infancia para celebrar su despedida de soltera. Entre ellas está Eva, tal vez la primera amiga de todas, la vecina inseparable del pueblo de la que, sin embargo, ahora cada vez se siente más distante y alejada. De su amistad queda el recuerdo del pasado, pero no el alimento del presente. Esa sensación de puentes volados y lazos deshechos está también en 'Campanas', donde se habla de las luchas subterráneas por los afectos, en el seno de una familia que se reúne para una misa en recuerdo del abuelo.
Hay además cuentos que desactivan las trampas del amor romántico ('Antes de casarme'), de las masculinidades que regatean caricias ('Los hombres y el pan') o de esa incertidumbre vital de quien siente que todo se tambalea alrededor ('Una desesperación'). En 'Ser de fuera' hay muchos personajes que regresan al pueblo de la infancia (Campaspero es el de Raquel Delgado), muchos que vuelven para retomar la relación con su madre y su padre (la figura del padre está muy presente en varios cuentos) y muchos que ocultan sus sentimientos en una niebla de silencios. «Tampoco para nosotros este año ha sido un buen año, pero esa información, por supuesto, nos la hemos callado», dice uno de los personajes de 'Ser de fuera', el relato que da nombre al volumen. Esos silencios familiares son también parte del combustible de este libro sincero que ofrece una mirada punzante sobre las frágiles conexiones de las relaciones personales.
«Los silencios ni sirven ni salvan de nada» (175)
Pasión Nails Rosario Izquierdo
Alianza. 178 páginas. 18,50 euros.
Dice la narradora de 'Pasión Nails' que hay dos formas de escribir un libro. La primera es «levantar una intriga insustancial», armar una estructura narrativa ya prevista de antemano, «seguir los derroteros de un relato ya sabido incluso antes de iniciarse» (39). «Saber antes de escribir, cuando lo que prefiero es lo contrario, escribir para saber». Y así, esta novela parece construirse al mismo tiempo que la acción sucede. La narradora es Pepa, una escritora insegura y socióloga en paro que, después de trabajar durante años con familias de barrios de favorecidos (intervención social es la fórmula que se suele utilizar), se adentra en una de estas zonas sin ninguna intención más allá que la de pasear. Descubre un salón de manicura y entra. Y allí, se encuentra con un grupo de mujeres que parece muy ajeno a la realidad de su barrio de clase media/alta. Pepa no solo extenderá su mano para que le hagan la uña, sino que también la ofrecerá para que otras mujeres la acojan y caminen juntas por un mundo compartido que al principio parecía tan alejado. Así, trabará amistad con Fani, dependienta del negocio, quien después de varias sesiones le pedirá que le enseñe a leer mejor. Y de este modo, una mujer que escribe el mundo y otra que intenta aprender a leerlo cruzarán sus vidas para contar una historia que se construye mientras se escribe y, a fuerza de acumular escenas y circunstancias (el hermano borracho, la madre ensoñadora, el marido ausente), dibuja un fresco sobre los prejuicios de clase, los estereotipos sociales, los miedos a hablar para no sentirse incomprendido.
«El pasado es mucho más fascinante que el futuro: el futuro se revelará, cueste lo que cueste, pero el pasado está hecho para desaparecer» (594)
'Las propiedades de la sed'. Marianne Wiggins.
Libros del asteroide. 616 páginas. 29,95 euros.
«¿Cuál es el alimento perfecto?», pregunta Schiff, de manera machacona, a todo aquel que se cruza en su camino y con el que quiere iniciar una conversación. Piensa en ese alimento del que te podrías alimentar durante toda la vida, sin necesitar ninguno más. Algunos le dicen que las nueces. Otros que el huevo, el aguacate, los pistachos. En realidad, comprobará Schiff, no existe ese alimento único capaz de garantizar la supervivencia. Siempre se necesitarán los nutrientes que aportan otros alimentos. Siempre habrá otros ingredientes que potencien su sabor. Y casi siempre será necesaria alguna intervención culinaria que permita que lo comamos mejor: pelarlo, abrirlo, lavarlo, cocinarlo. Schiff lo comprenderá mejor cuando su vida se cruce con la de Sunny, una cocinera que ha aprendido a mimar los alimentos, a buscar las mejores conexiones entre ellos para exprimir al máximo las posibilidades de los víveres.
Esta es una de las metáforas que encierra 'Las propiedades de la sed', una novela descomunal (a veces desproporcionada) en la que se habla de eso, de cómo ningún alimento (ser humano) es perfecto en sí mismo. Siempre necesitará la combinación de otros para saber mejor. Esto vale para las relaciones personales, claro. Pero también para la herencia, la historia y las migraciones. Schiff, el hombre de la pregunta, es un abogado judío, nacido en Chicago y criado en Nueva York, que ha sido contratado por el Gobierno de los Estados Unidos para llevar a cabo una empresa deplorable. Los japoneses acaban de bombardear Pearl Harbour y, como respuesta, EE UU ha decidido recluir a todos los americanos de origen japonés en unos campos de reclutamiento (de concentración) repartidos por todo el país. Por si fueran espías, por si son el enemigo. Miles de americanos nipones fueron encerrados durante meses en diez instalaciones miliares, con barracones y sin derechos.
Una de ellas estuvo en El Manzanar, unos terrenos de California, cerca de Los Ángeles. Allí llega Schiff, como encargado de este campo de reclusión. Aunque muy pronto descubrirá que su patria son los derechos humanos y no los principios que habían hecho levantar un campo de internamiento así (477). Este campamento está muy cerca de Las tres sillas, el rancho familiar de Sunny (la cocinera). Allí llegó su padre Rocky, junto a su mujer, Lou, una joven de raíces francesas, médica apasionada de la cocina, que falleció de polio al poco de nacer sus hijos gemelos: Stryker y Sunny. La hermana de Rocky, Cas, una mujer cosmopolita, ha tenido que renunciar a su vida para cuidar a sus sobrinos. Cuando ya son mayores, Sunny ha abierto un restaurante (donde conocerá a Schiff) y Stryker, quien, después de un sospecho incidente, ha tenido que huir. Ha llegado a Hawaii, donde se ha casado, ha tenido hijos pero donde ha perdido la vida en el bombardeo de Pearl Harbour.
Junto a estos episodios de la IIGM, junto a esta relación entre Schiff y Sunny, tenemos la lucha que desde hace años mantiene Rocky para que no esquilmen la riqueza hidrológica de la zona para abastecer Los Ángeles. Sobre estos mimbres se construye 'Las propiedades de la sed', una novela que en ocasiones se dispersa por caminos secundarios tal vez demasiado largos (el viaje a Europa), pero que mantiene el pulso gracias a unos misterios medidos (el incidente, la explosión del acueducto, el disparo en la lancha) y, sobre todo, gracias a los mejores pasajes, vinculados con la vida en ese campo de internamiento. Una novela poderosa que, frente a la pureza mal entendida, defiende el mestizaje, la herencia, cómo la identidad de lo que somos no es piedra, sino agua que nos moldea.
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