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Las tres recomedaciones literarias miran hacia el 'Planeta invernadero' que propone Rafael Navarro de Castro (una mirada global a los problemas contemporáneos), una historia de deseo ('La casa', de Julien Gracq) y una divertida reflexión sobre las novelas de misterio en 'El enigma de West Heart'.
«Todos los niños son exploradores hasta que les apagan la linterna y les enseñan el camino» (196)
Planeta invernadero Rafael Navarro de Castro.
Alianza. 712 páginas. 22,90 euros.
«Entre el mundo que nos rodea y las historias que nos cuentan hay un abismo infranqueable», dice Sara, ingeniera agrónoma, a punto de cumplir los cuarenta años y, desde hace quince, trabajadora de una cooperativa agrícola que explota sin descanso el terreno del sureste peninsular, en ese mar de plástico de los invernaderos. «Me interesan los huecos, las rendijas, los espacios vacíos y minúsculos porque ahí es donde sucede todo», escribe en unos papeles testimoniales que configuran la novela de su vida. Porque ahí, en los «intersticios», tal vez está la verdad de «lo que las palabras no nos dejan ver, lo que tapan, lo que enmascaran, lo que niegan, lo que nos escamotean» (30). Y debajo de esos plásticos también hay historias ocultas, verdades que no salen a la luz y que ahondan esa brecha entre la realidad y lo representado.
'Planeta invernadero' es una novela de 700 páginas en la que Rafael Navarro de Castro se fija en esos puntos ciegos de la vida que muchas veces evitamos para no enfrentarnos a las verdades. «El planeta invernadero también tiene lados ocultos, ángulos muertos, zonas oscuras que ni se nombran sin se muestran (porque) no nos da la gana mirarlos a la cara» (44). Y así, por este libro pasan historias de migrantes explotados, trata de mujeres, especulación urbanística, cambio climático, agricultura insostenible, maltrato, violación, connivencias judiciales, turismo desaforado, censura en los medios, linchamiento en redes, el mal uso de la tecnología, los peligros de una ciencia sin ética...
Nada parece escapar de la lupa del autor (de Sara) en este retablo contemporáneo tal vez excesivo en páginas (el final se hace un poco cuesta arriba), pero que contiene momentos sobrecogedores, que cogen de la solapa al lector para que no deje de pasar páginas (sobre todo, en torno a la relación tóxica en la que se ve envuelta Sara y la denuncia de las prácticas agrícolas que esquilman los recursos). El autor juega con habilidad con sus personajes y consigue entrelazar las vidas de unos seres que parecen alejados y tienen tanto en común. Así, secundarios que se presentan ajenos a la trama tendrán luego un papel destacado en ella, como Moha, Irina, Rubén, Cristian... En el fondo, en este libro late la pulsión de las incoherencias vitales. «Hay una brecha entre nuestras ideas, nuestros valores y nuestros actos y eso es fuente de angustias y ansiedades», se dice en la página 31. Mucho más adelante (mucho más), Sara será capaz de hacer frente a esas contradicciones, decidirá alzar la voz contra todo aquello que considera tóxico (en el trabajo, en las relaciones personales) y, aunque al principio le cueste caro («nadie dice la verdad sin consecuencias», 183), terminará por sentirse cómoda con una apuesta vital que le lleva a vivir la vida que siempre quiso, aunque suponga ciertos sacrificios.
«Un cuerpo suavemente abierto que llama desde las profundidades de su temeraria soledad» (40)
'La casa' Julien Gracq
Periférica 64 páginas. 9,50 euros.
Hasta en el peor de los escenarios puede brotar el deseo. El enamoramiento es posible en terrenos y corazones que parecían baldíos. El narrador de esta historia es un tipo encadenado a una rutina que todas las semanas le lleva a hacer un viaje en un autocar «destartalado, abarrotado y con olor a cerrado». El vehículo (y su pasajero) atraviesan un territorio ocupado por los nazis donde el paisaje parece condenado también al horror. Los árboles secos son esqueletos. El bosque, un nido de oscuridad. Nada crece allí, salvo tal vez las sombras y la desolación. Pero, en medio de ese terreno inhóspito, hay una casa destartalada que despierta la atención del pasajero. Es una vivienda solitaria y parece que abandonada, con las ventanas desvencijadas y las puertas cerradas a cal y canto. Así se presenta, al menos desde la carretera. Hasta que, un día, el pasajero decide bajarse del autobús y emprender ruta hacia esa casa construida en ese bosque terrible. Julien Gracq ha escrito un relato cortito, conciso, apenas unas páginas en las que el lector acompaña a un hombre que viaja desde la desoladora rutina hasta un territorio que parece descorazonador. Hasta que, poco a poco, descubrirá con detalles que hasta en los más triste cabe una nota de alegría, que hasta en los corazones más fríos es posible que prenda la llamita del deseo. Porque no hay paisaje tan horrible que no tenga, al menos, una pequeña flor.
«Al fin y al cabo, toda novela es un enigma y todo lector, un detective» (13)
El enigma de West Heart. Dann McDorman.
Tusquets. 352 páginas. 20,90 euros.
Esta podría ser otra de tantas novelas de misterio. Adam McAnnis es un detective que recibe un encargo: acercarse hasta un exclusivísimo club social, al que pertenecen apenas un puñado de familias privilegiadas, e investigar lo que allí está pasando. Y lo que está pasando es que, en el fin de semana del 4 de julio, se suceden atropellos, disparos accidentales (o no) durante una cacería, muertes que parecen suicidios y otras que a todas luces son asesinatos, engaños sentimentales y empresariales...
Una ristra de sucesos que, en realidad, no son lo más importante. Lo mejor de esta novela es que, al mismo tiempo que se presenta la trama, el narrador atraviesa las páginas y se dirige directamente al lector para recordarle que él también es un detective. La misión de quien lee es estar atento a las pistas y detalles, porque también de él depende la resolución del caso. McDorman utiliza una típica historia de misterio para hablar de los tópicos del género (como la cena que reúne a los sospechosos) y exponer los trucos que emplearon los grandes nombres de este tipo de literatura, de Poe a Agatha Christie, de Hammett a Conan Doyle.
El libro disecciona, con humor y apelaciones directas a la conciencia lectora de quien está frente a la novela, las herramientas del género de las historias de misterio. Cómo se presentan las pistas, cómo se dibujan los personajes, cómo a veces es más importante el ambiente creado que el desenlace propuesto, cómo no hay que engañar al lector con soluciones sacadas a última hora de la manga. Pero también, cómo las novelas de misterio apuestan por muertes comedidas (la puñalada limpia, la única herida de bala, el discreto veneno) mientras que los 'thriller' han evolucionado a matanzas sangrientas, muertes truculentas. O cómo la novela tradicional buscaba encontrar al culpable para restablecer el orden social establecido mientras que ahora tampoco es tan relevante pillar al malo porque ya sabemos que es casi imposible domesticar el mal en la sociedad. O cómo hemos pasado del 'whodoneit' (quién lo hizo) al cómo lo hizo y, sobre todo, por qué lo hizo. En 'El enigma de West Heart' no faltan los giros inesperados, pero todo se fía a una idea: el papel fundamental que tiene el autor a la hora de montar el crimen, el misterio, y la labor crucial del lector como un investigador dispuesto a resolver el enigma que le propone el texto.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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