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Un escritor es, por encima de todo, aquello que escribe, y en esa escritura va dejando señales de los cambios que van sucediéndole. Es frecuente contra los ensayistas por su incoherencia. Aquello que años atrás afirmaron con rotundidad lo refutan ahora con el mismo ímpetu. ... La vida, pienso yo, que nos va cambiando por fortuna. Pienso en Ralph W. Emerson, Thomas de Quincey, Fernando Savater y alguno más, y agradezco que el mundo en que vivieron (y viven) hiciera mella en ellos. Las mentes angelicales –fuera ellas del tiempo de la corrupción que es la vida– no me atraen mucho. El que repite siempre la misma monserga y no es capaz de aventurarse por los recovecos de su tiempo tiene poco que decir que no sea un sermón.
Gabriel Albiac es de esos que han sabido mirar el mundo y que han dejado que la vida entrara en ellos y los cambiara. Él lo llama haber vivido en una vida muchas vidas. Gracias a ello, sus escritos no son un único libro en varias entregas, sino varios libros que, en la mayoría de las ocasiones, tratan de unos pocos temas, pero que en algunos casos, y este libro que hoy reseño es buen ejemplo, se completan con otros que van apareciendo a lo largo de esa vida de escritura.
En esta recopilación de artículos (las Terceras de 'ABC') que Albiac ha dado a la imprenta aparecen dos temas, al menos para mí muy interesantes. Uno de ellos es lo que podríamos llamar, con expresión demasiado común hoy en día, la identidad española: qué es España y qué, ser español. Sin patrioterismos, sin vanos orgullos, Albiac ensaya unas respuestas racionales –cívicas, por tanto– alejadas de las llamadas de la tribu tan propias de nuestra época. El otro tema es el de la trascendencia más allá de la vida, horizonte que para todo ateo cierra el ciclo vital pero que no excluye la reflexión sobre el más allá. Tiendo a pensar que esto le viene de su frecuentación con José Jiménez Lozano.
Otros temas hay nuevos porque la sociedad cambia. Así, la trasparencia social que es cárcel. Si toda nuestra vida, la privada también –o mejor dicho la privada sobre todo– está a la vista de todo el mundo, ¿qué queda del ciudadano?, ¿en qué se diferencia esa vida en la red del panópticon que fue ejemplo para las cárceles y para las sociedades totalitarias del siglo XX, de entre las cuales la soviética fue acabado ejemplo?
En esta recopilación que abarca más de diez años, el lector encuentra un Albiac conocido pero con un mayor espesor, fruto de los nuevos temas que trata, que influyen también en el desarrollo de los demás. Sigue siendo aquel que es capaz de enfrentarse a la opinión común (por mayoritaria y poco elevada), el que se atreve a decir lo que los demás se niegan a aceptar. Quizás por eso lo motejen de fascista y judío, palabras que ya son solo sambenitos vacíos de significado.
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