Hipocorísticos

Este procedimiento denominativo, que se ha revelado como muy exitoso en nuestra lengua, muestra algunas tendencias, que traeré aquí, como ejemplo de la creatividad verbal.

En general suelen manifestar una relación morfológica clara con el nombre de pila correspondiente, es decir, que resulta fácil adivinar el nombre de pila de una persona a través del hipocorístico o al revés. Aunque esto no se cumple siempre, como ocurre con Lola (Dolores), Paco, Pancho o Curro (Francisco), Charo (Rosario), Chelo (Consuelo), Peque (Ángeles), Menchu o Tita (Carmen).

Tienden a admitir sufijos diminutivos nombres cortos, como Ana, Rosa, Julia, Marta, Carmen y Rafa (Anita, Rosita, Julina o Julita, Martita, Carmina y Rafita), y a veces pierden sílabas tras la sufijación (Rosi, Juli, Rafi, Carmi, pero no Ani ni Marti). También los nombres más cortos, incluso los previamente acortados, emplean con más frecuencia otro tipo de sufijos por analogía con otros nombres, como es el caso del sufijo '-uska' (Anuska, Juanuska, Catiuska o Katiuska).

El procedimiento de creación más productivo es, sin duda, la reducción del segmento final del nombre (Puri, Consu, Conso, Beni, Boni, Cris, Cristi, Espe, Sole, Conce, Ferna/Fernan, Magda, Rafa, Noe, Rebe, Almu, Moni, Mari, Isa, Glori, Ali, Ade, Monse, Tere, Visi, Eli, Manu, Dani, Santi, Edu, Floren, Adri, Agus, Nico, Reme, Sebas, Mariate, Maripi) o del segmento inicial, como en Colás –Nicolás–, Geles –Ángeles–, Tina –Agustina, Celestina o Cristina–, Lina –Catalina–, Min –Benjamín–, Mingo –Domingo–, Gelín –Angelín–, Tino –Florentino–, Nando –Fernando– o Cleto –Anacleto–.

Se dan casos de reducción simultánea de sonidos iniciales y finales (Dora –Adoración–, Lali –Eulalia–, Lari –Hilaria–, Geni –Eugenia–, Mili –Emilia–, Poli –Hipólito–).

A veces el cambio conlleva una dislocación acentual, como en 'Gérar', 'Éncar', 'Jose', 'Marian', 'Asun', 'Adri', 'Ascen', 'Mariví' (María Victoria, María Vicenta) o 'Marimí' (María Milagros).

Los nombres que más hipocorísticos han generado son los que pertenecen a la tradición familiar. Estos cumplen la doble función, desambiguadora y expresiva, con respecto a los antropónimos de los que derivan. Por eso suelen ser raros los hipocorísticos de nombres muy originales.

No todos los hipocorísticos son creaciones internas del español. Valga como ejemplo el caso de 'Pepe', que comenzó a ser popular en el siglo XVIII y cuya etimología suscita desconcierto: tradicionalmente se ha admitido que es un italianismo vinculado a 'Giuseppe', pero también podría ser una repetición de la última sílaba de 'Josep' o de 'Josepe'; otra hipótesis relaciona el origen de esta palabra con la abreviatura 'p.p.' (padre putativo), atestiguada en los libros sacramentales.

Los datos procedentes de corpus indican que hipocorísticos muy frecuentes, como Lola, Charo, Pancho, Chavela o Lucho proceden de la antropología hispanoamericana, aunque hoy ya pueda sostenerse que son panhispánicos.

El acortamiento es compatible con el tratamiento diminutivo, como en Lolita, Charito, Dorita, Paquito, Paquita, Pepito, Pepita, Josito, Marita, Chelito.

No son infrecuentes los hipocorísticos que proceden de la combinación de los dos elementos de un nombre compuesto, como Juanra (con una erre) –Juan Ramón–, Joserra –José Ramón–, Maite –María Teresa–, Josema (José Manuel, José María, José Mariano), Juancar (Juan Carlos). Incluso puede sufrir alteraciones mayores, como Beto (Roberto), Chavela o Chaveli (Isabel), Charo (Rosario), Chelo (Consuelo), Merche (Mercedes), Nacho (Ignacio), Suso (Jesús).

No solo de diminutivos y de acortamientos viven los hipocorísticos. También pueden formarse por adición de sonidos, como Juancho, Pableras o Pedrolas.