Padece una urticaria crónica, que se manifiesta cada tres días cuando está tranquilo y de gira se hace omnipresente. Es una enfermedad laboral que da por buena. «Si pudiera elegir, volvería a hacer lo mismo», dice Eduardo Pérez, el único de los Celtas Cortos que ... no sale al escenario, el que se dedica «a todo lo que no se ve». El maestro con plaza en la Consejería de Cultura, Juventud y Deportes de los ochenta se embarcó con aquella banda tras conocerla en un concurso. Aprendió a ser manager con ellos y luego lo fue de Roxana, de Obus, Barón Rojo, Mago de Oz o Ska-P, con los que sigue.
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«Me gustaba mucho la música. Tocaba la guitarra en Preciados con un amigo, él era el bueno, yo pasaba la gorra». Llegó a 1984 a Valladolid y en 1988 pasó su «segunda oposición. Me examinaron los Celtas y con ellos me quedé. Jesús tenía 22 años, Goyo, 20, Alberto 18, yo 29. Puede decirse que soy el único manager que he estado tanto tiempo con un grupo, 34 años, y ellos igual».
La relación de los Celtas era «atípica». «Hicimos una cooperativa. En mi tarjeta ponía 'Gestionamos marrones y comunicaciones'. El primer año trabajé con Antonio Lozano, el manager de Aute, pero nada más. Cada uno hacemos esto a nuestra manera, no hay carrera que lo enseñe. Yo fui de estar sobre todo, de la música a las hipotecas y divorcios, el filtro para no meternos en la locura de Madrid. Llenamos Las Ventas y otras plazas. El tiempo y el destino nos fue cambiando pero la esencia es la misma».
En esa aventura se han sentido siempre «un equipo». «En los noventa la prioridad era llegar al concierto y hacerlo. Hemos gestionado puntualidad, creatividad, juventud. Tuvimos una crisis gorda y pasamos la reválida pronto. En 1994 se fue uno, en 1998 otro, en 2003 otros dos y en 2010 uno tuvo que jubilarse por enfermedad. Quedamos Goyo, Alberto, Jesús y yo. Los Celtas siempre hemos vivido del directo. Cuando vendíamos muchos discos ganaba la casa discográfica. Ahora nos lo hacemos todo». Abrieron camino enAlemania (30.000 copias de 'La senda del tiempo' vendidas) y Francia, pero no continuaron.
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Fundaron su propia productora Alacrán. «Pasaba cuatro días a la semana en Madrid. Hice la gira de Roxana 'Talismán', la de Café Quijano, la de Ska-P. El primer año de mi hijo Gonzalo, en 1998, estuve fuera de casa 262 días. Roxana le dedicó una canción del disco por robarle el tiempo de su padre».
En 2003 dejó Alacrán. «Con la edad viajo menos y hago más trabajo de oficina. Lo importante no es como se entra sino como se sale de los sitios. El 'management' necesita discreción y prudencia, no vendemos coca-colas sino sentimientos; no tratamos con mercancía sino con artistas». Con Ska-P trabaja sobre todo en Sudamérica. Ya tienen unas 30.000 entradas vendidas para México. «Uno de mis triunfos personales es haber conocido a Pepe Mújica». Resume su trabajo en agenda y grupos que tengan canciones potentes. La profesionalización condiciona al Eduardo melómano, cada vez que va a un concierto se fija en los aspectos técnicos. Tiene por costumbre solo hacer apreciaciones a los artistas que las piden y reconoce que la relación manager/músico debe ser mutua. «Francamente no me veo con Bisbal o con Alejandro Sanz, y mira que he compartido cosas con él». Últimamente ha descubierto los monólogos y trabaja con Vaquero y Clavero. «Me hacen reír. Cuando estoy en Madrid intento ver alguno».
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