Gandhi y Churchill, una visión opuesta de humanidad
Mientras para Churchill, Inglaterra estaba llevando una gran obra en la India «con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas pero agradables razas para su propio bienestar y el nuestro», la reflexión de Gandhi fue «nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible»
Jesús Ojeda Guerrero
Viernes, 19 de febrero 2021, 07:29
En estos tiempos obscuros, de preocupación por esta sindemia universal y de escasos liderazgos para salir adelante, convendría hacer memoria de algunas personas, aunque cuestionemos ... la teoría decimonónica del gran hombre, la labor de individuos altamente influyentes como única interpretación de los acontecimientos históricos. De este modo lo analiza el historiador norteamericano Arthur L. Herman en cuanto a la rivalidad entre Gandhi y Churchill sobre la transcendencia de sus actuaciones.
Si aceptáramos como válido el axioma del periodista chileno Alberto Fuguet, «los polos opuestos se atraen pero no se comprenden», podríamos entender algunas de las opiniones y acciones de ambos. Estamos ante dos personalidades complejas pero de muy difícil entendimiento mutuo; incluso su titánica competencia de voluntades, apenas pudo hacerles coincidir en sensibilidad por algunos lugares por donde transcurrieron sus biografías, África e India; sus empeños divergentes, lograr la independencia de su país o mantener el Imperio de su graciosa majestad; la densidad de los acontecimientos que vivieron y la extensión de sus escritos y autobiografías, con candidaturas para el Nobel de la paz y de literatura, uno nunca fue premiado, el otro lo obtendría en 1953; y su muerte en un mes de enero, el primero murió asesinado el 30 de enero de 1948, con setenta y nueve años, el segundo el 24 de 1965 a la edad de noventa y un años, de una trombosis cerebral.
Mohandas Karamchan Gandhi, con su férrea voluntad hasta la terquedad y su abnegada determinación, fue un modelo de integridad en la labor no violenta para lograr la independencia de la India y en la consideración del valor de la vida, así lo define el historiador norteamericano Stanley Wolpert; por otro lado, a Winston Leonard Spencer Churchill, en la biografía más reciente y completa realizada por el escritor inglés Andrew Roberts, se le describe como ególatra, político pragmático que aprendió de sus grandes errores, convencido de su destino para defender el Imperio británico e Inglaterra con coraje y resolución.
Sólo se encontraron personalmente una vez, fue en noviembre de 1906 en Londres, Gandhi había viajado desde Sudáfrica al frente de una delegación para entrevistarse con el Secretario de Estado, Lord Elgin, con el objetivo de hacer derogar la ley denominada «Estatuto de enmienda de la Ley Asiática» que establecía la obligación de empadronarse depositando las huellas de todos los indios mayores de ocho años, residentes en las colonias sudafricanas, incluyendo a las mujeres, cuyo registro la legislación inglesa solo lo reservaba para los criminales, la entrevista tuvo lugar días después. Gandhi anotó que el encuentro transcurrió de forma amistosa y que Churchill, ante un indio vestido como un gentleman inglés, comprometió su apoyo para que dicha ley fuese rechazada en el parlamento; por poco tiempo, pues se volvió a implantar con el nuevo gobierno autónomo de Transvaal de mayoría bóer.
Entre ellos se cruzaron expresiones poco halagadoras; en el borrador de uno de los discursos durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill afirmaba que «durante diez años antes de la guerra, previne a nuestro pueblo británico contra Hitler y Gandhi», su nivel de sensatez le hizo no pronunciar esta advertencia comparativa, aunque sí expresó en sucesivas ocasiones posteriores que la muerte de Gandhi, gracias a los ayunos y las estancias sucesivas en la cárcel, sería una oportuna solución para deshacerse de «un hombre malo y enemigo del Imperio». Por su parte el padre de la India actual se preguntaba, unas semanas antes de acabar la contienda, en una entrevista con el periodista norteamericano Ralph Coniston, «¿Qué es un criminal de guerra?...todos los que hicieron guerras…Roosevelt y Churchill no son menos criminales de guerra que Hitler y Mussolini». Ya en febrero de 1931, después de la Marcha de la Sal, a propósito de la entrevista en Nueva Delhi que el virrey Lord Irwin acordó con Gandhi, representando al Partido del Congreso indio, con el objetivo de avanzar en los principios de un gobierno central federado, que abarcara a todos los estados indios y a la India británica, y un legislativo bicameral, fruto de la primera Mesa Redonda celebrada en Londres un mes antes, Churchill, al tener conocimiento de la entrevista, en un discurso en su distrito electoral de Epping, comentó que le parecía alarmante y nauseabundo ver al señor Gandhi «un abogado sedicioso de Middle Temple, posando ahora como un faquir,…dando zancadas medio desnudo subiendo las escaleras de la casa del virrey, al mismo tiempo que anda organizando y conduciendo una ostensiva campaña de desobediencia civil, para negociar en pie de igualdad con el representante del rey/emperador». Por su parte Gandhi, en julio de 1944, viendo que el gobierno británico no quería una resolución justa ante la solicitud de independencia para la India, y enterado de que se estaba negociando en Londres con Muhammad Ali Jinnah, presidente de la Liga Musulmana, la creación de Pakistán, que él nunca aceptó, escribió una carta a Churchill, sin que obtuviera respuesta, reclamando la libertad para la India y haciendo memoria del calificativo de asceta, «desea usted aplastar al sencillo 'faquir desnudo',…pido que confíe en mí y me utilice por el bien de su pueblo y el mío, y por medio de ellos por el bien del mundo».
Podemos saber de sus pensamientos y reflexiones, en un modelo de transparencia por parte de ambos, porque escribieron y mucho, Churchill fue autor de 37 libros y de más de 800 artículos, con todos sus archivos disponibles para su consulta en www.churchillarchive, y en el caso de Gandhi existe una colección de 90 volúmenes de sus escritos y cartas, disponible en www.gandhiheritajeportal. En ellos podemos comprobar la construcción de sus personalidades, su compresión de los procesos de colonización y de la dignidad de la vida humana.
Para Churchill Inglaterra estaba llevando una gran obra en la India «con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas pero agradables razas para su propio bienestar y el nuestro«, el sometimiento de las razas estaba justificado si se emprende con ánimo altruista. Las palabras y las acciones dan cuenta de la calidad humana de quien las protagoniza. No parece muy coherente con ese altruismo, en el caso de Churchill, su inhibición como primer ministro entre 1943 y 1944 ante la hambruna declarada en la región de Bengala, al noroeste de la India, generando un genocidio de más de tres millones de muertos, mientras oficiales británicos enviaban telegramas solicitando ayuda. Así su punto de vista se situaba en que aliviar el sufrimiento indio no reportaría ningún bien, cuya responsabilidad era de ellos al «reproducirse como conejos» y había que priorizar el abastecimiento del Ejército Británico en Oriente Medio y Egipto. Por lo que se opuso a que Canadá enviara en noviembre de 1943 cien millones de toneladas de trigo, porque «tardaría mucho tiempo en llegar»; al final la ayuda vendría con retraso desde Australia y EE.UU. Mientras la voz de los indios fue callada de golpe por orden directa del Primer Ministro, al ser disueltas sus organizaciones políticas y sociales, y sus representantes, Gandhi y Jawaharlal Nehru detenidos junto con los miembros más destacados del Partido del Congreso. (Hubo más de 2500 ejecuciones de indios y más de 66.000 encarcelados o deportados a campos de concentración en ese periodo). La reflexión de Gandhi fue «nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible».
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