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Año Beethoven, en 2020 se cumplen los 250 años de su nacimiento. Eso que en la clásica supone la excusa ideal para revisar al compositor vía discos y conciertos, en el caso Ludwig no es más que un continuo. A poco abiertos que tengan ... los oídos, les asaltará desde la radio, desde la banda sonora de una película, desde un silbido perdido. El de Bonn sigue aquí, en su esencia, la musical.
Con la monumental biografía de Jan Swafford (Acantilado, 1.456 páginas) aún en la librerías, va por la tercera edición, aún hay algún libro nuevo para celebrar la efeméride. Por ejemplo esta traducción que Alianza ha hecho de la recopilación de Sonneck sobre las opiniones que los contemporáneos de Beethoven escribieron.
Amigos, mecenas, alumnos, directores, editores, compositores, alguna que otra dama, vertieron su parecer sobre quien ya era una celebridad cuando lo hacían (se han seleccionado 30 de las 150 originales). En conjunto esbozan a un hombre iracundo y algo maniático, incapaz de permanecer mucho tiempo en la misma casa, declarado inquilino 'non grato' en varias de ellas, pero a la vez un generoso caballero que desconocía el valor del dinero y que nunca dio importancia a las convenciones sociales de su época. El capricho musical de Beethoven era improvisar en las reuniones con sus coetáneos.
Católico con sentido protestante del trabajo, componía desde al amanecer hasta el mediodía. Necesitaba del paseo, por las calles de Viena, pero también por los bosques de alrededor. La naturaleza es el escenario de su música, esa que concibe de forma total y solo cuando la tiene clara la obra completa en la cabeza se sentaba a escribirla.
Amante de Homero y Goethe, lector asiduo de la prensa en el café, la rudeza de los modales y la vulgaridad de su dialecto que detallan varios testimonios contrasta con el refinamiento intelectual. Su adhesión a las ideas revolucionarias francesas y su decepción con Napoleón (hasta cambiar la dedicatoria de la 'Tercera sinfonía') se gesta en esa dedicación a los periódicos. No retuvo a ninguna de sus amadas, era enamoradizo, pero disfrutó de la suerte de ser músico «de tener el placer de dar felicidad a la gente».Así se lo dijo a Liszt, a quien recibió tras vencer su reticencia porque no soportaba a los niños prodigio. Prefirió a Händel frente Mozart y no tenía por costumbre escuchar la música de sus coetáneos. De economía en constante zozobra por los vaivenes de sus mecenas, promete a un amigo aceptar su invitación para visitar su casa en Inglaterra aunque después reconoce que no podía permitirse «un viaje solo por gusto». Sus amagos de dejar Viena nunca fructificaron.
A medida que la sordera se va agudizando, Beethoven va tornándose desconfiado y suspicaz, como si todos le quisieran engañar. Los problemas estomacales y el enfriamiento tras permanecer en el bosque bajo el aguacero colapsaron el cuerpo del compositor. Sus amigos le lloraron a través de las palabras de Franz Grillparzer.
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