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Juan Manuel Díaz de Guereñu
Sábado, 29 de marzo 2025, 09:32
Desde que comenzó a publicar cómics hace veinte años, Liv Strömquist (Lund, 1978) ha desarrollado una sólida producción de ensayos en viñetas compuesta por nueve títulos, la mayoría de ellos traducidos al español. Su nueva obra, 'La voz del oráculo' (Reservoir books), continúa la tarea.
Llamar ensayos en viñetas a los libros de Strömquist no es una exageración. La autora los dedica a analizar asuntos que conciernen a nuestra vida en sociedad, empleando los recursos habituales de la reflexión, que integra en el lenguaje del cómic. No cuenta historias, excepto como un dato en su argumentación. Discute conceptos, creencias o comportamientos, labrando un terreno inusual para los historietistas.
Para dibujar un ensayo, Strömquist elige su tema entre los aspectos que le preocupan en nuestra realidad humana de hoy. El lector que sigue su trayectoria apreciará cierta continuidad entre los asuntos tratados en sus obras hasta el momento. La autora analiza aspectos en la construcción de la identidad personal y la relación entre individuos, queriendo esclarecer los laberintos emocionales en que nos vemos atrapados y los comportamientos compulsivos que nos enredan en la angustia recurrente.
Strömquist formula su crítica de nuestra humanidad torpe sustentándola en una perspectiva que cabe definir como de izquierdas y feminista. Sus asuntos y el modo como los discute la transparentan. También dejan clara su propensión al humor, que salpica el razonamiento con bromas.
La autora, aunque compone un cómic, sigue las pautas formales del ensayo. Articula un razonamiento sobre su asunto, lo distribuye en partes y lo culmina con una conclusión. En su desarrollo, acude a otros autores. Incorpora esos textos ajenos mediante citas textuales entrecomilladas, que las notas atribuyen debidamente a su autor. Es obvio que Strömquist tiene su galería de pensadores afines, pues los cita en varios libros y a veces los glosa largamente. Entre los citados en 'La voz del oráculo', Adorno, Bauman, Byung-Chul Han o Eva Illouz se incorporan repetidamente. En esta ocasión, Strömquist reflexiona acerca de la adicción generalizada a horóscopos, consejos y prescripciones que se sustituyen sin tregua e incitan a consumir o practicar naderías con las que el ser humano pretende una vida mejor y olvidar la muerte, ahora que el abandono generalizado de la creencia en el más allá nos ha escamoteado la otra vida prometida.
Dado que el ingrediente fundamental de la obra es la palabra, empleada para razonar, Strömquist la formaliza empleando recursos que modulan dicho predominio. No cuenta con uno o varios personajes que viven su peripecia para el lector y con quienes este pueda identificarse. La autora se dota de una voz que conduce el razonamiento.
Dicha voz está transcrita mediante una letra francamente informal, una caligrafía desgarbada que el lector atribuye también a la autora. Bruscos cambios de tamaño y grosor señalan los subrayados y los matices y aportan variedad visual a las páginas. El texto (la voz) está generalmente contenido en globos de diálogo o cajas de texto, los recursos habituales del cómic, aunque ocupa también otros huecos entre o en las viñetas. El fondo de los textos suele ser blanco, como es tradicional, pero a veces le añade color.
La distribución en el espacio y el encadenado de los globos de diálogo son peculiares, pues fuerzan al lector a recorrer la página en direcciones diversas, siguiendo en sentido literal la palabra. Se añaden a estas libertades las humoradas y los coloquialismos que conforman el discurso irreverente de la autora.
El dibujo está subordinado a dicha voz. Strömquist dibuja sobre todo a quienes aportan razones, palabras; a los autores a los que cita para avanzar en su exposición y a los individuos anónimos que proporcionan ejemplos de comportamiento. Abundan así los bustos parlantes. En un par de ocasiones, Strömquist se burla de los proveedores de consejos y de la falta de pretensiones de su dibujo: afirma que no los ha elegido porque sean más interesantes que otros, sino porque portan una bandana o un collar vistosos, que le gusta dibujar. 'La voz del oráculo' despliega a menudo colores llamativos de fondo o en detalles, que también avivan la lectura.
Liv Strömquist da forma a su reflexión haciendo un uso personal y descarado de los recursos de la historieta. Compone así obras legibles y vistosas, que enriquecen el lenguaje y la tradición del cómic.
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