El recuerdo que un hijo tiene de su madre, el deslumbramiento de una madre hacia su bebé y la desazón de un esritor que busca temas para su próximo libro son las armas que utilizan para conquistar a los lectores las tres propuestas literarias de la semana.
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«A veces un futuro que nunca tomó forma pesa más que cualquier pasado», dice la voz que narra 'Gloria', el libro en el que Andrés Felipe Solano reconstruye varios momentos clave en la vida de su madre. Especialmente, aquel 11 de abril de 1970 en el que espera a su novio, El Tigre (llega tarde), para asistir a un concierto. Gloria, apenas veinte años, vive en Nueva York. Atrás queda una vida en Colombia, donde asesinaron a su padre (un abogado). Ahora trabaja en los laboratorios fotográficos AGFA y allí, en la preparación de unos negativos, descubre una truculenta escena cuyo recuerdo le acompañará toda la vida. Ese, pero también el de cuando vio a su novio llorar por primera vez. La memoria de lo que pudo ser y se truncó, de las promesas vitales que no llegan a cumplirse, de los sueños no siempre cumplidos y de los secretos casi nunca revelados están en el centro de esta historia de prosa sabrosa donde brilla la noche setentera de Nueva York.
Hay un personaje que se llama como el autor, que (como él) es escritor y que atraviesa una crisis creativa después de ganar (él también lo hizo) el premio Biblioteca Breve. Necesita una historia y esa desazón contamina su día a día. Su mujer y su familia están hartos. «No se puede ser escritor todo el rato. Porque eso cansa. y no me refiero a ti. Nos cansa a nosotros». El narrador acude a una psicóloga para intentar superar su bloqueo. Y espía a una vecina porque cree que ahí hay un hilo del que tirar: el otro día vio cómo de su casa salía una ambulancia y creyó ver a un hombre llorar a la puerta. Con estos tres mimbres (la familia, la psicóloga, la vecina) se trenza 'La flor del rayo', una novela que habla sobre la imaginación y la ficción, sobre los elementos reales que utiliza un escritor para amasar una mentira. Porque, como se dice en la página 268, «un jardín necesita una mano para ser un jardín».
«Es como si los bebés no se hiciesen más grandes al nacer, sino más pequeños», dice la periodista Rivka Galchen, colaboradora de medios como 'The New Yorker', en este libro impresionista sobre las criaturas recién nacidas. Se vuelven más pequeños porque ese misterio de los bebés («parecen de otra especie») se desvanece a medida que aprenden a hablar, muestran sus gustos y sus deseos. Galchen ha empaquetado una colección de reflexiones e historias en torno a su recién estrenada maternidad. Ha tenido una niña, a la que llama el 'puma', y su experiencia en estos primeros meses le sirve para reflexionar sobre los sentimientos innatos hacia estas criaturas, sobre su escasa presencia en la ficción («la mayoría de los bebés literarios, si aparecen más de un momento, tienden a ser catalizadores del declive o la desesperación») o sobre cómo transforman relaciones de pareja Y amistades.
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