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Entre la aristocracia, primero. Entre la alta burguesía, después. Finalmente, entre los grandes intelectuales. Siempre próximos al establishment, pero siempre en conflicto con él. En el propio seno de las grandes élites es donde se ha forjado siempre lo mejor de la literatura británica. Esa ... gran literatura sobre la que se construyeron algunos de los grandes iconos de la modernidad.
Homosexual, luchador contra el racismo y la xenofobia, antibelicista, profundamente crítico con las convenciones burguesas y las desigualdades sociales… EM Forster es uno de esos maravillosos heterodoxos producto del propio sistema elitista, conservador y en gran parte represor de la sociedad británica. El huevo de la serpiente intelectual en el corazón de las más recias instituciones del imperio. El autor de grandes novelas, con sus correspondientes versiones cinematográficas, que ilustran a la perfección la enorme potencia expresiva de esta controversia.
Mucho tuvieron que ver sus viajes y estancias en otros países. Especialmente Egipto y la India. Pero la base de su rebeldía aristocrática se forjó sobre todo en el núcleo duro del viejo sistema educativo británico: la Universidad. En este caso, el famoso King's College, de la Universidad de Cambridge. Allí ingresó para estudiar literatura clásica e historia. Y allí entró a formar parte enseguida de la sociedad secreta de los Apóstoles. Un grupo de intercambio de ideas, sin límites ni cortapisas, que terminó convirtiéndose en un poderoso lobby intelectual de su tiempo. Forster ingresó en el círculo en 1901. Al año siguiente lo harían el escritor y biógrafo Lytton Strachey y el ensayista Leonard Woolf -más tarde el marido de Virginia Woolf-. Y al siguiente, el economista John Maynard Keynes y el pensador Ludwig Wittgenstein.
Algunos de los Apóstoles más relevantes pasaron más tarde de Cambridge a Londres, formando el célebre Círculo de Bloomsbury, una pequeña utopía intelectual formada por pintores, escritores y pensadores defensores del arte, la cultura, el pacifismo o la libertad sexual, empeñados en una profunda crítica de las convenciones de la burguesía post victoriana. El pintor Roger Frey y el periodista y crítico literario Desmond MacCarthy, junto a Strachey, Keynes, Woolf o el propio Forster formarían parte del núcleo inicial, al lado de otros miembros, ajenos a la Universidad de Cambridge, como el pintor escocés Duncan Grant, el crítico de arte Clive Bell o las hermanas Stephen: la pintora Vanessa Bell y la escritora Virginia Woolf.
Más allá del Círculo de Bloomsbury, Forster siguió defendiendo sus ideales en sus novelas o en su trabajo como director del periódico laborista Daily Herald. Pero sobre todo a través de sus críticas literarias, orientadas a destacar la mejor literatura británica y mundial alineada con su propia búsqueda del respeto a la libertad y a la opción personal frente a las imposiciones sociales. Aunque algunas de sus novelas, como 'Howard's End' o 'Pasaje a la India', gozaron de buena difusión y éxito inmediato, otras como 'Maurice', que escribió en 1914, no consiguieron ver la luz hasta después de su muerte. Ese carácter secreto, oculto, privado, de la mayor parte de la actividad intelectual de Forster influyó sobremanera en la expresión de su escritura, donde el simbolismo o el misticismo sirven tantas veces de escudo para la denuncia de la opresión.
El mismo refugio humano e intelectual que encontró en su juventud en Cambridge, le sirvió también a Forster para poder seguir viviendo en rebeldía hasta el final de su larga vida. Como miembro honorario del King's College, el autor de 'Una habitación con vistas' vivió su último retiro al amparo del King's College. Hasta en trece ocasiones fue nominado el escritor para el Premio Nobel de Literatura. A pesar de sus críticas a las estrecheces morales y mentales de la Inglaterra de su tiempo, la reina Isabel II le terminó condecorando. El espejo cóncavo de una sociedad que le criminalizó y al mismo tiempo le hizo grande.
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