Un incendio de palabras y una niña sola al final del camino

Hay literatura, periodismo y aforismos en las tres recomendaciones literarias de esta semana, con tres libros que ya se pueden encontrar en las librerías.

En una de las peores temporadas de incendios en España, la periodista vallisoletana Franca Velasco cogió su coche y viajó, con su libreta y su grabadora, con su sonrisa y su curiosidad, hasta esos lugares de cenizas y destrucción después del fuego, hasta esos espacios donde se lucha contra las llamas, hasta esos torreones donde se vigila para que nada de eso vuelva de nuevo a ocurrir. En esa primera línea de la lucha contra el fuego hay mujeres valientes y comprometidas, mujeres que comparten con sus compañeros unas condiciones muchas veces precarias, mujeres que en este libro reflexionan sobre tu trabajo. Franca Velasco ha elegido a varias profesionales en un mundo, la lucha contra el fuego, donde son minoría. Pero su presencia es también un cortafuegos contra el machismo y un ejemplo de igualdad. En estas páginas habla Lucía, una trotamundos que apaciguó su espíritu nómada en un helicóptero que sobrevuela Palencia para sofocar incendios. O Pilar Fuentetaja, quien ha entrenado su mirada para ver humo a decenas de kilómetros desde su torre cerca de Aranda de Duero. O Xandra, quien con ayuda de drones escudriñó los efectos del volcán de La Palma. O Marta, piloto con más de 7.800 horas de vuelo. O Lucía, brigadista de 21 años. O Elena, psicóloga especializada en emergencia. O Vanessa, que acomete durante el invierno labores preventivas en el monte. O Carmen Orellana, una de las pioneras. Y hay más. Mujeres que luchan contra el fuego y que reflexionan sobre su profesión en este libro de puro periodismo.

«¿Qué edad hay que tener para que la gente te trate como a una persona?». La pregunta, que ha sobrevolado el libro hasta el momento, se hace explícita en la página 111. Rynn es una joven adolescente, 13 años, que llega a una pequeña isla cerca de Nueva York para vivir, parece, junto a su padre. Han elegido una casa alejada de casi todo, al final de un camino, donde la niña puede desarrollar su independencia sin rendir cuentas con nadie, sin tener que dar explicaciones. Apenas sale de casa. La gente del pueblo cree que vive con su padre, un hombre simpre encerrado en una habitación de la mansión, a quien nadie nunca ha visto. Escrita con un marcado carácter teatral (habría versión para las tablas y también una película con Jodie Foster), Rynn recibe en su casa a un puñado de personajes que amenazan su independencia. Está Hallet, un tipo turbio, rijoso, que intenta aprovecharse de la joven adolescente. Está la madre de Hallet, una mujer metomentodo que sospecha de la vida que lleva Rynn en esa casa solitaria. Está un policía y un chaval aficionado a la magia que se convertirá en aliado de Rynn. El libro, un misterio gótico con toques de humor, reflexiona sobre cómo los adultos ven a los adolescentes y sobre cómo hay una serie de presiones sociales (el colegio, las relaciones personales y de pareja, la familia, las costuras burocráticas) que intentan someter a las personas... y cómo hay vías para escapar de estos esquemas y sentirse así alguien único, especial.

Aquí hay aforismos, ideas y ocurrencias, apuntes y reflexiones, reseñas, comentarios al hilo de series, libros y políticas. Aquí hay una colección de frases que nacieron en las redes sociales, de párrafos escritos después de un fogonazo cultural, de pensamientos, posts y citas organizadas en una agrupación de capítulos que, encabezados por una ilustración, revolotean en torno a una serie de ideas, de conceptos, que sirven de hilo conductor para este libro que el autor invita a leer picando de aquí o de allí (o bien con la lectura, nada pesada, de un tirón). Por estas páginas se pasean ideas sobre la identidad, la tradición, las herencias recibidas, la soledad, el poder, la experiencia, la influencia de las redes sociales... la vida. Y aquí van algunas de esas frases subrayadas, entresacadas. Quizá la más relevante, la que enmarca el libro, es esta: «Somos lo que nos pasa, no lo que hacemos, la huella que queda en nosotros» (página 55). Y podrían ser muchas más. «Somos de gatillo fácil a la hora de tildar de floja o acomodada a una generación sometida a un estrés que nosotros no sufrimos» (36). «El precio a pagar por un pasado impoluto es no tener pasado» (47). «La experiencia de una escapada a Capri no está completa si no puede exhibirse en redes» (79). «Hoy en día es casi más importante mostrar la adhesión a una causa justa que tratar de actuar con justicia» (90). «Esperar no es no hacer nada; es vivir atento» (118). «Hay más violencia en la disputa por los matices que en la discusión por los conceptos» (153). Y se podría seguir...

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